¿Qué hago con mis pecados?
¡Confiésalos!
Por Riqui Ricón*
10 Crea en mí, oh Dios, un corazón
limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí. 11 No me eches de delante de ti, Y no
quites de mí tu santo Espíritu. 12 Vuélveme el gozo de tu salvación, Y
espíritu noble me sustente (Sal
51.10-12).
En la historia del rey
David no hay momento más revelador de la naturaleza caída del ser humano y de
la forma como Dios trata con esa naturaleza, que el episodio del adulterio con
Betsabé y el asesinato de Urías heteo para encubrir su pecado.
Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia;
Conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más
de mi maldad, Y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis rebeliones, Y mi
pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti solo he pecado, Y he
hecho lo malo delante de tus ojos; Para que seas reconocido justo en tu
palabra, Y tenido por puro en tu juicio (Sal 51:1-4 RV1960).
David escribió el salmo 51
como una oración de arrepentimiento después de haber sido confrontado por el
profeta Natán. Sin embargo, mientras avanza en su confesión, el Espíritu Santo
le revela que su naturaleza está vendida al pecado y no tiene remedio pues es
un esclavo en ese sentido. Así que, notamos un cambio asombroso a partir del
versículo diez, pues deja de pedir perdón y misericordia para solicitar un
milagro, le pide a Dios que lo cambie, que le dé una Nueva Naturaleza, pues si
lo perdona hoy mañana volverá a caer. Es como si robara del futuro el reclamo
de la vieja naturaleza hecho en Romanos siete:
Entonces no soy yo el que hace lo que está mal, sino el
pecado que vive en mí. Yo sé que en mí, es decir, en mi naturaleza pecaminosa*
no existe nada bueno. Quiero hacer lo que es correcto, pero no puedo. Quiero
hacer lo que es bueno, pero no lo hago. No quiero hacer lo que está mal, pero
igual lo hago. Ahora, si hago lo que no quiero hacer, realmente no soy yo el
que hace lo que está mal, sino el pecado que vive en mí. He descubierto el
siguiente principio de vida: que cuando quiero hacer lo que es correcto, no
puedo evitar hacer lo que está mal. Amo la ley de Dios con todo mi corazón.
Pero hay otro poder* dentro de mí que está en guerra con mi mente. Ese poder me
esclaviza al pecado que todavía está dentro de mí. ¡Soy un pobre desgraciado!
¿Quién me libertará de esta vida dominada por el pecado y la muerte? (Rom 7:17-24 NTV).
Así que, por guía del
Espíritu Santo, David comprende esto y pide ser creado de nuevo:
Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio y renueva un
espíritu fiel dentro de mí. No me expulses de tu presencia y no me quites tu
Espíritu Santo. Restaura en mí la alegría de tu salvación y haz que esté
dispuesto a obedecerte (Sal
51:10-12 NTV).
De esta forma, mil años
antes de Jesucristo, Dios establece la condición fundamental para la redención
del ser humano, para la victoria sobre el pecado y la muerte: Nacer de Nuevo.
Este fundamento estará siendo revelado mediante los profetas del Antiguo
Testamento.
»”Entonces los rociaré con agua pura y quedarán limpios.
Lavaré su inmundicia y dejarán de rendir culto a ídolos. Les daré un corazón
nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de ustedes. Les quitaré ese terco
corazón de piedra y les daré un corazón tierno y receptivo.* Pondré mi Espíritu
en ustedes para que sigan mis decretos y se aseguren de obedecer mis ordenanzas (Eze 36:25-27 NTV).
Hasta llegar al mismísimo
Jesús:
Jesús le respondió: —Te digo la verdad, a menos que
nazcas de nuevo,* no puedes ver el reino de Dios. —¿Qué quieres decir? —exclamó
Nicodemo —. ¿Cómo puede un hombre mayor volver al vientre de su madre y nacer
de nuevo? Jesús le contestó: —Te digo la verdad, nadie puede entrar en el reino
de Dios si no nace de agua y del Espíritu.* El ser humano sólo puede reproducir
la vida humana, pero la vida espiritual nace del Espíritu Santo.* Así que no te
sorprendas cuando digo: “Tienen que nacer de nuevo” (Jua 3:3-7 NTV).
Así que, a menos que
acepte de todo corazón el pago que Jesús hizo de todos mis pecados al morir en
esa cruz y resucitar venciendo al pecado y a la muerte, todo por amor a mí. No
podré Nacer de Nuevo y sigo atado(a), inevitablemente, a la naturaleza pecadora
del ser humano.
