Sábado
9 de Febrero de 2013.
¡Alegre, constante y persistentemente!
Por
Riqui Ricón*
Pacientemente
esperé a Jehová, Y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del pozo
de la desesperación, del lodo cenagoso; Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis
pasos. Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios. Verán
esto muchos, y temerán, Y confiarán en Jehová (Sal 40.1-3).
Muchas veces he malinterpretado
lo que la Biblia se refiere como paciencia. Pensaba que era soportar con
humilde resignación cualquier adversidad hasta que, de pronto, sin saber cuándo
ni cómo, por la misericordia de Dios, llegase la liberación esperada.
¡Desde luego que todo es por el
amor y la misericordia de Dios! Sin embargo, las palabras paciencia y
pacientemente tienen un significado muy diferente en el lenguaje bíblico.
Significan resistir alegremente (lleno de esperanza), constancia y
persistencia. De esta forma, el primer verso del Salmo 40 dice: Con constancia,
alegría y persistencia he esperado al Señor, por lo que Él se inclinó hacia mí
y me escuchó.
Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera,
la convicción de lo que no se ve (He 11.1).
Estas constancia, alegría y
persistencia sólo pueden provenir de un lugar: de tener la certeza al estar 100
por ciento convencido, en tu mente y corazón, que Dios, tu Padre, te va a
responder; al tener la certeza y estar 100 por ciento convencido que la Biblia
es la Palabra de Dios y, por lo tanto, todo lo que está escrito en ella acerca
de ti, Él lo va a cumplir.
Jehová de los ejércitos, Dichoso el hombre que en
ti confía (Sal 84.12).
Teniendo tal certeza y
convicción, cómo no esperarías constante, alegre y persistentemente, pues sabes
que sabes, que Dios no faltará a Su Palabra.
Dios no es hombre, para que mienta, Ni hijo de
hombre para que se arrepienta. El dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará? (Num
23.19)
Así la fe viene por creer la
Palabra de Dios.
Por eso, ante la circunstancia
más adversa, pareciera que tú sabes algo que los demás no saben, que tienes
algo que los demás no tienen, pues tu actitud no es la de una víctima sufriente
sino de un(a) constante y persistente vencedor(a).
Tú sabes y tienes algo que los
demás no. Tú tienes la Palabra de Honor de Dios que te garantiza que todo va estar bien.
Y sabemos que a los que aman a
Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su
propósito son llamados (Ro 8.28).
¡Todas las cosas! Especialmente
aquellas “malas” cosas. Nota que escribí “malas” entre comillas dado que si
Dios hará que en tu Vida TODAS las cosas te ayuden a bien, entonces esas
“malas” cosas dejaran de ser malas y te ayudarán a bien.
Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis
paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo (Jua 16.33).
Las aflicciones comienzan cuando
el diablo utiliza los problemas y circunstancias adversas para tratar de
convencerte que nada va a cambiar y que es más sencillo, y normal, resignarse
ante las grandes dificultades. Intentará influenciar tus emociones y
sentimientos con sus mentiras para que creas que es mejor aceptar la realidad.
Tratará de convencerte que quizá en esta ocasión la voluntad de Dios no sea
sanarte, ni liberarte, sino enseñarte algún tipo de lección mediante la prueba
de aflicción.
¡Mentiras!
Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de
vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que
esperáis (Jer 29.11).
Cuando Satanás logra sembrar la
duda y el temor en el corazón de los creyentes, en ocasiones éstos comienzan
justificar lo que no entienden, al grado de atribuirle a nuestro buen Padre,
acciones malas como castigar o probar a Sus Hijos con enfermedades y tragedias.
Piensan, con justa razón, que si Dios no responde a Su Palabra entonces el
Evangelio será menospreciado y ellos serán avergonzados.
La buena noticia es que,
El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no
pasarán (Luc 21.33).
Ante cualquier duda o temor,
recuerda siempre que Dios es bueno y te ama tanto que prefirió entregar a Su
propio Hijo antes que perderte a ti.
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha
dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas
tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para
condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él (Jn
3.16-17).
Dios te ama tanto que, a pesar de
lo que hiciste con tu vida, te ha hecho Su Hijo(a).
