Viernes 3 de Febrero de 2012.
¡Resucitó el Señor!
Por Riqui Ricón*
Aconteció que estando ellas perplejas por esto, he aquí se pararon junto a ellas dos varones con vestiduras resplandecientes; y como tuvieron temor, y bajaron el rostro a tierra, les dijeron: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, sino que ha resucitado. Acordaos de lo que os habló, cuando aún estaba en Galilea, diciendo: Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado, y resucite al tercer día (Luc 24.4-7).
En este día, ante cualquier circunstancia que estés viviendo, es de vital importancia que comprendas, cabalmente, el significado de la resurrección de Jesucristo, pues esta comprensión es el inicio de tu victoria.
En primer lugar, Él destruyó, con su muerte y resurrección, al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y (así) librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre (He 2.14-15).
Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres (Jn 8.31-32).
La Biblia, que es la Palabra de Dios y no miente, te enseña que si permaneces en la Palabra, creyéndole a Dios, creyéndole a Su Palabra, conocerás la Verdad y la Verdad te hará libre.
La Verdad es que Jesucristo, con su muerte y resurrección, venció al pecado, destruyó al diablo y a su aguijón que es la muerte. Por lo tanto, ahora, en Cristo Jesús, tú eres libre de la servidumbre o esclavitud que te producía el temor a la muerte.
La paga del pecado es muerte, más la dádiva de Dios es VIDA ETERNA en Cristo Jesús, Señor nuestro (Ro 6.23). De acuerdo a la escritura Jesús no solamente murió por tus pecados sino que se hizo, así mismo, pecado por amor a ti y de esta forma se te otorgó el regalo de ser hecha(o) justa(o) y con derecho pleno a la VIDA ETERNA, a la cual sólo tiene derecho un(a) legítima(o) Hija(o) de Dios
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga VIDA ETERNA (Jn 3.16).
A pesar de que en Juan 3.16 Dios nos garantiza que TODOS los que creen en Jesús no se pierden sino que TIENEN VIDA ETERNA, es asombroso como los creyentes ignoran o pasan por alto lo que las palabras VIDA ETERNA significan: ¡vivir para siempre! Esto es, ¡no morir!
Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley. Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo (1 Co 15.53-57).
Al resucitar Jesús, lo que en Él había de corruptible (pues se hizo un ser humano idéntico en todo a ti y a mí), se vistió de incorrupción, lo que en Él había de mortal se volvió inmortal, siendo Jesucristo, de esta forma, EL PRIMER HIJO DE DIOS NACIDO DE NUEVO, lo que nos lleva al segundo significado de la resurrección de Jesucristo.
Cuando Jesús muere en la cruz, con Su Sangre paga el justo castigo por tus pecados y al resucitar te da acceso a la vida eterna. Pero no cualquier tipo de vida, no como creaturas, ni como ángeles, sino como Hijas e Hijos LEGÍTIMOS del Dios vivo y verdadero.
Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados, llamados por Él mismo, hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él (1 Jn 3.1).
en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad (Efe 1.5).
Un(a) auténtica(o) y legítima(o) Hija(o) de Dios no puede ser, y no lo es, de ninguna forma, la misma persona pecadora que antes era, sujeta a sus antiguas pasiones, fracasos y derrotas. Por eso, Jesús le dijo a Nicodemo, te es NECESARIO Nacer de Nuevo si quieres ver y entrar al Reino de Dios. Ahora bien, te tengo excelentes noticias, de acuerdo a la Palabra de Dios, ahora tú, un(a) Hija(o) de Dios Nacida(o) de Nuevo, eres igual a Jesús, y con su muerte y resurrección, tienes la victoria sobre la muerte.
Ahora, por ese Amor que el Padre siente por ti, en Cristo Jesús, has sido hecha(o) un(a) Hija de Dios Nacida(o) de Nuevo y sólo puedes ser (no digo que tienes que serlo, sino que ya lo eres) santa(o), justa(o), inmortal e incorruptible.
Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios (1 Jn 5.1a).
y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad (Efe 4.24).
siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre (1 P 1.23).
Es pues, gracias a la resurrección de Jesús, que la muerte nada tiene en ti, pues no has recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que has recibido el espíritu de adopción, por el cual clamas: ¡Abba, Padre!
¡Has recibido la Vida Eterna y la Nueva Naturaleza: eres, sin lugar a dudas, un(a) Hija(o) de Dios Nacida(o) de Nuevo!
¡Aleluya, el Señor resucitó!
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, que hermoso es saber y creer lo que hiciste por Amor a mí. Gracias por no haber escatimado a Tu propio Hijo Jesús, sino que lo entregaste por mí. Señor Jesús, muchas gracias porque Tú, siendo en forma de Dios, no estimaste el ser igual a Dios como cosa a que aferrarte, sino que Te despojaste a Ti mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, Te humillaste a Ti mismo, haciéndote obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Gracias porque con Tu muerte y resurrección, destruiste por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y así, me has hecho libre, pues yo, por el temor de la muerte estaba durante toda mi vida sujeta(o) a servidumbre. ¡Porque Tú moriste, mi vieja(o) naturaleza, mi vieja(o) yo, murió contigo! ¡Porque Tú vives, yo también vivo! ¡La Vida Eterna que Tú tienes, es la misma que adquiriste para mí! ¡Puedo dejar de temerle a la muerte! ¡La muerte ya no se enseñorea más de mí! ¡Gracias! ¡Muchas gracias, Señor Jesús! Ahora puedo, con toda certeza declarar que, ¡Soy sana(o)! ¡Soy libre! ¡Soy próspera! ¡Soy más que vencedor(a)! ¡Todo lo puedo en Cristo! Y, por la Sangre de Jesús, soy dichosa(o) para vivir una vida plena y abundante. Muchas gracias, Señor Jesús. Gracias por esta Nueva Vida en Plenitud que ahora tengo. Gracias por mi sanidad. Gracias por mi salud. Gracias por mi prosperidad. Gracias por el Amor, la paz y el gozo que ahora disfruto. ¡Gracias por mi Victoria sobre la muerte! En el nombre de Jesús. Amén
*Ricardo C. Peredo Jaime © 2010
Lectura y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Febrero 3 Luc 24.1-12 / Gen 43 / Sal 34
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