Miren cuánto nos ama el Padre que somos llamados hijos de
Dios. ¡Y de veras lo somos! Como la mayoría de la gente no conoce a Dios,
tampoco reconoce lo que somos (1Jn 3:1
NBD).
La buena noticia, el
Evangelio de Jesucristo, es que ahora eres un(a) legítimo(a) y auténtico(a)
Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo y, aunque pecamos, porque aún pecamos…
Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros (1Jn 1:10 RV60).
…la forma en que Dios
trata con los pecados de Sus Hijos ahora es muy diferente, veamos:
El Señor envió a Natán para que le dijera a David: —Había
dos hombres que vivían en una ciudad. Uno era rico, y otro pobre. El rico tenía
muchas ovejas y ganado. Pero el pobre no tenía nada, excepto una ovejita que
había comprado y criado. La ovejita creció con él y sus hijos, comía de su
comida, bebía de su vaso y dormía en su regazo. Ella era para el hombre pobre
como su propia hija. Sucedió entonces que un viajero llegó a visitar al hombre
rico. Este quería ofrecerle de comer pero como no quería matar a ninguna de sus
ovejas ni ganado para alimentar al viajero, tomó la ovejita del hombre pobre y
la mandó preparar para darle de comer a su huésped. David se enojó tanto contra
el hombre rico que le dijo a Natán: —¡Tan cierto como que el Señor vive, que el
que hizo eso merece la muerte! Debe pagar cuatro vecesa el valor de la oveja
por haber cometido este acto terrible y no haber tenido piedad. Entonces Natán
le dijo a David: —¡Tú eres ese hombre! El Señor Dios de Israel dice: “Te elegíb
para que fueras el rey de Israel. Te libré de Saúl. Dejé que tomaras a su
familia y sus esposas, y te hice rey de Israel y Judá. Y como si no fuera
suficiente, te di cada vez más. ¿Por qué entonces ignoraste mi mandato e
hiciste lo que me desagrada? Dejaste que los amonitas mataran a Urías el hitita
para quedarte con su esposa. Es como si tú mismo lo hubieras matado en batalla.
¡Por eso tu familia jamás tendrá paz! Al tomar a la esposa de Urías el hitita,
me despreciaste”. Ahora el Señor dice: “Traeré desastre contra ti, y vendrá de
tu misma familia. Tomaré a tus mujeres y se las entregaré a un hombre cercano a
ti. Él dormirá con ellas y todo mundo lo sabrá. Tú te acostaste con Betsabé a
escondidas, pero tu castigo estará a la vista de todo Israel”. Entonces David
reconoció ante Natán diciendo: —He pecado contra el Señor. Natán le dijo a
David: —El Señor te perdonará incluso este pecado, no morirás. Pero por haber
hecho lo que hace que los enemigos del Señor le pierdan el respeto, tu hijo sí
morirá (2Sa 12:1-14 PDT).
Como en el caso de David,
Dios siempre nos confronta con nuestro pecado y en esta ocasión le pidió al
profeta Natán que le presentara una historia en la que, al final, el mismo
David fuera evidenciado en sus acciones. Y aunque el ser humano tiende a
ocultar o justificar sus pecados (vaya contradicción porque ¿cómo se puede
justificar un pecado?), David representa aquí a alguien que tiene una buena
relación con Dios.
Pero Dios quitó a Saúl y lo reemplazó con David, un
hombre de quien Dios dijo: “He encontrado en David, hijo de Isaí, a un hombre
conforme a mi propio corazón; él hará todo lo que yo quiero que haga” (Hch 13:22 NTV).
Siendo un prototipo de
cualquier Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo, David en lugar de esconder o
justificar su pecado, lo reconoció y lo confesó. Porque aunque en el Antiguo
Pacto los pecados se cubrían con la sangre de un cordero, ahora, en el Nuevo
Pacto en la Sangre de Jesús, en el Pacto de la Gracia, es necesario reconocer y
confesar los pecados para alcanzar la restauración mediante la Sangre de Jesús.
Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para
perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad (1Jn 1:9 RV1960).
Una vez que hemos
reconocido y confesado el pecado, Fiel y Justo es Dios para perdonarnos y
limpiarnos por la mediación de nuestro abogado que es Cristo Jesús.
