lunes, 29 de abril de 2019

¡Cómo resolver el asunto del pecado!





17 de Octubre

¡El Cordero de Dios!

Por Riqui Ricón*

Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana.  Si quisiereis y oyereis, comeréis el bien de la tierra (Isa 1. 18-19).

En la meditación de este día puedo escuchar al Señor que te dice: Ven, pongamos las cosas en claro, resolvamos de una vez por todas, este asunto. ¿Son tus pecados como escarlata? ¡Quedarán blancos como la nieve! ¿Son tan rojos como el carmesí? ¡Quedarán limpios como la lana! ¿Estás tú dispuesto(a) a obedecer? ¡Comerás lo mejor de la tierra!

Esto es asombroso y muy confortante, pero ¿cómo se consigue?

Pon mucha atención, pues cuando Juan el bautista vio, por primera vez, a Jesús hizo una de las declaraciones más asombrosas que se hayan escuchado jamás:

El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo (Jn 1. 29).

Esto significa que SÍ existe una forma, que efectivamente hay una manera de quitar el pecado; no solamente limpiarlo o perdonarlo sino quitarlo, esto es, erradicarlo. Y la Biblia, que es la Palabra de Honor de Dios, es muy clara al enseñarte que esto sólo es posible por medio de Jesucristo, ¡el Cordero de Dios!

porque, como sabéis, la paga del pecado es muerte, pero el regalo de Dios es la vida eterna que nos ofrece en Cristo Jesús Señor nuestro (Ro 6.23 CST).

Aunque tú fuiste un(a) pecador y estabas destinado(a) a la muerte, Dios te ama tanto que prefirió entregar a Su propio Hijo, Jesucristo, para pagar TODOS tus pecados, antes que perderte a ti.

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él (Jn 3.17-17).

De acuerdo a la Palabra de Dios, al creer que Jesús es el Hijo de Dios que murió por Amor a ti pagando el justo castigo de tus pecados y al recibirle como Señor y Salvador de tu vida, tú Naciste de Nuevo, pero no más como un ser humano común y corriente sino que ahora eres, legal y legítimamente, un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo. Lo cual te da derecho al regalo y herencia de tu Padre celestial: ¡La Vida Eterna!

Ahora pues, a quienes pertenecemos a Cristo Jesús no nos espera ya ninguna condenación, porque la ley del poderoso Espíritu de vida que recibimos por medio de la fe en Cristo Jesús, nos libera de la ley del pecado y de la muerte (Ro 8.1-2 CST).

Así que, Jesucristo, el cordero de Dios, resolvió de una vez y para siempre el problema del pecado. Tú tienes Vida Eterna y esto significa que eres libre de la ley del pecado y de la muerte. ¡El pecado ya no puede enseñorearse más de ti! ¡Está vencido y debajo de tus pies!

Sabiendo esto, puedes comprender por qué la Biblia afirma que la paga del pecado es muerte pero el regalo de Dios es vida eterna en Cristo Jesús. No solamente vida, sino VIDA ETERNA.

Pelearán contra el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque él es Señor de señores y Rey de reyes; y los que están con él son llamados y elegidos y fieles (Apo 17.14).

Así es, mi amigo(a), Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo y, al final de los tiempos, Satanás y sus demonio pelearán contra Él y Él saldrá vencedor porque es Rey de reyes y Señor de señores. Y tú, que estás con Él y en Él, eres llamado(a) y elegido(a) y fiel.

Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí (Jn 14.6).

Como puedes ver, tú has aceptado y reconocido a Jesús como el Señor y Salvador de tu vida, por lo tanto, efectivamente, eres llamado(a) y elegido(a) y fiel.

