17 de Enero
¡Como un(a)
Hijo(a) del Reino de Dios!
Por Riqui Ricón*
Esforzaos a entrar por la
puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán.
Después que el padre de familia se haya levantado y cerrado la puerta, y
estando fuera empecéis a llamar a la puerta, diciendo: Señor, Señor, ábrenos,
él respondiendo os dirá: No sé de dónde sois. Entonces comenzaréis
a decir: Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste.
Pero os dirá: Os digo que no sé de dónde sois; apartaos de mí todos
vosotros, hacedores de maldad. Allí será el llanto y el crujir de dientes,
cuando veáis a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el reino de
Dios, y vosotros estéis excluidos. Porque vendrán del oriente y del
occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios (Luc
13.24-29).
En contraste con el reino carnal
de este mundo, El reino de Dios es el reino del Espíritu Santo. Es la dimensión
donde nosotros, los Hijos de Dios Nacidos de Nuevo a imagen y semejanza de
nuestro Salvador Jesucristo, podemos y debemos realizar la Vida Eterna, la Vida
Plena y Abundante que por Jesús nos ha sido concedida.
Muchos creyentes fallan al confundir el reino de
Dios con el cielo y al creer que serán merecedores de entrar al reino si
realizan suficientes obras de justicia. Fallan porque olvidan que la Biblia, la
Palabra de Dios, que no miente, nos enseña claramente que,
por
gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.
Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras,
las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas (Efe 2.8-10).
Sobre todo, el reino de Dios es el tiempo presente,
es este momento que estás viviendo, aquí y ahora. Como escribiera ese erudito
cristiano C. S. Lewis, autor de Las Crónicas de Narnia, "Los humanos viven en el tiempo, pero
Dios les destina a la Eternidad. Él quiere, por tanto, creo yo, que atiendan
principalmente a dos cosas: a la eternidad misma y a ese punto del tiempo que
llaman el presente. Porque el presente es el punto en el que el tiempo coincide
con la eternidad. Del momento presente, y sólo de él, los humanos tienen una
experiencia análoga a la que Dios tiene de la realidad como un todo; sólo en el
presente la libertad y la realidad les son ofrecidas” (C. S. Lewis, Cartas a un
diablo novato, 1941).
¡El Reino de
Dios es Aquí y Ahora!
Preguntado por los fariseos,
cuándo había de venir el reino de Dios, les respondió y dijo: El reino de Dios
no vendrá con advertencia, ni dirán: Helo aquí, o helo allí;
porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros (Luc
17.20-21).
Jesús les advertía a los judíos
que podrían quedar excluidos del reino mientras que muchos otros que no son
judíos serán aceptados y tendrán un lugar dentro del reino de Dios. La buena
noticia, y la única noticia, porque de esto se trata el Evangelio, es que tú, un(a)
Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo, eres ya un(a) Hijo(a) y Ciudadano(a) de
dicho Reino.
Así que, si como dice la
Escritura tú eres hechura suya,
creado(a) en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de
antemano para que anduvieses en ellas (Efe 2.10), entonces lo único que tienes que hacer, el único trabajo que
debes desarrollar es CREER. Creerle a Dios, creerle a la Biblia y entonces comenzar
a caminar en esas buenas obras manifestando así tu Nueva Naturaleza como un(a) Hijo(a)
semejante al Padre.
Por más
inverosímil o asombroso que parezca, esta es la puerta estrecha que te permite
la entrada al Reino de Dios: tu fe.
Así es,
parece ser que PONER TODA TU CONFIANZA,
SEGURIDAD Y ESPERANZA en las palabras de ese libro llamado La Biblia, del
cual tú aseguras ser la Palabra de Dios, es más difícil de lo que parece. Es
más fácil y espacioso creer y atender las voces de este mundo con sus médicos,
analistas, abogados, periodistas, consejeros y excelentes profesionistas.
En cuanto a mí, veré tu rostro
en justicia; Estaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza (Sal
17.15).
Así es mi
amado(a), tú estarás satisfecho(a) cuando te des cuenta que, de acuerdo a la
voluntad de Dios, por Su Amor y el sacrificio de Jesús en la cruz, en Verdad tú
eres un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo y puedes, y debes, vivir una vida
plena y abundante, pues ahora tú eres conforme a Su semejanza.
De cierto, de cierto os digo:
El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores
hará, porque yo voy al Padre (Jn 14.12).
Haz sido
habilitado(a) por la Palabra de Dios para hacer las mismas obras que Jesús hizo
y aún mayores, pues tu eres como Jesús y Él está con el Padre, que es también tu
Padre. Por esto la Biblia declara que por Amor ahora tú eres en este mundo tal
y como Él es.
En esto se ha perfeccionado el
amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio; pues como
él es, así somos nosotros en este mundo (1 Jn
4.17).
Este día necesitas darte cuenta
que no es lo difícil, ni lo concluyente de tu situación, enfermedad o problema
lo que determina cómo vas a concluir y salir de todo eso, sino lo que realmente
determina tu victoria es todo lo que Dios dice en Su Palabra acerca de ti y de
las capacidades que ahora tienes como un(a) Hijo(a) del Reino.
¡No hay forma que puedas perder
en esta vida!
Oremos en voz audible:
Amado padre celestial, quiero
agradecerte por Tu gran Amor con que me has amado, pues no solo me justificaste
y perdonaste al pagar todos mis pecados con la Vida y la Sangre de Tu Hijo
Jesús, sino que, además, me has adoptado como Hijo(a) Tuyo(a), según el puro
afecto de Tu Voluntad, para darme Vida Eterna haciéndome un(a) Hijo(a) del
Reino. Muchas gracias, Señor Jesús, pues ahora sé que, en todas las cosas, en
cualquier problema, angustia o enfermedad, yo, _________ (tu nombre aquí), soy
más que vencedor(a) por medio de Tu Amor. ¡Soy heredero(a) de Dios y coheredero(a)
juntamente con Cristo Jesús! He decidido, con Tu ayuda, Espíritu Santo, tomar
mi identidad como Hijo(a) del Rey para poder asumir mi posición dentro del
Reino. Por lo tanto, resisto al espíritu de temor y de duda. Me declaro sano(a)
de cualquier enfermedad o dolencia y confío plenamente que Tú, mi Dios,
suplirás todo lo que me falta conforme a Tus riquezas en gloria. Así que, ¡Soy
sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy dichoso(a)! Ahora sé que, en
verdad, las cosas que mi Rey y Salvador hizo, las mismas yo puedo hacer y aún
mayores, porque Tú, Jesús estás con Tu Padre, quién es también mi Padre. En el
nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo
Jaime © 2011
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Enero
17 Luc 13.18-35
/
Gen 24 / Sal 17
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