Mis
queridos hijos, les escribo estas cosas para que no pequen. Pero si alguno
peca, tenemos ante el Padre a un intercesor, a Jesucristo, el Justo. Él es el
sacrificio por el perdón de[a] nuestros pecados, y no sólo por los nuestros
sino por los de todo el mundo (1Jn 2:1-2 NVI).
Así que, este problema de los pecados que todavía cometemos
ya no es asunto de Satanás, ya no puede condenarnos para alejarnos de nuestro
Padre celestial.
Ahora,
pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no
andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu
de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte (Rom
8:1-2 RV1960).
No somos pecadores. Los pecadores pecan, es lo que saben
hacer y les gusta hacerlo. Nosotros somos Hijos de Dios Nacidos de Nuevo,
redimidos de la naturaleza pecaminosa por la Sangre de Jesús y si caemos en
pecado nos levantamos y corremos hacia Dios nuestro Padre.
Porque
siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse; Mas los impíos caerán en el
mal
(Pro 24:16 RV1960)
En lugar de alejarnos de Dios todos condenados, que es lo
que el diablo quiere, vamos hacia Él, confesamos nuestro pecado, le damos lugar
al arrepentimiento, la comunión es restaurada y seguimos adelante peleando la
buena batalla de la fe hasta que alcancemos la estatura del varón perfecto, Cristo
Jesús, nuestro hermano mayor.
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, muchas gracias porque me has dado
provisión y protección en esta buena batalla que estoy librando contra Satanás
y su sistema, el mundo. Gracias porque me has dado la forma de levantarme de
las caídas, aprender y seguir peleando. Entiendo que es la vieja naturaleza la
que trata de convencerme a esconderme de ti y a ocultar mis pecados, pero ella
ya no tiene nada en mí. Desde hoy, el confesarte mis pecados y el arrepentimiento
serán una constante en mi vida (ayúdame Espíritu Santo a hacerlo así, pues sin
Ti, no puedo). Ahora comprendo cuán importante es para Ti que yo honre Tu
Palabra. De toda duda y de haberme alejado de Tu Palabra, la Biblia, me
arrepiento y te pido perdón. Dios, entre más leo y medito Tu Palabra, me asombro
más y más de Tu Grande y Eterno Amor por mí. Señor Jesús, es Tu Vida, Tu
Sangre, Tu muerte y resurrección lo que me habilita para la Vida Eterna.
¡Gracias! ¡Muchas gracias, Señor Jesús! ¡Cómo no voy amarte! ¡Cómo no he de
adorarte! Siendo Tú quién eres, Dios Verdadero, hiciste de mí un(a) Hijo(a)
Tuyo(a) Nacido(a) de Nuevo. ¡Lo creo y lo recibo! Por tanto, estoy seguro(a) de que ni la muerte, ni la vida,
ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo
profundo, ni ninguna otra cosa creada me podrá separar de Tu amor, mi Dios y
Padre, que es en Cristo Jesús mi Señor. Así que, declaro que estoy
habilitado(a) por la Palabra de Dios con la Vida Eterna para reinar sobre la
tierra. Voy a establecer Tu Reino poniendo Tu Palabra, Señor, en mi mente, boca
y corazón. Yo soy la persona que Dios dice que soy en Su Palabra, la Biblia.
¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy más que vencedor(a)! ¡Todo lo
puedo en Cristo! Y, por la Sangre de Jesús, soy dichoso(a) para vivir una vida
plena y abundante. Muchas gracias, Señor Jesús. Gracias por esta Nueva Vida en
Plenitud que ahora tengo. Gracias por mi sanidad. Gracias por mi salud. Gracias
por mi prosperidad. Gracias por el Amor, la paz y el gozo que ahora disfruto.
¡Gracias por mi Victoria sobre la muerte! ¡Soy libre de la ley del pecado
y de la muerte! ¡La Palabra de Dios me
ha hecho así! En el nombre de Jesús. Amén
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación
con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda
tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste
a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados, y yo he sido
un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu
sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada hasta la última
gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar porque quiero,
Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y suficiente
Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con esta
simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido
trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo!
¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré
solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo Jaime
© 2011
Tres Recomendaciones:
Lo que acabas de suceder al reconocer a Jesucristo como el
Señor y Salvador de tu vida, de acuerdo con La Palabra de Dios, es que has
Nacido de Nuevo, ya no más como un ser humano común y corriente, sujeto a la
ley del pecado y de la muerte, sino que ahora eres un(a) legítimo(a) y
auténtico(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo, exactamente igual a
Jesucristo, quien ahora es tu Hermano Mayor. Por lo tanto, te hago estas tres
importantísimas recomendaciones:
- Orar. Orar es
platicar con Dios. Así que, búscate un lugar tranquilo donde puedas
comenzar a platicar todas tus cosas con Él. Hazlo de forma audible y
notarás como Dios siempre responderá a tu corazón.
