16 de Mayo
¡Constante y persistente para Vencer!
Por Riqui Ricón*
Antes de la batalla, los israelitas fueron a Betel y le preguntaron a
Dios: —¿Cuál de las tribus debe ser la primera en atacar a la gente de
Benjamín? El SEÑOR contestó: —Judá debe ir primero... Pero los guerreros de
Benjamín, que estaban defendiendo la ciudad, salieron y mataron ese día a
veintidós mil israelitas en el campo de batalla. Sin embargo, los israelitas se
animaron unos a otros y otra vez tomaron sus posiciones en el mismo lugar donde
habían luchado el día anterior. Pues habían subido a Betel y habían llorado en
presencia del SEÑOR hasta la noche. Le habían preguntado al SEÑOR: —¿Debemos
salir nuevamente a pelear contra nuestros parientes de Benjamín? Y el SEÑOR
había dicho: —Salgan a pelear contra ellos. Así que, al día siguiente,
volvieron a pelear contra los hombres de Benjamín, pero los hombres de Benjamín
mataron a otros dieciocho mil israelitas, todos ellos expertos en el uso de la
espada… Los israelitas le preguntaron al SEÑOR: —¿Debemos volver a pelear
contra nuestros parientes de Benjamín o debemos detenernos? El SEÑOR dijo:
—¡Vayan! Mañana se los entregaré (Jue
20.18, 21-25, 28 NTV).
Una vez más, la lectura de
la Palabra de Dios para el día de hoy es muy ilustrativa del tipo y forma de
vida que tú estás destinado(a) a vivir.
Vemos aquí al pueblo de
Israel acercándose a consultar a Dios varias veces antes de entrar a batalla.
Lo curioso es que a pesar de haberlo consultado fueron derrotados las dos
primeras veces y perdieron 40 mil hombres.
¿Cómo debes actuar ante el
fracaso y la derrota? ¿Qué enseña la Biblia al respecto? Partiendo de esta
lectura, la Palabra de Dios nos enseña varias cosas importantes para todos
aquellos que son Hijos de Dios Nacidos de Nuevo.
Después de la primer y
segunda derrota ellos se mantuvieron buscando a Dios. Fueron constantes y
persistentes en creer que sólo Dios tenía la respuesta y la victoria para
ellos.
Pacientemente esperé a Jehová, Y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Y me
hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; Puso mis pies sobre
peña, y enderezó mis pasos. Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a
nuestro Dios. Verán esto muchos, y temerán, Y confiarán en Jehová (Sal
40.1-3).
En el lenguaje de la Biblia, esperar pacientemente a Jehová, significa esperar la respuesta del Señor
constante y persistentemente. Esto es, no una vez, ni dos, sino constante y
persistentemente, con la certeza y confianza que Él responderá.
Entonces los israelitas subieron a lamentarse delante del Señor hasta la
tarde. Luego consultaron al Señor, diciendo: "¿Tenemos que entablar un
nuevo combate con los hijos de nuestro hermano Benjamín?". Y el Señor
respondió: "Suban a atacarlo". De esta manera, la tropa israelita
recobró el valor y volvió a disponer sus filas para el combate en el mismo
lugar que el primer día (Jue
20.22-23 LPD).
Después de su primer
derrota, ellos no huyeron, ni se fueron lamentándose y auto compadeciéndose por
su fracaso. Tampoco culparon a Dios por su fracaso. Lo que sí hicieron fue ir a
la Presencia de Dios para escuchar Su Palabra.
Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de
su fuerza (Efe 6.10).
Y, ¿cuál es este poder de la
fuerza de Dios en que debes fortalecerte? ¿Acaso el Poder de la fuerza de Dios
son manifestaciones de fuerza como los huracanes, truenos y relámpagos? ¿No,
más bien, el Poder de la Fuerza de Dios es Su Eterna, Infalible e Inmutable
Palabra?
Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra
de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía (He 11.3).
Así que, el Poder de la
Fuerza de Dios es Su Palabra.
La Palabra de Dios es tan
real y poderosa que ella misma produce la fe que necesitas para poder creer.
Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios (Ro 10.17).
De esta manera, la fe que
necesitas para triunfar el día de hoy viene cuando escuchas con atención el
mensaje que fluye de la Biblia acerca de Jesucristo.
La Palabra de Dios produce
fe y por lo tanto te llena de fortaleza
para encarar cualquier reto, problema, enfermedad o aflicción.
Y daré por respuesta a mi avergonzador, Que en tu palabra he confiado (Sal 119.42).
No importa si parece que tu
vida haya sido una espiral de continuos fracasos y derrotas, ni que hayas
perdido una, dos o mil batallas; todo eso es aparente, pues ahora, en Cristo
Jesús, tú has sido declarado(a) más que vencedor(a) por la Palabra de Dios.
Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de
aquel que nos amó (Ro 8.37).
¡Levántate y sacúdete
cualquier tipo de desánimo! Sé constante y persistente en creer pues, al fin y
al cabo, tú eres la persona que Dios dice en Su Palabra que eres: justo(a),
santo(a), perfecto(a), humilde, servicial, amoroso(a), igual a Cristo Jesús, ni
más ni menos.
Entonces, ¿cómo actuar ante
el fracaso y la derrota? Sólo recuerda que el fracaso y la derrota siempre son
aparentes, pues son parte del sistema de este mundo que se basa no en la fe a
la Palabra de Dios sino en las mentiras y engaños del diablo que terminan por
producir miedo, angustia, ansiedad y temor.
Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que entre tanto que
estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor (porque por fe
andamos, no por vista); pero confiamos, y más quisiéramos estar
ausentes del cuerpo, y presentes al Señor (2 Co 5.6-8).
Pon la Palabra de Dios en tu boca, mente y corazón,
y deshecha las mentiras y acechanzas del diablo. ¡Vive confiado(a) siempre,
porque por fe andas y no por vista! No permitas que la apariencia terrible y amenazadora
de tus problemas te desplace de tu posición de Victoria que es tu identidad
como un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo.
Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la
victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. ¿Quién es el que
vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? (1 Jn 5.4-5).
Mira lo que la Biblia dice:
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito,
para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque
no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo
sea salvo por él (Jn 3.16-17).
¡Dios te ama tanto que
prefirió entregar a Su propio Hijo antes que perderte a ti! Por ese amor, ¡Ahora
eres Eterno(a)!
MIREN CUÁNTO NOS ama el Padre celestial que permite que seamos llamados
hijos de Dios. ¡Y lo mas maravilloso es que de veras lo somos! Naturalmente,
como la mayoría de la gente no conoce a Dios, no comprende por qué lo somos (1 Jn 3.1 BAD)
¡Por Amor a ti, Dios, el
Todopoderoso, te ha declarado Su propio Hijo(a)! ¡Ahora eres un(a) auténtico y
legítimo Hijo de Dios, igual a Jesucristo y eres Eterno(a)!
Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también
participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el
imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que
por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre (He 2.14-15).
El fracaso y la derrota
siempre son aparentes. Aunque te suene extraño (si lo meditas a la luz de la
Palabra de Dios no lo será), la muerte de 40 mil hombres no significa nada para
Dios, pues en la vida del Reino, aún la muerte (especialmente ella) también es
aparente.
Todavía estaba hablando Jesús, cuando llegaron unos hombres de la casa
de Jairo, jefe de la sinagoga, para decirle: —Tu hija ha muerto. ¿Para qué
sigues molestando al Maestro? Sin hacer caso de la noticia, Jesús le dijo al
jefe de la sinagoga: —No tengas miedo; cree nada más (Mar 5.35-36 NVI).
En este mundo no hay nada
tan definitivo como la muerte. Para los seres humanos la muerte es el fin de
toda esperanza. Pero esto no es así para con los Hijos de Dios. No tengas temor
a nada, sólo tienes que creer, creerle a Dios creyendo Su Palabra.
—¿Hace cuánto tiempo que le pasa esto? —preguntó Jesús al padre del
muchacho. —Desde que era muy pequeño —contestó él —. A menudo el espíritu lo
arroja al fuego o al agua para matarlo. Ten misericordia de nosotros y ayúdanos
si puedes. —¿Cómo que “si puedo”? —preguntó Jesús —. Todo es posible si uno
cree (Mar
9.21-23 NTV).
Al que cree, al que le cree
a Dios, ¡Todo le es posible!
Así qué, Pelea la buena batalla de la fe; haz tuya la
vida eterna, a la que fuiste llamado y por la cual hiciste aquella admirable
declaración de fe delante de muchos testigos (1 Ti 6.12 NVI).
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, muchas gracias por el gran
Amor con que me amas. Gracias porque
estando yo muerto(a) en delitos y pecados Tú me diste Vida juntamente con
Cristo Jesús, y no me diste cualquier clase de vida sino la Vida Eterna que
sólo un(a) Hijo(a) de Dios puede tener. Señor Jesús, muchas gracias por lo que
hiciste por Amor a mí al morir en esa cruz y al resucitar venciendo a la
muerte. Yo, que antes no era nada ni nadie, ahora, gracias a Ti, soy linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por
Dios y puedo proclamar las virtudes de aquel que me llamó de las tinieblas a su
luz admirable, ¡Cristo Jesús! Yo que en otro tiempo no era más que una
creatura, pero que ahora soy Hijo(a) de Dios; que en otro tiempo no había
alcanzado misericordia, pero ahora he alcanzado misericordia. Gracias, muchas
gracias Señor Jesús. Por lo tanto, me determino, con Tu ayuda, Espíritu Santo, a no
dejarme engañar por palabras y pensamientos de desaliento, fracaso o derrota.
Yo creo lo que Tú dices acerca de mí: que por Tu Sangre, Señor Jesús, me has
redimido de todo pueblo, lengua o nación; y me has hecho un(a) Hijo(a) de Dios
Nacido(a) de Nuevo. Tú, Señor Jesús, me has hecho rey (reina) y sacerdote
(sacerdotisa) para nuestro Dios, y REINARÉ sobre esta tierra. Así que, hoy me
levanto en tu nombre Jesús, a cumplir el propósito y destino Eterno que
compraste para mí en esa cruz. Por lo tanto, hoy declaro que soy sano(a), soy
libre, soy próspero(a) y soy dichoso(a) en todas las cosas. Resisto, con la
Palabra de Dios, al espíritu de temor, al desaliento y a la depresión; no
recibo a la enfermedad, ni a la pobreza; perdono a todos los que me han
lastimado y defraudado y recibo la salud, el gozo, la paz y el amor que son mi
herencia y mi derecho, Voy hacer de mi vida una vida que valga la pena vivirse.
¡Voy a vivir una vida plena y abundante! ¡Nada ni nadie me pueden detener! En
el nombre de Jesús. Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo
establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en
voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a
Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el
Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis
pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí
acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa
derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a
entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi
único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios
Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a
Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido
de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más
estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo
Jaime © 2012
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Mayo
16 Hch
23.23 – 24.9 / Jue 20 / Sal 45
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