Domingo
17 de Febrero de 2013.
¡Yo le creo a Dios!
Por
Riqui Ricón*
Y Jehová dijo a Moisés: ¿Hasta cuándo no querréis guardar mis
mandamientos y mis leyes? (Ex 16.28).
Que
hermoso es leer en la Biblia del Amor de Dios, quien, como a un(a) Hijo(a), te
pide que prestes atención a Su Palabra, pues, al fin y al cabo, fue declarada
por Él para tu conveniencia; para tu guía y dirección. La Biblia es la Palabra
de Dios que fue declarada por el Todopoderoso como tu Bendición.
Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos
disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre
de los espíritus, y viviremos? Y aquéllos, ciertamente por pocos
días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos es provechoso,
para que participemos de su santidad (He
12.9-10).
La
obediencia a Dios NO es cuestión de disciplina, ni de carácter, sino que es un
RESULTADO de la fe y del Amor.
Permíteme
mostrártelo:
Analicemos
el origen de la desobediencia. Jesús nos enseñó que Satanás habla mentiras
porque él es mentiroso y padre de mentira (Jn 8.44).
Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que
Jehová Dios había hecho; la cual dijo
a la mujer: ¿Conque Dios os
ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto? Y la mujer
respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer;
pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni
le tocaréis, para que no muráis. Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; sino
que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y
seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal (Gen
3.1-5).
Aquí
tenemos al diablo mintiendo y engañando, sin embargo, nota que la clave del
pasaje está en que Dios dijo una cosa y el diablo otra. Dios HABLA Su Palabra y
el enemigo lo niega. Lo importante a notar no es la desobediencia sino la causa
de ésta.
¿Qué
fue lo que causó que Adán y Eva desobedecieran la Palabra de Dios? ¿El engaño
del diablo?
Desde
ese día hasta hoy, el dilema del ser humano (y el tuyo), es el mismo: Dios dice
una cosa en Su Palabra y Satanás dice otra ya sea en tu mente o utilizando
personas, conocimiento o circunstancias.
¿Quién
de los dos dirá la Verdad? ¿A cuál de los dos le vas a creer?
El
pecado original, el que dio origen a todos nuestros problemas, no fue la
desobediencia sino la incredulidad a lo que Dios dijo, o sea, incredulidad a la
Palabra de Dios.
Así,
la incredulidad engendró la desobediencia.
Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que
se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan (He 11.6).
La
fe, que es creerle a Dios, creer a Su Palabra, genera, por sí misma, la
obediencia, ya que estás seguro(a), plenamente convencido(a), que Dios te ama,
que ahora Él es tu Padre y todo lo que te diga, en Su Palabra, es para tu bien
y beneficio. ¿Cómo no obedecer si, gracias al sacrificio de Jesús, ahora sabes quién
es Él y quién eres tú?
¡Fíjense qué gran amor nos ha dado el Padre, que se nos llame hijos de Dios! ¡Y lo somos!
El mundo no nos conoce,
precisamente porque no lo conoció a él
(1 Jn 3.1 NVI).
No
obedeces porque tienes que hacerlo, en el sentido de obligación, sino que,
ahora obedeces porque no tienes otra opción, pues forma parte de tu Nueva naturaleza
como Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo o mejor dicho, no te cuesta
abdolutamente ningún trabajo obedecer la Voz de tu Padre celestial.
Ahora
bien, esto sólo lo consigues CREYENDO que eres la persona que Dios DICE en Su
Palabra que tú eres.
siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por
la palabra de Dios que vive y permanece para siempre (1 P 1.23).
Sólo
por Amor a ti y por medio de Su Hijo Jesús, Dios te ha hecho un(a) Hijo(a) Suyo(a),
Nacido(a) de Nuevo no de una simiente corruptible, sino de la incorruptible
semilla que es Su Eterna, Perfecta e Infalible Palabra.
El
mundo y sus circunstancias, sus problemas y enfermedades, siempre te dirán que
esto no es verdad; que no eres digno(a); que eres poca cosa; que eres un(a)
hipócrita y mentiroso(a) pecador(a); que no sanarás; que mereces todo tu
sufrimiento y que nunca saldrás de la pobreza y la miseria. ¿Recuerdas el
dilema? ¿Quién de los dos dirá la Verdad? ¿A cuál de los dos le vas a creer?
Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande
nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y
corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos
los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe (He 12.1-2a).
Obedecer
a Dios es creerle a Él, creer a Su Palabra. Así que, despójate de todo peso y de la
incredulidad que te asedia, y corre con paciencia, con constancia y
persistencia, la carrera que tienes por delante, puestos tus ojos
en Jesús, el autor y consumador de tu fe.
Oremos
en voz audible:
Amado
Padre celestial, este día, en total obediencia a Tu Palabra, y por lo que Tú
Jesucristo hiciste por Amor a mí, pagando mis pecados y dándome la Vida Eterna
de un(a) Hijo(a) de Dios, yo, ____________ (tu nombre aquí), vengo a declarar mi
victoria sobre todo problema y circunstancia. Tú has establecido, en Tu
Palabra, que a los que te amamos TODAS LAS COSAS nos ayudan a bien y yo lo
creo. Por eso, declaro que estos problemas, enfermedades o circunstancias que
hoy estoy viviendo, tarde que temprano, se volverán en un bien para mi vida.
Gracias Señor, porque no hay forma en que yo vaya a perder, pues esta es la
victoria que ha vencido al mundo, mi fe. Mi fe en Ti, Padre Eterno. Mi fe en Tu
Palabra. Mi fe en Tu Amor. Gracias Padre porque no me has dejado nunca, ni me
dejarás, porque me has amado con tan grande amor y me has hecho tu Hijo(a). Por
lo que Tú hiciste en la cruz, Señor Jesús, y por Tu Palabra, ¡Soy sano(a)! ¡Soy
libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy más que vencedor(a)! ¡Todo lo puedo en Cristo! Y,
por la Sangre de Jesús, soy dichoso(a) para vivir una vida plena y abundante.
Muchas gracias, Señor Jesús. Gracias por esta Nueva Vida en Plenitud que ahora
tengo. Gracias por mi sanidad. Gracias por mi salud. Gracias por mi
prosperidad. Gracias por el Amor, la paz y el gozo que ahora son mi derecho. Lo
recibo para disfrutarlo. En el nombre de Jesús. Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo
establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en
voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a
Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el
Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis
pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí
acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa
derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a
entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi
único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios
Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a
Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido
de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más
estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C.
Peredo Jaime © 2011
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Febrero
17 Heb
12 / Ex 16-17 /
Pro 7.6-27
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