- Leer y meditar la
Palabra de Dios. La Biblia es La Palabra de Dios, así que, consigue una
Biblia y comienza a leerla y meditarla. ¿Cómo empezar? Es muy sencillo.
Dependiendo del día que sea hoy, busca en el programa de lectura “La
Biblia en un año” y realiza las lecturas correspondientes. Este programa
lo puedes obtener en: A
Través de La Biblia En Un Ano (palabradehonor.org) Notarás que el
programa está arreglado para imprimirlo como un cuadernillo.
- En oración con
Dios, tu Padre, busca y únete a una iglesia o congregación cristiana donde
enseñen la Palabra de Dios en base a las Buenas Noticias que son el
Evangelio de Jesucristo.
*Ricardo
C. Peredo Jaime © 2020
Lectura y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás
leído toda la Biblia.
Mayo 22 Hch 27.
13-44 /
1 S 3 / Sal 51
RV60
Lectura y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás
leído toda la Biblia.
Mayo 22 Hch 27.
13-44 /
1 S 3 / Sal 51
Hechos
27. 13-44
La tempestad en el mar
13Y soplando una brisa del sur, pareciéndoles que ya tenían
lo que deseaban, levaron anclas e iban costeando Creta. 14Pero no mucho después
dio contra la nave un viento huracanado llamado Euroclidón. 15Y siendo arrebatada
la nave, y no pudiendo poner proa al viento, nos abandonamos a él y nos dejamos
llevar. 16Y habiendo corrido a sotavento de una pequeña isla
llamada Clauda, con dificultad pudimos recoger el esquife. 17Y una vez subido a
bordo, usaron de refuerzos para ceñir la nave; y teniendo temor de dar en la
Sirte, arriaron las velas y quedaron a la deriva. 18Pero siendo
combatidos por una furiosa tempestad, al siguiente día empezaron a alijar, 19y al tercer día con
nuestras propias manos arrojamos los aparejos de la nave. 20Y no apareciendo ni
sol ni estrellas por muchos días, y acosados por una tempestad no pequeña, ya
habíamos perdido toda esperanza de salvarnos.
21Entonces Pablo, como hacía ya mucho que no comíamos,
puesto en pie en medio de ellos, dijo: Habría sido por cierto conveniente, oh
varones, haberme oído, y no zarpar de Creta tan sólo para recibir este
perjuicio y pérdida. 22Pero ahora os exhorto a tener buen ánimo, pues no habrá
ninguna pérdida de vida entre vosotros, sino solamente de la nave. 23Porque esta noche ha
estado conmigo el ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo, 24diciendo: Pablo, no
temas; es necesario que comparezcas ante César; y he aquí, Dios te ha concedido
todos los que navegan contigo. 25Por tanto, oh varones, tened buen ánimo; porque yo confío
en Dios que será así como se me ha dicho. 26Con todo, es necesario que demos en alguna isla.
27Venida la decimacuarta noche, y siendo llevados a través
del mar Adriático, a la medianoche los marineros sospecharon que estaban cerca
de tierra; 28y echando la sonda, hallaron veinte brazas; y pasando un
poco más adelante, volviendo a echar la sonda, hallaron quince brazas. 29Y temiendo dar en
escollos, echaron cuatro anclas por la popa, y ansiaban que se hiciese de día. 30Entonces los
marineros procuraron huir de la nave, y echando el esquife al mar, aparentaban
como que querían largar las anclas de proa. 31Pero Pablo dijo al
centurión y a los soldados: Si éstos no permanecen en la nave, vosotros no
podéis salvaros. 32Entonces los soldados cortaron las amarras del esquife y
lo dejaron perderse.
33Cuando comenzó a amanecer, Pablo exhortaba a todos que
comiesen, diciendo: Este es el decimocuarto día que veláis y permanecéis en
ayunas, sin comer nada. 34Por tanto, os ruego que comáis por vuestra salud; pues ni
aun un cabello de la cabeza de ninguno de vosotros perecerá. 35Y habiendo dicho
esto, tomó el pan y dio gracias a Dios en presencia de todos, y partiéndolo,
comenzó a comer. 36Entonces todos, teniendo ya mejor ánimo, comieron
también. 37Y éramos todas las personas en la nave doscientas setenta
y seis. 38Y ya satisfechos, aligeraron la nave, echando el trigo al
mar.
