Domingo 16 de Junio de 2013.
¡Escrito está!
Por Riqui Ricón*
Entonces dijo al hombre que
tenía la mano seca: Levántate y ponte en medio. Y les dijo: ¿Es
lícito en los días de reposo hacer bien, o hacer mal; salvar la vida, o
quitarla? Pero ellos callaban. Entonces, mirándolos alrededor con
enojo, entristecido por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: Extiende tu
mano. Y él la extendió, y la mano le fue restaurada sana (Mar 3.3-5).
De acuerdo a la Biblia, que es la
Palabra de Dios, y no miente, la dureza del corazón hace enojar y entristecer
al Señor Jesús. Esto se debe a que la dureza del corazón no es otra cosa más
que incredulidad a la Palabra de Dios, pues, la mayoría de las personas que
dicen creer en Dios, saben que Él es Todopoderoso y, por lo tanto, saben que no
hay nada imposible ni difícil para Él, sin embargo, pareciera que esto no es
suficiente y prefieren sostenerse de la religión y las tradiciones que a creer lo
que dice Su Palabra: Que además de Todopoderoso, Dios está lleno de misericordia
y de Amor por ti.
Respondiendo
él, les dijo: Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, como está escrito:
Este pueblo de labios me honra, Mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano
me honran, Enseñando como doctrinas mandamientos de hombres. Porque dejando el
mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres: los lavamientos
de los jarros y de los vasos de beber; y hacéis otras muchas cosas semejantes.
Les decía también: Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra
tradición. Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre; y:
El que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente. Pero
vosotros decís: Basta que diga un hombre al padre o a la madre: Es Corbán (que
quiere decir, mi ofrenda a Dios) todo aquello con que pudiera ayudarte, y
no le dejáis hacer más por su padre o por su madre, invalidando la
palabra de Dios con vuestra tradición que habéis transmitido. Y muchas cosas
hacéis semejantes a estas (Mar 7.6-13).
Así que,
dejemos atrás la tradición religiosa y conozcamos a Dios, al Dios amoroso y
verdadero que está en la Biblia.
¿Podrá
Dios, hoy, sanarte o ayudarte en la situación o problema que estas enfrentando?
¡Claro! Él todo lo puede.
¿Querrá
Dios sanarte o ayudarte en la situación o problema que estas enfrentando hoy? ¡Desde
luego! ¡Él es bueno!
Jesús le dijo: ¿Por qué me
llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios (Mar 10.18).
¿Por qué querría Dios hacer esto
por ti, siendo tú como has sido? ¡Porque sin lugar a dudas, Él te ama con todo
Su corazón!
Porque de tal manera amó Dios
al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree,
no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su
Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él (Jn 3.16-17).
Nunca me cansaré de repetirlo una
y otra vez, Él te ama tanto que prefirió entregar a Su propio Hijo, para pagar
la culpa por tus pecados, antes que perderte a ti. Jesús no viene a tu vida a
condenarte, a recordarte lo fracasado(a), frustrado(a), pecador(a),
incompetente, irresponsable o inútil que has sido. ¡No! ¡Nada de eso! La razón
por la que Él pagó con Su Vida, derramando hasta la última gota de Su Sangre en
esa cruz, fue por Amor a ti, fue para darte Vida; Vida nueva; Vida abundante.
¡Vida Plena! ¡Vida Eterna!
Todo aquel que cree que Jesús
es el Cristo, es nacido de Dios; y todo aquel que ama al que engendró, ama
también al que ha sido engendrado por él (1 Jn 5.1).
Por este Gran Amor que Dios
siente por ti, no sólo tienes Vida Eterna sino que (y esta es la verdadera
razón por la cual ahora tienes Vida Eterna), por medio de tu fe, de creerle a
Dios, creyendo Su Palabra, ahora eres nacido(a) de Dios. ¡Tú eres, por tu fe en
Jesucristo, un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo!
¡Fíjense qué gran amor nos ha dado el Padre, que se nos llame hijos de Dios! ¡Y lo somos!
El mundo no nos conoce,
precisamente porque no lo conoció a él (1 Jn 1.1 NVI).
siendo renacidos, no de
simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y
permanece para siempre (1 P 1.23).
Ahora, por la Gracia de Dios, ya
no eres más la misma persona que antes eras. Hoy, eres totalmente nuevo(a) y
diferente. Eres un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo, no de simiente que se
pueda corromper, sino de la incorruptible semilla que es la Palabra de Dios que
vive y permanece para siempre.
