27 de Noviembre
¡Aquí está tu victoria!
Por Riqui Ricón*
sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado (Ga 2. 16).
Las obras de la ley son aquellas que realizas por mérito y esfuerzo propio cuando tratas de cumplir la ley de Dios con tus propias fuerzas para así estar en buenos términos con el Señor y además, poder gozar de Su Presencia y de Sus promesas. Por lo que puedes leer en la Biblia, éste es y será siempre, un esfuerzo inútil.
La Biblia, que es la Palabra de Dios y no miente, te enseña que las obras de la ley son producto de la carne, mientras que las obras de la fe, las que realizas creyéndole a Dios al creer Su Palabra, son espirituales pues son producto del espíritu.
Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios (Ro 8.5-8).
La buena noticia (y lo realmente interesante aquí), es que tú No eres de la carne, sino que tú realmente eres del Espíritu (de lo contrario no estarías leyendo esta reflexión). Tú eres un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo y ya no vives más conforme con tu carne sino que ahora vives conforme al Espíritu.
Los que se dejan dominar por la baja naturaleza, viven sólo para auto complacerse, pero los que viven de acuerdo con el Espíritu Santo se conducen como agrada a Dios. El dejarse conducir por el Espíritu Santo produce vida y paz, pero el dejarse conducir por la vieja naturaleza produce muerte, porque la vieja naturaleza pecaminosa que está en nosotros, siempre se rebela contra Dios. Nunca ha obedecido la ley de Dios y nunca podrá obedecerla. Por eso, los que continúan bajo el dominio de su antiguo yo pecador y se empeñan en continuar con sus perversidades, jamás podrán agradar a Dios (Ro 8.5-8 BAD).
De hecho, si tú quieres agradar a Dios lo único que necesitas es fe, esto es, creerle a Dios creyendo Su Palabra, pues está escrito que sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan. (He 11.6).
Ser justificado significa ser declarado justo por Dios, quien es el juez de todo el Universo. Tu justificación no es resultado de las obras que hiciste, ni de las que puedas hacer, sino que la salvación es resultado de tu fe en la obra de Jesucristo.
Tu justificación es resultado de creer lo que Dios dice: que Jesús era el unigénito Hijo de Dios, quien se dio a sí mismo por Amor a ti, para PAGAR TODOS tus pecados y, de esta forma, hacerte libre de esa vieja naturaleza pecaminosa que no puede, ni podrá, obedecer a Dios.
Pero ahora, tú has Nacido de Nuevo y no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre (1 P 1.23).
Así que, ahora eres nueva creatura, tienes una naturaleza totalmente nueva e incorruptible y eres libre de toda acusación o cargo que se te imputaba.
Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu (Ro 8.2-4).
Pon mucha atención aquí, porque cuando tú pecas, y no hay hombre o mujer que no peque (Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros -1 Jn 1.10), esto no significa que tú vivas conforme a la carne, pues la Verdad es que tu espíritu, y el Espíritu Santo que vive en ti, te guían al arrepentimiento para vivir siempre conforme al Espíritu.
Entonces, no existe otra forma de estar en buenos términos con el Señor y poder gozar de Su Presencia y de Sus promesas que por medio de la fe de Jesucristo.
La fe es, pues, necesaria para agradar a Dios. Por eso, todo el que quiera acercarse a Dios debe creer que existe y que premia a los que sinceramente le buscan (He 11.6 CST).
Esto no significa que no debes actuar y vivir de acuerdo a la Palabra de Dios, sino todo lo contrario, pues ahora, como un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo actúas de acuerdo a lo que crees:
· Que Dios te ama tanto que prefirió entregar a Su propio Hijo para pagar todos tus pecados antes que perderte a ti.
· Que así, Dios te ha declarado justo(a) por la fe de Jesucristo.
· Por eso, AHORA piensas, hablas y vives como justo(a) pues eso es lo que eres y,
· Ya no practicas más el pecado.
Es esta identidad, que proviene de tu fe en la Palabra de Dios, la que ahora te impulsa a actuar y vivir acorde con lo que crees y declaras que eres.
¡Aquí está tu victoria!
Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? (1 Jn 5.4-5).
Recuerda siempre que no es lo que tú hagas o puedas hacer para Dios lo que te define. Lo que te define es lo que Dios dice en Su Palabra acerca de quién tú eres ahora. La Biblia, la Palabra de Dios, es la Verdad Absoluta y ella, la Verdad, establece que, por la obra redentora de la Cruz y la Victoria de Jesús sobre la muerte, ahora tú eres un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo no de simiente corruptible, sino de la incorruptible semilla que es la Palabra de Dios que vive y permanece para siempre.
Así que, sea cual sea el problema, aflicción, enfermedad o reto que estés enfrentando el día de hoy, afírmate en tu identidad como Hijo(a) de Dios, desecha toda condenación; y si has caído arrepiéntete y confiesa tu pecado pues él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad (1 Jn 1.9b). Y, por último, disponte a salir más que vencedor en todas las cosas.
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, Tú dices en Tu Palabra (y yo lo creo), que Con Cristo estoy juntamente crucificado(o), y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe de Tu Hijo, Jesús, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. Padre, hoy comprendo un poco más de Tu Gracia y Gran Amor, por lo tanto no la desecho; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás habría muerto Cristo Jesús. Por lo tanto, me determino a no pensar, hablar o sentir acerca de mí, como un(a) fracasado(a), ni frustrado(a), ni vencido(a), ni hipócrita, ni ningún otro pensamiento, palabra o actitud de engaño y mentira hacia mi persona. Por Tu Gracia y Amor yo soy lo que soy. Por Tu Gracia y Amor yo, ___________ (tu nombre aquí), soy quién Tú dices en la Biblia que soy: justificado(a) y perdonado(a); un(a) Hijo(a) Tuyo(a) Nacido(a) de Nuevo. Así que, tengo toda la autoridad y libertad para actuar y vivir manifestando lo que ya soy: justo(a), santo(a) y perfecto(a). No porque tenga que hacerlo como si careciera de ello, sino porque, gracias a Ti, Jesucristo, eso es lo que soy. En consecuencia, en este día, me declaro sano(a), libre, próspero(a) y en paz para vivir esa vida plena y abundante que Tú, mi Señor y Salvador Jesucristo, compraste para mí. En el nombre de Jesús. Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo Jaime © 2011
Lectura y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Noviembre 27 Gal 2 / Jer 49-50 / Sal 143
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