El naufragio
39Cuando se hizo de día, no reconocían la tierra, pero
veían una ensenada que tenía playa, en la cual acordaron varar, si pudiesen, la
nave. 40Cortando, pues, las anclas, las dejaron en el mar, largando
también las amarras del timón; e izada al viento la vela de proa, enfilaron
hacia la playa. 41Pero dando en un lugar de dos aguas, hicieron encallar la
nave; y la proa, hincada, quedó inmóvil, y la popa se abría con la violencia
del mar. 42Entonces los soldados acordaron matar a los presos, para
que ninguno se fugase nadando. 43Pero el centurión, queriendo salvar a Pablo, les impidió
este intento, y mandó que los que pudiesen nadar se echasen los primeros, y
saliesen a tierra; 44y los demás, parte en tablas, parte en cosas de la nave.
Y así aconteció que todos se salvaron saliendo a tierra. [1]
1
Samuel 3
Jehová llama a Samuel
3
1El joven Samuel ministraba a Jehová en presencia de Elí;
y la palabra de Jehová escaseaba en aquellos días; no había visión con
frecuencia.
2Y aconteció un día, que estando Elí acostado en su
aposento, cuando sus ojos comenzaban a oscurecerse de modo que no podía ver, 3Samuel estaba
durmiendo en el templo de Jehová, donde estaba el arca de Dios; y antes que la
lámpara de Dios fuese apagada, 4Jehová llamó a Samuel; y él respondió: Heme aquí. 5Y corriendo luego a
Elí, dijo: Heme aquí; ¿para qué me llamaste? Y Elí le dijo: Yo no he llamado;
vuelve y acuéstate. Y él se volvió y se acostó. 6Y Jehová volvió a
llamar otra vez a Samuel. Y levantándose Samuel, vino a Elí y dijo: Heme aquí;
¿para qué me has llamado? Y él dijo: Hijo mío, yo no he llamado; vuelve y
acuéstate. 7Y Samuel no había conocido aún a Jehová, ni la palabra de
Jehová le había sido revelada. 8Jehová, pues, llamó la tercera vez a Samuel. Y él se
levantó y vino a Elí, y dijo: Heme aquí; ¿para qué me has llamado? Entonces
entendió Elí que Jehová llamaba al joven. 9Y dijo Elí a Samuel: Ve y acuéstate; y si te llamare,
dirás: Habla, Jehová, porque tu siervo oye. Así se fue Samuel, y se acostó en
su lugar.
10Y vino Jehová y se paró, y llamó como las otras veces:
¡Samuel, Samuel! Entonces Samuel dijo: Habla, porque tu siervo oye. 11Y Jehová dijo a
Samuel: He aquí haré yo una cosa en Israel, que a quien la oyere, le retiñirán
ambos oídos. 12Aquel día yo cumpliré contra Elí todas las cosas que he
dicho sobre su casa, desde el principio hasta el fin. 13Y le mostraré que yo
juzgaré su casa para siempre, por la iniquidad que él sabe; porque sus hijos
han blasfemado a Dios, y él no los ha estorbado. 14Por tanto, yo he
jurado a la casa de Elí que la iniquidad de la casa de Elí no será expiada
jamás, ni con sacrificios ni con ofrendas.
15Y Samuel estuvo acostado hasta la mañana, y abrió las
puertas de la casa de Jehová. Y Samuel temía descubrir la visión a Elí. 16Llamando, pues, Elí a
Samuel, le dijo: Hijo mío, Samuel. Y él respondió: Heme aquí. 17Y Elí dijo: ¿Qué es
la palabra que te habló? Te ruego que no me la encubras; así te haga Dios y aun
te añada, si me encubrieres palabra de todo lo que habló contigo. 18Y Samuel se lo
manifestó todo, sin encubrirle nada. Entonces él dijo: Jehová es; haga lo que
bien le pareciere.
19Y Samuel creció, y Jehová estaba con él, y no dejó caer a
tierra ninguna de sus palabras. 20Y todo Israel, desde Dan hasta Beerseba, conoció que
Samuel era fiel profeta de Jehová. 21Y Jehová volvió a aparecer en Silo; porque Jehová se
manifestó a Samuel en Silo por la palabra de Jehová. [2]
Salmos
51
Arrepentimiento, y
plegaria pidiendo purificación
Al músico principal. Salmo
de David, cuando después que se llegó a Betsabé, vino a él Natán el profeta.a
1 Ten piedad de mí, oh
Dios, conforme a tu misericordia;
Conforme a la multitud de
tus piedades borra mis rebeliones.