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo que nos ha dado toda clase de bendiciones espirituales en los cielos a través de Cristo. También en Cristo, él nos escogió por amor antes de la creación del mundo para que fuéramos su pueblo santo, es decir, libres de pecado ante él. Antes de la creación del mundo, Dios decidió adoptarnos como hijos suyos a través de Jesucristo. Eso era lo que él tenía planeado y le dio gusto hacerlo. Dios nos eligió para que así se le honre por su grandioso amor, que nos dio gratuitamente por medio de su Hijo amado. La sangre que Cristo derramó en su muerte pagó el rescate para librarnos del pecado. Es decir, que Dios es tan generoso que perdona nuestras faltas (Efe 1.3-7 PDT).

¡Eres un(a) Hijo(a) amado(a) por Dios según el puro afecto de Su voluntad para contigo!

Ahora te toca CREER y recibir ese gran amor con que te ha amado pues tú, estando muerto(a) en pecados y en la incircuncisión de tu carne, te dio vida juntamente con Cristo Jesús,  perdonándote todos tus pecados, anulando el acta de los decretos que había en contra tuya, que te era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz,  y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz.

Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte (Ro 8.1-2).

¡El asunto del pecado fue totalmente resuelto por Jesús con una contundente victoria sobre la muerte! ¡Él murió y resucitó! Esta es la Vida Nueva, Esta es la Vida Eterna que ahora se te ha dado al recibirle como Señor y Salvador de tu vida. Este es el Evangelio: ¡Buenas Noticias! ¡Has Nacido de Nuevo!


Oremos en voz audible:

Gracias Señor Jesús, Tú eres el Cordero de Dios y has quitado, borrado, todos mis pecados, cargando con ellos en la cruz para triunfar ahí. Me has librado de la ley del pecado y de la muerte y ahora yo vivo bajo la ley del espíritu de Vida en Ti, mi Señor. Porque Tú vives, yo vivo. Porque Tú has vencido, yo soy más que vencedor. Ahora puedo creer y recibir este gran Amor con que me has amado haciéndome digno de recibir la Vida Eterna y abundante que, dices en Tu Palabra, yo merezco. Lo creo y lo recibo en Tu nombre Jesús.

Amado Padre celestial, ¿Qué, pues, puedo decir a todo esto? Si Tú estás conmigo, ¿quién contra mí? Si no escatimaste ni a Tu propio Hijo, sino que lo entregaste por Amor a mí, ¿cómo no me darás también con Él todas las cosas? ¿Quién me acusará? Soy escogido(a) de Dios y eres Tú, Padre, quien ya me has justificado. ¿Quién es el que me condenará? Cristo es el que murió y pagó por mí; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por mí a cada instante. ¿Quién me separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas yo, __________ (tu nombre aquí) soy más que vencedor(a) por medio de aquel que me ama. Por lo cual estoy seguro(a) de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada me puede separar de Tu Amor, oh Dios, que es en Cristo Jesús mi Señor.  Por lo tanto, acepto y recibo mi victoria sobre el pecado y sus consecuencias como la enfermedad, pobreza, depresión, temor y angustia. ¡Soy libre de todos ellos! ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy dichoso(a)! ¡Soy Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo! En el nombre de Jesús. Amén.

 Nota Importante:

¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el Todopoderoso?

Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:

Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.

*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2011


Lectura y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.

Abril 29                            Hch 13:1-25  /  Jos 18-19  /  Job 29


Hechos 13:1-25

Bernabé y Saulo comienzan su primer viaje misionero
13  Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquía, profetas y maestros: Bernabé, Simón el que se llamaba Niger, Lucio de Cirene, Manaén el que se había criado junto con Herodes el tetrarca, y Saulo. 2 Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado.3 Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron.