La persona que ahora tú eres,
ese(a) Hijo(a) amado(a) de Dios, ha sido engendrado(a) por la Palabra de Dios
mediante el Poder del Espíritu Santo, quien ahora vive en ti y contigo.
Sadrac, Mesac y Abed-nego
respondieron al rey Nabucodonosor, diciendo: No es necesario que te respondamos
sobre este asunto. He aquí
nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de
tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no
serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado (Dan 3.16-18).
¡Qué fe la de estos tres jóvenes!
¡Qué vehemencia en su declaración! Tenían la plena certeza que Dios podía y
quería salvarlos. Ante tremendo problema y circunstancia como la ira del rey y
el martirio y la muerte inminente, no dieron lugar al temor ni a la duda, sino
que se fortalecieron en el Señor y en el poder de Su
fuerza, y
abriendo su boca hicieron tan tremenda declaración de fe que, pienso, a Dios no
le quedó otra más que venir a salvarlos en persona.
De pronto, Nabucodonosor, lleno de asombro, se puso de
pie de un salto y exclamó a sus asesores: —¿No eran tres los hombres que atamos
y arrojamos dentro del horno? —Sí, su Majestad, así es —le contestaron. —¡Miren!
—gritó Nabucodonosor—. ¡Yo veo a cuatro hombres desatados que caminan en medio
del fuego sin sufrir daño! ¡Y el cuarto hombre se parece a un dios! Entonces
Nabucodonosor se acercó tanto como pudo a la puerta del horno en llamas y
gritó: «¡Sadrac, Mesac y Abed-nego, siervos del Dios Altísimo, salgan y vengan
aquí!». Así que Sadrac, Mesac y Abed-nego salieron del fuego. Entonces los
altos funcionarios, autoridades, gobernadores y asesores los rodearon y vieron
que el fuego no los había tocado. No se les había chamuscado ni un cabello, ni
se les había estropeado la ropa. ¡Ni siquiera olían a humo! Entonces Nabucodonosor
dijo: «¡Alabado sea el Dios de Sadrac, Mesac y Abed-nego! Envió a su ángel para
rescatar a sus siervos que confiaron en él. Desafiaron el mandato del rey y
estuvieron dispuestos a morir en lugar de servir o rendir culto a otro dios que
no fuera su propio Dios (Dan 3.24-28 NTV).
¿Cómo puede uno alcanzar tal fe,
tal certeza y convicción? Ellos conocían a Dios, sabían que es clemente y
misericordioso y, sobre todo, estaban convencidos de que Él no miente pues
conocían Su Palabra. ¿Cómo puedes tú hoy estar seguro(a) que Dios puede
ayudarte y quiere hacerlo por amor a ti? Pues porque ahora tienes una relación
de Padre a Hijo(a) con el único Dios Vivo y Verdadero.
El Espíritu mismo da
testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si
hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo (Ro 8.16-17a).
¡Escrito está!
Dios no es hombre, para que
mienta, Ni hijo de hombre para que se arrepienta. El dijo, ¿y no hará? Habló,
¿y no lo ejecutará? He aquí, he recibido orden de bendecir; El dio bendición,
y no podré revocarla (Num 23.19-20).
Sin importar
cuál sea el problema, enfermedad o aflicción que estás enfrentando el día de
hoy, de todos, tú saldrás más que vencedor(a) por medio de Aquel que te amó,
Cristo Jesús.
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, en esta
hora te doy gracias porque en Cristo Jesús tengo la plena certeza y la
manifestación más gloriosa de Tu Amor por mí. Esto es, puedo erguirme hoy y
encarar cualquier problema, tristeza, enfermedad o aflicción, sabiendo que Tú
estás conmigo y que saldré más que vencedor(a) por medio de Aquel que me amó,
Jesucristo mi Señor. Puedo, Padre, como Sadrac, Mesac y Abed-nego, declarar con
fe, con toda certeza y seguridad, que todo lo puedo en Cristo; declaro que es
Tu Amor quien me sostiene y que nada ni nadie me podrán hacer frente todos los
días de mi vida pues así como estuviste con Jesús, estás conmigo. ¡Gracias,
Jesús! Te amo con todo mí ser. Declaro en Tu nombre, Jesucristo, que lo mejor de
mi vida ya comenzó. ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy el (la) vencedor(a)! En el
nombre de Jesús. Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo
establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en
voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a
Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el
Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis
pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí
acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa
derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a
entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi
único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios
Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a
Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido
de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más
estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo
Jaime © 2011
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Junio
16 Mar
3.1-19 /
2 Sam 6 / Dan 3
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