2 Lávame más y más de
mi maldad,
Y límpiame de mi pecado.
3 Porque yo reconozco
mis rebeliones,
Y mi pecado está siempre
delante de mí.
4 Contra ti, contra ti
solo he pecado,
Y he hecho lo malo delante
de tus ojos;
Para que seas reconocido
justo en tu palabra,
Y tenido por puro en tu
juicio.b
5 He aquí, en maldad he
sido formado,
Y en pecado me concibió mi
madre.
6 He aquí, tú amas la
verdad en lo íntimo,
Y en lo secreto me has
hecho comprender sabiduría.
7 Purifícame con
hisopo, y seré limpio;
Lávame, y seré más blanco
que la nieve.
8 Hazme oír gozo y
alegría,
Y se recrearán los huesos
que has abatido.
9 Esconde tu rostro de
mis pecados,
Y borra todas mis
maldades.
10 Crea en mí, oh Dios,
un corazón limpio,
Y renueva un espíritu
recto dentro de mí.
11 No me eches de
delante de ti,
Y no quites de mí tu santo
Espíritu.
12 Vuélveme el gozo de
tu salvación,
Y espíritu noble me
sustente.
13 Entonces enseñaré a
los transgresores tus caminos,
Y los pecadores se
convertirán a ti.
14 Líbrame de
homicidios, oh Dios, Dios de mi salvación;
Cantará mi lengua tu justicia.
15 Señor, abre mis
labios,
Y publicará mi boca tu
alabanza.
16 Porque no quieres
sacrificio, que yo lo daría;
No quieres holocausto.
17 Los sacrificios de
Dios son el espíritu quebrantado;
Al corazón contrito y
humillado no despreciarás tú, oh Dios.
18 Haz bien con tu
benevolencia a Sion;
Edifica los muros de
Jerusalén.
19 Entonces te agradarán
los sacrificios de justicia,
El holocausto u ofrenda
del todo quemada;
Entonces ofrecerán
becerros sobre tu altar. [3]
[1]Reina
Valera Revisada (1960). 1998 (Hch 27.12-44). Miami: Sociedades Bı́blicas
Unidas.
[2]Reina
Valera Revisada (1960). 1998 (1 Sm 2.36-3.21). Miami: Sociedades Bı́blicas
Unidas.
a a 51 tít.: 2 S. 12.1–15.
b b 51.4: Ro. 3.4.
[3]Reina
Valera Revisada (1960). 1998 (Sal 50.23-51.19). Miami: Sociedades Bı́blicas
Unidas.
Lectura y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás
leído toda la Biblia.
Mayo 22 Hch 27.
13-44 /
1 S 3 / Sal 51
Hechos
27. 13-44
La tempestad en el mar
13Y soplando una brisa del sur, pareciéndoles que ya tenían
lo que deseaban, levaron anclas e iban costeando Creta. 14Pero no mucho después
dio contra la nave un viento huracanado llamado Euroclidón. 15Y siendo arrebatada
la nave, y no pudiendo poner proa al viento, nos abandonamos a él y nos dejamos
llevar. 16Y habiendo corrido a sotavento de una pequeña isla
llamada Clauda, con dificultad pudimos recoger el esquife. 17Y una vez subido a
bordo, usaron de refuerzos para ceñir la nave; y teniendo temor de dar en la
Sirte, arriaron las velas y quedaron a la deriva. 18Pero siendo
combatidos por una furiosa tempestad, al siguiente día empezaron a alijar, 19y al tercer día con
nuestras propias manos arrojamos los aparejos de la nave. 20Y no apareciendo ni
sol ni estrellas por muchos días, y acosados por una tempestad no pequeña, ya
habíamos perdido toda esperanza de salvarnos.
21Entonces Pablo, como hacía ya mucho que no comíamos,
puesto en pie en medio de ellos, dijo: Habría sido por cierto conveniente, oh
varones, haberme oído, y no zarpar de Creta tan sólo para recibir este
perjuicio y pérdida. 22Pero ahora os exhorto a tener buen ánimo, pues no habrá
ninguna pérdida de vida entre vosotros, sino solamente de la nave. 23Porque esta noche ha
estado conmigo el ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo, 24diciendo: Pablo, no
temas; es necesario que comparezcas ante César; y he aquí, Dios te ha concedido
todos los que navegan contigo. 25Por tanto, oh varones, tened buen ánimo; porque yo confío
en Dios que será así como se me ha dicho. 26Con todo, es necesario que demos en alguna isla.