Los apóstoles predican en Chipre

4 Ellos, entonces, enviados por el Espíritu Santo, descendieron a Seleucia, y de allí navegaron a Chipre. 5 Y llegados a Salamina, anunciaban la palabra de Dios en las sinagogas de los judíos. Tenían también a Juan de ayudante. 6 Y habiendo atravesado toda la isla hasta Pafos, hallaron a cierto mago, falso profeta, judío, llamado Barjesús, 7 que estaba con el procónsul Sergio Paulo, varón prudente. Este, llamando a Bernabé y a Saulo, deseaba oír la palabra de Dios. 8 Pero les resistía Elimas, el mago (pues así se traduce su nombre), procurando apartar de la fe al procónsul. 9 Entonces Saulo, que también es Pablo, lleno del Espíritu Santo, fijando en él los ojos, 10 dijo: !!Oh, lleno de todo engaño y de toda maldad, hijo del diablo, enemigo de toda justicia! ¿No cesarás de trastornar los caminos rectos del Señor? 11 Ahora, pues, he aquí la mano del Señor está contra ti, y serás ciego, y no verás el sol por algún tiempo. E inmediatamente cayeron sobre él oscuridad y tinieblas; y andando alrededor, buscaba quien le condujese de la mano. 12 Entonces el procónsul, viendo lo que había sucedido, creyó, maravillado de la doctrina del Señor.

Pablo y Bernabé en Antioquía de Pisidia

13 Habiendo zarpado de Pafos, Pablo y sus compañeros arribaron a Perge de Panfilia; pero Juan, apartándose de ellos, volvió a Jerusalén. 14 Ellos, pasando de Perge, llegaron a Antioquía de Pisidia; y entraron en la sinagoga un día de reposo y se sentaron. 15 Y después de la lectura de la ley y de los profetas, los principales de la sinagoga mandaron a decirles: Varones hermanos, si tenéis alguna palabra de exhortación para el pueblo, hablad. 16 Entonces Pablo, levantándose, hecha señal de silencio con la mano, dijo: Varones israelitas, y los que teméis a Dios, oíd: 17 El Dios de este pueblo de Israel escogió a nuestros padres, y enalteció al pueblo, siendo ellos extranjeros en tierra de Egipto, y con brazo levantado los sacó de ella. 18 Y por un tiempo como de cuarenta años los soportó en el desierto; 19 y habiendo destruido siete naciones en la tierra de Canaán, les dio en herencia su territorio. 20 Después, como por cuatrocientos cincuenta años, les dio jueces hasta el profeta Samuel. 21 Luego pidieron rey, y Dios les dio a Saúl hijo de Cis, varón de la tribu de Benjamín, por cuarenta años. 22 Quitado éste, les levantó por rey a David, de quien dio también testimonio diciendo: He hallado a David hijo de Isaí, varón conforme a mi corazón, quien hará todo lo que yo quiero. 23 De la descendencia de éste, y conforme a la promesa, Dios levantó a Jesús por Salvador a Israel. 24 Antes de su venida, predicó Juan el bautismo de arrepentimiento a todo el pueblo de Israel. 25 Mas cuando Juan terminaba su carrera, dijo: ¿Quién pensáis que soy? No soy yo él; mas he aquí viene tras mí uno de quien no soy digno de desatar el calzado de los pies.