MIREN CUÁNTO NOS ama el Padre celestial que permite que
seamos llamados hijos de Dios. ¡Y lo mas maravilloso es que de veras lo somos!
Naturalmente, como la mayoría de la gente no conoce a Dios, no comprende por
qué lo somos (1 Jua 3.1 BAD).
Lo mejor de todo es que todo esto
no se trata de tu palabra, sino la de Él. Por lo tanto, no eres tú quien la tienes
que cumplir, sino Él, y Él es, Dios, nada más y nada menos, el Todopoderoso.
Vale aquí recordar la respuesta
que Jesús dio a los saduceos que no creían en la resurrección de los muertos: erráis, ignorando las Escrituras y el Poder de Dios (Mat
22.29).
Venga a mí tu misericordia, oh Jehová; Tu
salvación, conforme a tu dicho. Y
daré por respuesta a mi avergonzador, Que en tu palabra he confiado (Sal
119.41-42).
La Biblia, la Palabra de Dios,
que no puede mentir, se define a sí misma como la perfecta Ley, la Ley de la
libertad.
Porque cuando Dios hizo la promesa a Abraham, no
pudiendo jurar por otro mayor, juró por sí mismo, diciendo: De
cierto te bendeciré con abundancia y te multiplicaré grandemente. Y habiendo
esperado con paciencia [con
constancia, con alegría, con persistencia],
alcanzó la promesa (He 6.13-15).
Cuando tú sabes en quién has
creído; cuando sabes que Dios no miente y que lo que te ha dicho es la verdad y
lo va a cumplir, entonces, puedes afrontar cualquier circunstancia con alegría,
siendo constante y persistentemente al esperar en Él, pues estás firmemente
sustentado(a) en la infalible e inmutable Palabra de Dios, que es Su Palabra de
Honor.
Así que, te conviene buscar todas
las promesas que hay en la Biblia tocantes a tu necesidad y comenzar a
declararlas como ciertas, pues fueron dichas por Dios para ti.
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, por el
gran Amor con que me has amado ahora yo soy Tu Hijo(a) y yo en Ti confío. Tú
dices en Tu Palabra que dichosos son el hombre y la mujer que en Ti confían.
¡Soy dichoso(a)! Pues sin importar las circunstancias que hoy enfrento, Tú, mi
Dios, cumplirás Tu propósito en mí y saldré adelante más que vencedor(a). Pues
aunque ande en valle de sombra y de muerte, no temeré mal alguno porque Tú
estás conmigo y, ¿qué puedo decir a esto? Si Dios es conmigo, ¿quién contra mí?
Gracias, Señor Jesús, por lo que Tú hiciste por amor a mí al morir en esa cruz,
ahora yo tengo la Vida Eterna de un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo y en
verdad puedo ser constante, alegre y persistente al esperar en Tu Palabra. El
cielo y la tierra pasarán, más Tu Palabra no pasará. Así que, está es la
confianza que tengo en Ti, que si Te pido alguna cosa conforme a Tu Voluntad,
conforme a Tu Palabra, sé que Tú me oyes, y si sé que Tú me oyes, también sé
que tengo todo lo que Te he pedido. Por lo tanto, resisto al espíritu de temor,
duda, pobreza y enfermedad. Creo y recibo lo que Tú, mi Señor y Salvador,
Jesucristo, pagaste para mí. ¡Soy sano(a) y libre de toda enfermedad y
dolencia! ¡Soy libre del temor, la ansiedad y la duda! Pues no he recibido el
espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que he recibido el
espíritu de adopción y hoy clamo, ¡Abba, Padre! Declaro mi libertad y
prosperidad financiera. Recibo el Amor, gozo y paz que Tú, Espíritu Santo, has
puesto en mí para vivir una vida plena y abundante. Declaro que todo lo que
tenga que esperar de Ti, mi Dios y Padre, lo haré pacientemente, con constancia,
alegría y persistencia, pues estoy totalmente seguro(a), en Tu Palabra, que lo
he de recibir. En el nombre de Jesús. Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo
establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en
voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a
Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el
Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis
pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí
acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa
derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a
entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi
único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios
Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a
Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido
de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más
estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo
C. Peredo Jaime © 2011
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Febrero
9 Heb
6.13-20 / Ex 1-2
/ Sal 40
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