27Venida la decimacuarta noche, y siendo llevados a través
del mar Adriático, a la medianoche los marineros sospecharon que estaban cerca
de tierra; 28y echando la sonda, hallaron veinte brazas; y pasando un
poco más adelante, volviendo a echar la sonda, hallaron quince brazas. 29Y temiendo dar en
escollos, echaron cuatro anclas por la popa, y ansiaban que se hiciese de día. 30Entonces los
marineros procuraron huir de la nave, y echando el esquife al mar, aparentaban
como que querían largar las anclas de proa. 31Pero Pablo dijo al
centurión y a los soldados: Si éstos no permanecen en la nave, vosotros no
podéis salvaros. 32Entonces los soldados cortaron las amarras del esquife y
lo dejaron perderse.
33Cuando comenzó a amanecer, Pablo exhortaba a todos que
comiesen, diciendo: Este es el decimocuarto día que veláis y permanecéis en
ayunas, sin comer nada. 34Por tanto, os ruego que comáis por vuestra salud; pues ni
aun un cabello de la cabeza de ninguno de vosotros perecerá. 35Y habiendo dicho
esto, tomó el pan y dio gracias a Dios en presencia de todos, y partiéndolo,
comenzó a comer. 36Entonces todos, teniendo ya mejor ánimo, comieron
también. 37Y éramos todas las personas en la nave doscientas setenta
y seis. 38Y ya satisfechos, aligeraron la nave, echando el trigo al
mar.
El naufragio
39Cuando se hizo de día, no reconocían la tierra, pero
veían una ensenada que tenía playa, en la cual acordaron varar, si pudiesen, la
nave. 40Cortando, pues, las anclas, las dejaron en el mar, largando
también las amarras del timón; e izada al viento la vela de proa, enfilaron
hacia la playa. 41Pero dando en un lugar de dos aguas, hicieron encallar la
nave; y la proa, hincada, quedó inmóvil, y la popa se abría con la violencia
del mar. 42Entonces los soldados acordaron matar a los presos, para
que ninguno se fugase nadando. 43Pero el centurión, queriendo salvar a Pablo, les impidió
este intento, y mandó que los que pudiesen nadar se echasen los primeros, y
saliesen a tierra; 44y los demás, parte en tablas, parte en cosas de la nave.
Y así aconteció que todos se salvaron saliendo a tierra. [1]
1
Samuel 3
Jehová llama a Samuel
3
1El joven Samuel ministraba a Jehová en presencia de Elí;
y la palabra de Jehová escaseaba en aquellos días; no había visión con
frecuencia.
2Y aconteció un día, que estando Elí acostado en su
aposento, cuando sus ojos comenzaban a oscurecerse de modo que no podía ver, 3Samuel estaba
durmiendo en el templo de Jehová, donde estaba el arca de Dios; y antes que la
lámpara de Dios fuese apagada, 4Jehová llamó a Samuel; y él respondió: Heme aquí. 5Y corriendo luego a
Elí, dijo: Heme aquí; ¿para qué me llamaste? Y Elí le dijo: Yo no he llamado;
vuelve y acuéstate. Y él se volvió y se acostó. 6Y Jehová volvió a
llamar otra vez a Samuel. Y levantándose Samuel, vino a Elí y dijo: Heme aquí;
¿para qué me has llamado? Y él dijo: Hijo mío, yo no he llamado; vuelve y
acuéstate. 7Y Samuel no había conocido aún a Jehová, ni la palabra de
Jehová le había sido revelada. 8Jehová, pues, llamó la tercera vez a Samuel. Y él se
levantó y vino a Elí, y dijo: Heme aquí; ¿para qué me has llamado? Entonces
entendió Elí que Jehová llamaba al joven. 9Y dijo Elí a Samuel: Ve y acuéstate; y si te llamare,
dirás: Habla, Jehová, porque tu siervo oye. Así se fue Samuel, y se acostó en
su lugar.