Josué 18-19

Territorios de las demás tribus
18  Toda la congregación de los hijos de Israel se reunió en Silo, y erigieron allí el tabernáculo de reunión, después que la tierra les fue sometida. 2 Pero habían quedado de los hijos de Israel siete tribus a las cuales aún no habían repartido su posesión. 3 Y Josué dijo a los hijos de Israel: ¿Hasta cuándo seréis negligentes para venir a poseer la tierra que os ha dado Jehová el Dios de vuestros padres? 4 Señalad tres varones de cada tribu, para que yo los envíe, y que ellos se levanten y recorran la tierra, y la describan conforme a sus heredades, y vuelvan a mí. 5 Y la dividirán en siete partes; y Judá quedará en su territorio al sur, y los de la casa de José en el suyo al norte. 6 Vosotros, pues, delinearéis la tierra en siete partes, y me traeréis la descripción aquí, y yo os echaré suertes aquí delante de Jehová nuestro Dios. 7 Pero los levitas ninguna parte tienen entre vosotros, porque el sacerdocio de Jehová es la heredad de ellos; Gad también y Rubén, y la media tribu de Manasés, ya han recibido su heredad al otro lado del Jordán al oriente, la cual les dio Moisés siervo de Jehová. 8 Levantándose, pues, aquellos varones, fueron; y mandó Josué a los que iban para delinear la tierra, diciéndoles: Id, recorred la tierra y delineadla, y volved a mí, para que yo os eche suertes aquí delante de Jehová en Silo. 9 Fueron, pues, aquellos varones y recorrieron la tierra, delineándola por ciudades en siete partes en un libro, y volvieron a Josué al campamento en Silo. 10 Y Josué les echó suertes delante de Jehová en Silo; y allí repartió Josué la tierra a los hijos de Israel por sus porciones. 11 Y se sacó la suerte de la tribu de los hijos de Benjamín conforme a sus familias; y el territorio adjudicado a ella quedó entre los hijos de Judá y los hijos de José. 12 Fue el límite de ellos al lado del norte desde el Jordán, y sube hacia el lado de Jericó al norte; sube después al monte hacia el occidente, y viene a salir al desierto de Bet-avén. 13 De allí pasa en dirección de Luz, al lado sur de Luz (que es Bet-el), y desciende de Atarot-adar al monte que está al sur de Bet-horón la de abajo. 14 Y tuerce hacia el oeste por el lado sur del monte que está delante de Bet-horón al sur; y viene a salir a Quiriat-baal (que es Quiriat-jearim), ciudad de los hijos de Judá. Este es el lado del occidente. 15 El lado del sur es desde el extremo de Quiriat-jearim, y sale al occidente, a la fuente de las aguas de Neftoa; 16 y desciende este límite al extremo del monte que está delante del valle del hijo de Hinom, que está al norte en el valle de Refaim; desciende luego al valle de Hinom, al lado sur del jebuseo, y de allí desciende a la fuente de Rogel. 17 Luego se inclina hacia el norte y sale a En-semes, y de allí a Gelilot, que está delante de la subida de Adumín, y desciende a la piedra de Bohán hijo de Rubén, 18 y pasa al lado que está enfrente del Arabá, y desciende al Arabá. 19 Y pasa el límite al lado norte de Bet-hogla, y termina en la bahía norte del Mar Salado, a la extremidad sur del Jordán; este es el límite sur. 20 Y el Jordán era el límite al lado del oriente. Esta es la heredad de los hijos de Benjamín por sus límites alrededor, conforme a sus familias. 21 Las ciudades de la tribu de los hijos de Benjamín, por sus familias, fueron Jericó, Bet-hogla, el valle de Casis, 22 Bet-arabá, Zemaraim, Bet-el, 23 Avim, Pará, Ofra, 24 Quefar-haamoni, Ofni y Geba; doce ciudades con sus aldeas; 25 Gabaón, Ramá, Beerot, 26 Mizpa, Cafira, Mozah, 27 Requem, Irpeel, Tarala, 28 Zela, Elef, Jebús (que es Jerusalén), Gabaa y Quiriat; catorce ciudades con sus aldeas. Esta es la heredad de los hijos de Benjamín conforme a sus familias.
