13 de Mayo
¡En Su Presencia!
Por Riqui Ricón*
Como
el ciervo brama por las corrientes de las aguas, Así clama por ti, oh Dios, el
alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿Cuándo vendré, y me
presentaré delante de Dios? (Sal 42. 1-2).
En el corazón de cada creyente, de cada Hijo(a) de
Dios Nacido(a) de Nuevo, existe un clamor, un reclamo, que fluye de la profunda
necesidad que tenemos de la Presencia de nuestro Dios y Padre. No sólo en
momentos de necesidad apremiante, sino en cualquier momento, desearías poder
reducir la velocidad de los acontecimientos que te rodean para acallar tu alma
y disfrutar la delicia de la comunión con Aquel que te ama tanto que dio Su
propia vida por amor a ti: Cristo Jesús.
Lamentablemente, muchos creyentes dejan de lado su
identidad como Hijos de Dios Nacidos de
Nuevo y acuden delante de Su Padre mayormente para pedir ayuda en los momentos
de necesidad. Desconociendo mucho de Su Amor, Poder y Fidelidad se olvidan que
Aquel que da de comer a las aves y viste a los lirios del campo, prometió
cuidar de Sus Hijos.
Y
si así viste Dios la hierba que hoy está en el campo, y mañana es echada al
horno, ¿cuánto más a vosotros, hombres de poca fe? Vosotros, pues,
no os preocupéis por lo que habéis de comer, ni por lo que habéis de beber, ni
estéis en ansiosa inquietud. Porque todas estas cosas buscan las
gentes del mundo; pero vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de estas cosas.
Mas buscad el reino de Dios, y todas estas cosas os serán añadidas (Luc 12.
28-31).
En este día es muy importante que comprendas que el
reino de Dios no es un lugar físico, ni consiste en comida o bebida, sino que
el reino de Dios es un sistema de gobierno que se rige bajo las leyes de la fe
y del Amor que Dios mismo estableció en Su Palabra, la Biblia.
Al
salir él para seguir su camino, vino uno corriendo, e hincando la rodilla
delante de él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida
eterna? Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay
bueno, sino sólo uno, Dios. Los mandamientos sabes: No adulteres.
No mates. No hurtes. No digas falso testimonio. No defraudes. Honra a tu
padre y a tu madre. El entonces, respondiendo, le dijo: Maestro, todo esto lo
he guardado desde mi juventud. Entonces Jesús, mirándole, le amó,
y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los
pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz (Mar 10.17-21).
¡Dios es bueno! Lo único que pide de ti es que
permanezcas en Su Palabra, creyéndole a Él. Que te mantengas firme en creer lo
que Dios dice acerca de quién ahora tú eres. Tú ya no eres más una creatura, ni
hombre o mujer de poca fe; ahora, por Cristo Jesús, por Su Sangre preciosa derramada
hasta la última gota en esa cruz por amor a ti, eres un(a) Hijo(a) de Dios
Nacido(a) de Nuevo, amado(a) y adquirido(a) para Dios al precio más alto que se
pueda pagar.
Tú fuiste comprado(a) al único precio que, una vez
saldado, puede establecerte con TODA JUSTICIA como un(a) Hijo(a) legítimo(a) de
Dios. Ese precio fue la muerte y resurrección de Su propio Hijo, Jesús.
El
que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros,
¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? (Ro 8. 32).
Tú comienzas a establecer el reino de Dios cuando
crees Su Palabra, primeramente en tu vida al hacer de la Biblia la norma máxima
de tu vida poniéndola en tu boca, mente y corazón; ésta, la Palabra de Dios,
que no miente, produce un cambio en tu forma de pensar renovando tu mente y
llenándote de fe.
Ahora, te das cuenta que, de acuerdo a Su Palabra,
eres un(a) ciudadano(a) del Reino. Te das cuenta que en verdad, literalmente,
eres un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo y, por lo tanto, no existe
problema, enfermedad, situación, ni condición alguna que te pueda separar del
Amor de Dios, que es en Cristo Jesús, tu Señor y Salvador. Esto te hace, necesariamente,
más que vencedor(a) en todas las cosas.
¿Por
qué te abates, oh alma mía, Y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque
aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío (Sal 42.
5).
Esperar en Dios no significa resignarse con la
esperanza de que Él, si quiere, haga algo a tu favor. ¡No! Esperar en Dios
significa ser constante y persistente para recibir lo que Él te ha prometido.
Significa tener tal conocimiento de Su Persona que puedes permanecer en Su
Presencia en tranquila adoración, teniendo la certeza de lo que estás esperando
y la convicción de que aquello que aún no ves se materializara, pues Él te lo
ha prometido y tu Padre jamás faltará a Su Palabra.
¿Qué
tuviste, oh mar, que huiste? ¿Y tú, oh Jordán, que te volviste atrás? Oh
montes, ¿por qué saltasteis como carneros, Y vosotros, collados, como
corderitos? A la presencia de Jehová tiembla la tierra, A la presencia del Dios
de Jacob, El cual cambió la peña en estanque de aguas, Y en fuente de aguas la
roca (Sal 114.5-8).
De hecho, la Biblia declara que, por la Sangre del
Nuevo Pacto, tú has sido totalmente renovado(a) y el Espíritu Santo, Dios
mismo, ahora está en ti y contigo. Así es, Su Amorosa y Formidable Presencia
está en ti y contigo, por lo tanto, puedes tener la certeza (y la paz, que
sobrepasa todo entendimiento), que esos problemas, enfermedades o aflicciones
que enfrentas el día de hoy, están temblando y huyendo a la Presencia del Dios de Jacob, el cual
cambia tu lamento en baile y te ciñe toda(o) de
alegría (Sal 30.11).
Así que, no pongas tu atención a lo difícil de tu
situación, ni en tus emociones o sentimientos al respecto. Atiende a la Palabra
de Dios, disfruta Su Presencia y comienza alabar y adorarle. Resiste al diablo
y sus mentiras y no te permitas estar en ansiosa inquietud. Eres un(a) Hijo(a)
del Rey y puedes esperar constante y persistentemente en Su Palabra, pues
primero el cielo y la tierra dejarán de existir, antes que Dios, tu Padre, deje
de cumplirte Su Palabra.
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, en este día quiero alabarte
y adorarte más que nunca. Eres mi Padre, mi amigo, mi Dios, mi Rey, Señor y
Salvador. Sin Ti no vivo. Gracias por lo que has hecho por mí y en mí. ¡Soy
Nueva creación! Gracias Jesús por Tu Sangre preciosa que me ha lavado y
limpiado de toda mi maldad y hoy soy justo(a) santo(a) y perfecto(a) por lo que
Tú hiciste por mí en esa cruz. ¡Te amo, Jesús! En Tu nombre resisto al espíritu
de temor y duda. Sé, que sé, que en todas las cosas soy más que vencedor por
medio de Tu Amor, que estás en mí y conmigo. Hoy le digo a mis circunstancias
que Tú estás conmigo y si Dios es conmigo ¿quién contra mí? ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy dichoso(a)! ¡Todo lo
puedo en Cristo que me fortalece! En Tu Presencia Señor yo tengo plenitud de
gozo. En el nombre de Jesús. Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo
establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en
voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a
Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el
Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis
pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí
acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa
derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a
entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único
y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues
con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido
trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo!
¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré
solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo
Jaime © 2012
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Mayo
13 Hch
21. 1-36 / Jue 16 / Sal 42
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