10Y vino Jehová y se paró, y llamó como las otras veces:
¡Samuel, Samuel! Entonces Samuel dijo: Habla, porque tu siervo oye. 11Y Jehová dijo a
Samuel: He aquí haré yo una cosa en Israel, que a quien la oyere, le retiñirán
ambos oídos. 12Aquel día yo cumpliré contra Elí todas las cosas que he
dicho sobre su casa, desde el principio hasta el fin. 13Y le mostraré que yo
juzgaré su casa para siempre, por la iniquidad que él sabe; porque sus hijos
han blasfemado a Dios, y él no los ha estorbado. 14Por tanto, yo he
jurado a la casa de Elí que la iniquidad de la casa de Elí no será expiada
jamás, ni con sacrificios ni con ofrendas.
15Y Samuel estuvo acostado hasta la mañana, y abrió las
puertas de la casa de Jehová. Y Samuel temía descubrir la visión a Elí. 16Llamando, pues, Elí a
Samuel, le dijo: Hijo mío, Samuel. Y él respondió: Heme aquí. 17Y Elí dijo: ¿Qué es
la palabra que te habló? Te ruego que no me la encubras; así te haga Dios y aun
te añada, si me encubrieres palabra de todo lo que habló contigo. 18Y Samuel se lo
manifestó todo, sin encubrirle nada. Entonces él dijo: Jehová es; haga lo que
bien le pareciere.
19Y Samuel creció, y Jehová estaba con él, y no dejó caer a
tierra ninguna de sus palabras. 20Y todo Israel, desde Dan hasta Beerseba, conoció que
Samuel era fiel profeta de Jehová. 21Y Jehová volvió a aparecer en Silo; porque Jehová se
manifestó a Samuel en Silo por la palabra de Jehová. [2]
Salmos
51
Arrepentimiento, y
plegaria pidiendo purificación
Al músico principal. Salmo
de David, cuando después que se llegó a Betsabé, vino a él Natán el profeta.a
1 Ten piedad de mí, oh
Dios, conforme a tu misericordia;
Conforme a la multitud de
tus piedades borra mis rebeliones.
2 Lávame más y más de
mi maldad,
Y límpiame de mi pecado.
3 Porque yo reconozco
mis rebeliones,
Y mi pecado está siempre
delante de mí.
4 Contra ti, contra ti
solo he pecado,
Y he hecho lo malo delante
de tus ojos;
Para que seas reconocido
justo en tu palabra,
Y tenido por puro en tu
juicio.b
5 He aquí, en maldad he
sido formado,
Y en pecado me concibió mi
madre.
6 He aquí, tú amas la
verdad en lo íntimo,
Y en lo secreto me has
hecho comprender sabiduría.
7 Purifícame con
hisopo, y seré limpio;
Lávame, y seré más blanco
que la nieve.
8 Hazme oír gozo y
alegría,
Y se recrearán los huesos
que has abatido.
9 Esconde tu rostro de
mis pecados,
Y borra todas mis
maldades.
10 Crea en mí, oh Dios,
un corazón limpio,
Y renueva un espíritu
recto dentro de mí.
11 No me eches de
delante de ti,
Y no quites de mí tu santo
Espíritu.
12 Vuélveme el gozo de
tu salvación,
Y espíritu noble me
sustente.
13 Entonces enseñaré a
los transgresores tus caminos,
Y los pecadores se
convertirán a ti.
14 Líbrame de
homicidios, oh Dios, Dios de mi salvación;
Cantará mi lengua tu justicia.
15 Señor, abre mis
labios,
Y publicará mi boca tu
alabanza.
16 Porque no quieres
sacrificio, que yo lo daría;
No quieres holocausto.
17 Los sacrificios de
Dios son el espíritu quebrantado;
Al corazón contrito y
humillado no despreciarás tú, oh Dios.
18 Haz bien con tu
benevolencia a Sion;
Edifica los muros de
Jerusalén.
19 Entonces te agradarán
los sacrificios de justicia,
El holocausto u ofrenda
del todo quemada;
Entonces ofrecerán
becerros sobre tu altar. [3]
[1]Reina
Valera Revisada (1960). 1998 (Hch 27.12-44). Miami: Sociedades Bı́blicas
Unidas.
[2]Reina
Valera Revisada (1960). 1998 (1 Sm 2.36-3.21). Miami: Sociedades Bı́blicas
Unidas.
a a 51 tít.: 2 S. 12.1–15.
b b 51.4: Ro. 3.4.
[3]Reina
Valera Revisada (1960). 1998 (Sal 50.23-51.19). Miami: Sociedades Bı́blicas
Unidas.
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