Jueves
14 de Febrero de 2013.
¡Con plena confianza!
Por
Riqui Ricón*
Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar
en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino
nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y
teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con
corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala
conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura. (He 10.19-22).
Amado(a), la Biblia, que es la
palabra de Dios, que no miente, es sencilla, y hermosamente clara, respecto a
la libertad que tienes para vivir en comunión con Dios. El Lugar Santísimo es
el lugar de la mismísima Presencia de Dios y tú tienes plena libertad para entrar
y salir confiadamente de delante de Él. Esto es posible no por tus méritos sino
por el camino NUEVO y vivo que Jesucristo abrió para ti por medio de Su Cuerpo
y de su Sangre.
El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no
pasarán (Luc
21.33).
Eres libre para estar con Él y
conversar de cualquier cosa. Sin embargo, si le das prioridad a Su Palabra, la
Biblia, en tu conversación (oración), tendrás la garantía, seguridad y
convicción, de que todo te saldrá bien.
¿Cómo puede ser posible esto? Si
lo piensas bien, la respuesta a esta pregunta es muy sencilla: la Biblia es la
Palabra de Honor de nuestro Dios y Padre, quien es, por cierto, el Todopoderoso
y no hay nada imposible para Él (excepto mentir). Por lo tanto, busca en la
Biblia aquellas promesas que Dios te hace acerca de tus necesidades e
inquietudes, y preséntalas delante de Él. Te aseguro que no existe forma, ni
posibilidad alguna que Dios deje de cumplirte Su Palabra.
Y esta es la confianza que tenemos en él, que si
pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si
sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las
peticiones que le hayamos hecho (1 Jn 5.14-15).
De esta manera, cuando al orar
pones la Biblia en tu mente, boca y corazón estarás totalmente de acuerdo con
Él y orando de acuerdo a Su voluntad.
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito,
para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque
no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo
sea salvo por él (Jn 3. 16-17).
La
Promesa más hermosa, y la que más garantías te ofrece, es el Amor. Dios te ama
tanto que prefirió entregar a Su propio Hijo antes que perderte a ti, pues Él
no desea condenarte sino darte la Plenitud de la Vida Eterna.
¡Fíjense qué gran amor nos ha dado el Padre, que se nos llame hijos de Dios! ¡Y lo somos!
El mundo no nos conoce,
precisamente porque no lo conoció a él
(1 Jn 3.1 NVI).
Una vez
que has sido justificado(a), perdonado(a) y santificado(a) en la Sangre de
Jesús, es el Amor lo que te garantiza la entrada al lugar Santísimo, pues,
ahora, como Nueva Creación, Dios mismo te llama Su Hijo(a).
¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una
piedra? ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente? (Mat 7.9-10).
Siendo
que nosotros amamos tanto a nuestros hijos, es muy ilustrativo que Jesús nos
enseñe en Su Palabra que Dios nos ama más de lo que nosotros podemos amar a
nuestros hijos.
Es por
todo esto que el Nuevo Pacto en la Sangre de Jesús es un mejor Pacto, establecido sobre mejores promesas (He
8.6). El camino nuevo y vivo que Jesús nos abrió a través del velo es
exclusivamente para aquellos que pueden tener una relación íntima con Dios de Padre
a Hijo y de Hijo a Padre.
Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en
temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos:
¡Abba, Padre! (Rom 8.15).
Y puedes
estar seguro que el Espíritu Santo prometido en este Nuevo Pacto es el sello,
las arras, la garantía de ésta nuestra herencia, en Cristo Jesús.
Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de
nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió (He 10.23).
Así que,
sin importar cuan fuerte te estén hablando tus problemas, la enfermedad o
cualquier otra circunstancia, mantente firme y sin fluctuar, confesando y
declarando todas y cada una de las promesas que Dios, tu Padre amoroso, te ha
dado en la Biblia; pues Él no es hombre, para que mienta, Ni hijo de hombre para que se arrepienta.
El dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará? (Num
23.19).
Es con la Biblia, la Palabra de
Dios, y no con algún libro recomendado, ni alguna conferencia, ni consejo u
opinión de cualquier otra persona, con lo que vendrás al conocimiento de la Verdad
para ser completamente libre y gozar de esa Vida Plena y Abundante, que ya ha
sido comprada para ti.
Oye, hijo
mío, y recibe mis razones, Y se te multiplicarán años de vida. Por el camino
de la sabiduría te he encaminado, Y por veredas derechas te he hecho andar. Cuando
anduvieres, no se estrecharán tus pasos, Y si corrieres, no tropezarás. Retén
el consejo, no lo dejes; Guárdalo, porque eso es tu vida (Pro
4.10-13).
Así que, lee la Biblia de mañana,
tarde y noche. Medita en Su consejo, poniendo Sus Palabras en tu boca, mente y
corazón porque son vida para quienes la
buscan y son medicina a todo tu cuerpo (Pro 4.22).
Es la Biblia, la palabra de Dios,
quien te da la libertad para acercarte a Dios, tu Padre, confiadamente, con un
corazón sincero, en plena certeza de fe en que Él es fiel para cumplir lo que
prometió.
¡Tu Padre es Dios y Él tiene
Palabra de Honor!
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, que
hermoso es poder acercarme a Ti, en este día, con plena certeza de fe.
Convencido(a) estoy de Tu gran Amor con que me has amado. Por eso puedo declarar,
con toda seguridad, que mayor eres Tú, Espíritu Santo, que estás en mí, y
conmigo, que cualquier enfermedad, problema o situación adversa. Porque lo
dices en Tu Palabra, ahora sé que en todas las cosas soy más que vencedor(a),
por medio de Tu Amor, pues TODO lo puedo en Cristo que me fortalece. Señor
Jesús, Tú eres mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me haces
descansar; Junto a aguas de reposo me pastoreas. Confortas mi alma, Señor; me guías
por sendas de justicia por amor de Tu nombre. Yo sé que aunque ande en valle de
sombra de muerte, No temeré mal alguno, porque tú estás conmigo; Tu vara y tu
cayado me infunden aliento. Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis
angustiadores; Unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando. Ciertamente
el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, Y en el lugar
Santísimo, el lugar de tu Presencia, moraré por largos días. En el nombre de
Jesús. Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo
establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en
voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a
Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el
Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis
pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí
acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa
derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a
entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi
único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios
Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a
Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido
de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más
estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C.
Peredo Jaime © 2011
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Febrero
14 Heb
10.19-39 / Ex 11-12 / Pro 4
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