Domingo 5 de Febrero de 2012.
¡Jesús te ama!
Por Riqui Ricón*
¡Cuán preciosa, oh Dios, es tu misericordia! Por eso los hijos de los hombres se amparan bajo la sombra de tus alas. Serán completamente saciados de la grosura de tu casa, Y tú los abrevarás del torrente de tus delicias. Porque contigo está el manantial de la vida; En tu luz veremos la luz (Sal 36.7-9).
La Biblia, que es la Palabra de Dios y no miente, nos enseña que la misericordia del Señor llega hasta los cielos y Su fidelidad alcanza hasta las nubes (Sal 36.5). Estas son buenas noticias (Evangelio), pues, no tienes que esperar hasta presentarte delante del Juez de toda la tierra, sino que, también aquí y ahora, viviendo en Su Presencia, como un(a) Hija(o) de Dios, tú ya estás amparada(o) bajo la sombra de Sus alas y serás completamente saciada(o) de la grosura de Su casa.
¡Qué hermoso es creerle a Dios! ¡Qué maravilloso es creerle a su Palabra! Poderle decir en la intimidad de la comunión, “Padre, Tú eres el manantial de mi vida y yo bebo del torrente de tus delicias. ¡En Tu luz yo veo la luz!”
La razón por la que los hijos de los hombres se acercan a nuestro Dios y Padre, no es el temor sino Su infinita misericordia. Ellos, sin conocerle, apelan a Su misericordia, pero, ¿Habrá algo más grande que Su misericordia? ¡Sí! ¡Su Amor de Padre! Esta es nuestra razón para acercarnos a Él. Esta es nuestra razón para estar con Él. Esta es nuestra razón para vivir con Él, por Él y para Él.
Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados (llamados por Él) hijos de Dios (1 Jn 3.1a).
Acerca de Jesucristo la Escritura dice: Porque ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Mi Hijo eres tú, Yo te he engendrado hoy, y otra vez: Yo seré a él Padre, Y él me será a mí hijo? (He 1.5).
Acerca de ti y de mí Dios declara: El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios… Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos (Ro 8.16, 29).
Antes, como un(a) hija(o) de los hombres, te refugiabas bajo la misericordia de Dios, hoy, sabes quién tú eres: un(a) Hija(o) de Dios Nacida(o) de Nuevo, amparada(o) entre los brazos de Amor de tu Padre celestial.
¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan? (Mat 7.9-11).
Así que, en verdad, ¿cuál es el problema, enfermedad o necesidad que hoy te aflige? ¡Dios está contigo! ¿Cuál es el problema, enfermedad o necesidad que hoy te angustia? ¡El Todopoderoso Dios es tu Padre! ¿Cuál es el problema, enfermedad o necesidad que hoy te preocupa? ¡Jesús es el que murió; más aún, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por ti delante de tu Padre!
Jesús nos enseñó a orar: “Padre nuestro que estas en los cielos…”. Él, sobre todas las cosas, quiere que te enteres que, por Su sacrificio en la cruz, por Su Sangre derramada hasta la última gota por Amor a ti, Jesús pagó todos tus pecados, la Justicia de Dios fue satisfecha, has sido perdonada(o) y se te ha otorgado una Nueva Naturaleza. Ahora eres un(a) Hija(o) de Dios Nacida(o) de Nuevo. ¡Un(a) Hija(o) del Rey!
Sólo de esta forma, por medio de la fe en nuestro Señor y Salvador y Sumo Sacerdote y Hermano Mayor, Jesucristo, podemos acercarnos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro (He 4.16).
¡Sí! ¡Así es! Por Su gracia y misericordia, por Su muerte y resurrección y por Su Amor de Padre, el día de hoy, tienes, en Cristo Jesús, respuesta a TODAS tus necesidades, cualesquiera que estas sean. ¡Jesús te ama!
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, ¿qué puedo decir a todo esto? Si Tú, mi Dios, estás conmigo, ¿quién contra mí? Si no escatimaste ni a Tu propio Hijo, sino que lo entregaste por amor a mí, ¿cómo no me dará también con él todas las cosas? ¿Quién me acusará siendo escogida(o) de Dios? Dios es el que me justifica. ¿Quién es el que me condenará? Cristo es el que murió por mí; más aún, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por mí. ¿Quién me separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas yo, ______________ (pon tu nombre aquí), soy más que vencedor(a) por medio de aquel que me amó. Por lo cual estoy segura(o) de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada me podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús mi Señor. Por lo tanto, declaro que de todo problema, enfermedad o aflicción, he de salir más que vencedor(a). ¡Todo lo puedo en Cristo Jesús! ¡Soy sana(o)! ¡Soy libre! ¡Soy prospera(o) en todas las cosas! ¡Soy feliz y dichosa(o)! ¡Soy un(a) Hija(o) de Dios! En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo Jaime © 2011
Lectura y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Febrero 5 Heb 1 / Gen 45:1-46.27 / Sal 36
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