19  La segunda suerte tocó a Simeón, para la tribu de los hijos de Simeón conforme a sus familias; y su heredad fue en medio de la heredad de los hijos de Judá. 2 Y tuvieron en su heredad a Beerseba, Seba, Molada, 3 Hazar-sual, Bala, Ezem, 4 Eltolad, Betul, Horma, 5 Siclag, Bet-marcabot, Hazar-susa, 6 Bet-lebaot y Saruhén; trece ciudades con sus aldeas; 7 Aín, Rimón, Eter y Asán; cuatro ciudades con sus aldeas; 8 y todas las aldeas que estaban alrededor de estas ciudades hasta Baalat-beer, que es Ramat del Neguev. Esta es la heredad de la tribu de los hijos de Simeón conforme a sus familias. 9 De la suerte de los hijos de Judá fue sacada la heredad de los hijos de Simeón, por cuanto la parte de los hijos de Judá era excesiva para ellos; así que los hijos de Simeón tuvieron su heredad en medio de la de Judá. 10 La tercera suerte tocó a los hijos de Zabulón conforme a sus familias; y el territorio de su heredad fue hasta Sarid. 11 Y su límite sube hacia el occidente a Marala, y llega hasta Dabeset, y de allí hasta el arroyo que está delante de Jocneam; 12 y gira de Sarid hacia el oriente, hacia donde nace el sol, hasta el límite de Quislot-tabor, sale a Daberat, y sube a Jafía. 13 Pasando de allí hacia el lado oriental a Gat-hefer y a Ita-cazín, sale a Rimón rodeando a Nea. 14 Luego, al norte, el límite gira hacia Hanatón, viniendo a salir al valle de Jefte-el; 15 y abarca Catat, Naalal, Simrón, Idala y Belén; doce ciudades con sus aldeas. 16 Esta es la heredad de los hijos de Zabulón conforme a sus familias; estas ciudades con sus aldeas. 17 La cuarta suerte correspondió a Isacar, a los hijos de Isacar conforme a sus familias. 18 Y fue su territorio Jezreel, Quesulot, Sunem, 19 Hafaraim, Sihón, Anaharat, 20 Rabit, Quisión, Abez, 21 Remet, En-ganim, En-hada y Bet-pases. 22 Y llega este límite hasta Tabor, Sahazima y Bet-semes, y termina en el Jordán; dieciséis ciudades con sus aldeas. 23 Esta es la heredad de la tribu de los hijos de Isacar conforme a sus familias; estas ciudades con sus aldeas. 24 La quinta suerte correspondió a la tribu de los hijos de Aser conforme a sus familias. 25 Y su territorio abarcó Helcat, Halí, Betén, Acsaf, 26 Alamelec, Amad y Miseal; y llega hasta Carmelo al occidente, y a Sihorlibnat. 27 Después da vuelta hacia el oriente a Bet-dagón y llega a Zabulón, al valle de Jefte-el al norte, a Bet-emec y a Neiel, y sale a Cabul al norte. 28 Y abarca a Hebrón, Rehob, Hamón y Caná, hasta la gran Sidón. 29 De allí este límite tuerce hacia Ramá, y hasta la ciudad fortificada de Tiro, y gira hacia Hosa, y sale al mar desde el territorio de Aczib. 30 Abarca también Uma, Afec y Rehob; veintidós ciudades con sus aldeas. 31 Esta es la heredad de la tribu de los hijos de Aser conforme a sus familias; estas ciudades con sus aldeas. 32 La sexta suerte correspondió a los hijos de Neftalí conforme a sus familias. 33 Y abarcó su territorio desde Helef, Alón-saananim, Adami-neceb y Jabneel, hasta Lacum, y sale al Jordán. 34 Y giraba el límite hacia el occidente a Aznot-tabor, y de allí pasaba a Hucoc, y llegaba hasta Zabulón al sur, y al occidente confinaba con Aser, y con Judá por el Jordán hacia donde nace el sol. 35 Y las ciudades fortificadas son Sidim, Zer, Hamat, Racat, Cineret, 36 Adama, Ramá, Hazor, 37 Cedes, Edrei, En-hazor, 38 Irón, Migdal-el, Horem, Bet-anat y Bet-semes; diecinueve ciudades con sus aldeas. 39 Esta es la heredad de la tribu de los hijos de Neftalí conforme a sus familias; estas ciudades con sus aldeas. 40 La séptima suerte correspondió a la tribu de los hijos de Dan conforme a sus familias. 41 Y fue el territorio de su heredad, Zora, Estaol, Ir-semes, 42 Saalabín, Ajalón, Jetla, 43 Elón, Timnat, Ecrón, 44 Elteque, Gibetón, Baalat, 45 Jehúd, Bene-berac, Gat-rimón, 46 Mejarcón y Racón, con el territorio que está delante de Jope. 47 Y les faltó territorio a los hijos de Dan; y subieron los hijos de Dan y combatieron a Lesem, y tomándola la hirieron a filo de espada, y tomaron posesión de ella y habitaron en ella; y llamaron a Lesem, Dan, del nombre de Dan su padre. 48 Esta es la heredad de la tribu de los hijos de Dan conforme a sus familias; estas ciudades con sus aldeas. 49 Y después que acabaron de repartir la tierra en heredad por sus territorios, dieron los hijos de Israel heredad a Josué hijo de Nun en medio de ellos; 50 según la palabra de Jehová, le dieron la ciudad que él pidió, Timnat-sera, en el monte de Efraín; y él reedificó la ciudad y habitó en ella. 51 Estas son las heredades que el sacerdote Eleazar, y Josué hijo de Nun, y los cabezas de los padres, entregaron por suerte en posesión a las tribus de los hijos de Israel en Silo, delante de Jehová, a la entrada del tabernáculo de reunión; y acabaron de repartir la tierra.

Job 29

Job recuerda su felicidad anterior
29
Volvió Job a reanudar su discurso, y dijo:
2 !!Quién me volviese como en los meses pasados,
Como en los días en que Dios me guardaba,
3 Cuando hacía resplandecer sobre mi cabeza su lámpara,
A cuya luz yo caminaba en la oscuridad;
4 Como fui en los días de mi juventud,
Cuando el favor de Dios velaba sobre mi tienda;
5 Cuando aún estaba conmigo el Omnipotente,
Y mis hijos alrededor de mí;
6 Cuando lavaba yo mis pasos con leche,
Y la piedra me derramaba ríos de aceite!
7 Cuando yo salía a la puerta a juicio,
Y en la plaza hacía preparar mi asiento,
8 Los jóvenes me veían, y se escondían;
Y los ancianos se levantaban, y estaban de pie.
9 Los príncipes detenían sus palabras;
Ponían la mano sobre su boca.
10 La voz de los principales se apagaba,
Y su lengua se pegaba a su paladar.
11 Los oídos que me oían me llamaban bienaventurado,
Y los ojos que me veían me daban testimonio,
12 Porque yo libraba al pobre que clamaba,
Y al huérfano que carecía de ayudador.
13 La bendición del que se iba a perder venía sobre mí,
Y al corazón de la viuda yo daba alegría.
14 Me vestía de justicia, y ella me cubría;
Como manto y diadema era mi rectitud.
15 Yo era ojos al ciego,
Y pies al cojo.
16 A los menesterosos era padre,
Y de la causa que no entendía, me informaba con diligencia;
17 Y quebrantaba los colmillos del inicuo,
Y de sus dientes hacía soltar la presa.
18 Decía yo: En mi nido moriré,
Y como arena multiplicaré mis días.
19 Mi raíz estaba abierta junto a las aguas,
Y en mis ramas permanecía el rocío.
20 Mi honra se renovaba en mí,
Y mi arco se fortalecía en mi mano.
21 Me oían, y esperaban,
Y callaban a mi consejo.
22 Tras mi palabra no replicaban,
Y mi razón destilaba sobre ellos.
23 Me esperaban como a la lluvia,
Y abrían su boca como a la lluvia tardía.
24 Si me reía con ellos, no lo creían;
Y no abatían la luz de mi rostro.
25 Calificaba yo el camino de ellos, y me sentaba entre ellos como el jefe;
Y moraba como rey en el ejército,
Como el que consuela a los que lloran.









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