jueves, 26 de julio de 2012

¿Cómo puedes estar seguro(a) de que ciertamente vencerás?


Miércoles 25 de Julio de 2012.
¡Por el Nuevo Pacto en la Sangre de Jesús!
Por Riqui Ricón*
De la misma manera, tomó la copa después de haber cenado y dijo: "Esta copa es el nuevo pacto de Dios con vosotros, sellado con mi sangre. Siempre que bebáis esta copa, hacedlo en memoria de mí" (1 Co 11.25).
¿A qué se refiere Jesús al establecer un Nuevo Pacto en Su Sangre?
Si tú puedes hoy dar cabal respuesta a esta pregunta, te aseguro que tu vida nunca más será la misma. Comenzarás a ser esa persona capaz, sana, poderosa y feliz que Dios ha determinado que tú seas.
La Promesa del Nuevo Pacto fue dada por Dios a través del ministerio del profeta Jeremías. Esto nos ubica en el momento preciso en que, por haber abandonado a Dios, invalidando así el Pacto con Él, el Señor comienza a dar cumplimiento a todas Sus Palabras respecto a los transgresores. Palabras que durante tanto tiempo les fueron habladas por los profetas: el Templo y la Santa ciudad de Jerusalén fueron destruidos; el pueblo fue muerto por hambre, espada y enfermedad; los sobrevivientes fueron hechos esclavos y dispersados a otras naciones. A tal grado fueron avergonzados y confundidos que parecían más un pueblo maldito que aquel que alguna vez fueron: el Pueblo Elegido de Dios.
Y oré a Jehová mi Dios e hice confesión diciendo: Ahora, Señor, Dios grande, digno de ser temido, que guardas el pacto y la misericordia con los que te aman y guardan tus mandamientos; hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos hecho impíamente, y hemos sido rebeldes, y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus ordenanzas. No hemos obedecido a tus siervos los profetas, que en tu nombre hablaron a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros padres y a todo el pueblo de la tierra. Tuya es, Señor, la justicia, y nuestra la confusión de rostro, como en el día de hoy lleva todo hombre de Judá, los moradores de Jerusalén, y todo Israel, los de cerca y los de lejos, en todas las tierras adonde los has echado a causa de su rebelión con que se rebelaron contra ti. Oh Jehová, nuestra es la confusión de rostro, de nuestros reyes, de nuestros príncipes y de nuestros padres; porque contra ti pecamos.  (Dan 9.4-8).
Así, Dios no pudo más sufrir la naturaleza caída y corrompida de Su propio pueblo, del pueblo que había adquirido para Sí, mediante el  Antiguo Pacto.
La introducción para el Nuevo Pacto  fue profetizada por David cuando éste comprendió, por revelación del Espíritu de Dios, que por más que se arrepintiera y pidiera perdón, la expiación de pecados ofrecida en el Antiguo Pacto, sólo cubría sus pecados momentáneamente, pero él seguiría siendo el mismo hombre atado a la ley del pecado y de la muerte.
Fue entonces que clamó a Dios para que Éste interviniera directamente en su persona para hacer de él un hombre totalmente diferente al que hasta ese momento era:
Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches de delante de ti, Y no quites de mí tu santo Espíritu. Vuélveme el gozo de tu salvación, Y espíritu noble me sustente. Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, Y los pecadores se convertirán a ti (Sal 51.10-13).
Un hombre o mujer justificado(a) bajo la sangre del Antiguo Pacto, irremisiblemente volverá a pecar.
La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios,  pues no se somete a la ley de Dios,  ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios (Ro 8.7-8 NVI).
La antigua ley fue apenas una sombra de los bienes prometidos, no la propia imagen de su realidad. Por eso, aun estando en vigor y aunque los sacrificios se repetían año tras año, sin cesar, no podía alcanzarse la meta de la salvación. De haberse "podido, con un solo sacrificio hubiera sido suficiente: los fieles habrían quedado definitivamente purificados y habrían dejado de sentirse culpables de pecado. Pero, al contrario, los sacrificios anuales les recordaban sus pecados, los cuales no podía quitar la sangre de los toros y de los machos cabríos (He 10.1-4 CST).
Un hombre o mujer justificado(a) bajo la sangre del Antiguo Pacto, irremisiblemente volverá a pecar y a colocarse así bajo la maldición del pecado que es la muerte.
Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna. Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro (Ro 6.22-23).
Es por esto que está declarado en la Escritura que el Nuevo Pacto es un mejor Pacto, establecido sobre mejores promesas.
1.    A diferencia del Antiguo Pacto, el Nuevo Pacto tiene una garantía. Lo más hermoso de esto, es el hecho maravilloso que Jesucristo mismo, el primogénito de entre los muertos, es quién garantiza el Nuevo Pacto.
Por tanto, Jesús es hecho fiador de un mejor pacto (He 7.22).
2.    El Nuevo Pacto es un Pacto perfecto.
Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas. Porque si aquel primero hubiera sido sin defecto, ciertamente no se hubiera procurado lugar para el segundo (He 8.6-7).
3.    El Nuevo Pacto es eterno y, por lo tanto, no se puede invalidar.
Porque yo Jehová soy amante del derecho, aborrecedor del latrocinio para holocausto; por tanto, afirmaré en verdad su obra, y haré con ellos pacto perpetuo. Y la descendencia de ellos será conocida entre las naciones, y sus renuevos en medio de los pueblos; todos los que los vieren, reconocerán que son linaje bendito de Jehová (Isa 61.8-9).
Y haré con ellos pacto de paz, pacto perpetuo será con ellos; y los estableceré y los multiplicaré, y pondré mi santuario entre ellos para siempre. Estará en medio de ellos mi tabernáculo, y seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo (Eze 37.26-27).
4.    Jesús es también el sumo sacerdote del Nuevo Pacto.
Por lo tanto,  ya que en Jesús,  el Hijo de Dios,  tenemos un gran sumo sacerdote que ha atravesado los cielos,  aferrémonos a la fe que profesamos. Porque no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades,  sino uno que ha sido tentado en todo de la misma manera que nosotros,  aunque sin pecado. Así que acerquémonos confiadamente al trono de la gracia para recibir misericordia y hallar la gracia que nos ayude en el momento que más la necesitemos (He 4.14-16 NVI).
5.    ¡La Garantía del Nuevo Pacto es el Espíritu Santo!
En él también ustedes,  cuando oyeron el mensaje de la verdad,  el evangelio que les trajo la salvación,  y lo creyeron,  fueron marcados con el sello que es el Espíritu Santo prometido. Éste garantiza nuestra herencia hasta que llegue la redención final del pueblo adquirido por Dios,* para alabanza de su gloria (Efe 1.13-14 NVI).
Así como Jesucristo es la pieza clave para nuestra redención, el Espíritu Santo lo es para nuestra resurrección (Vida Nueva), como Hijos de Dios Nacidos de Nuevo.
Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados (1 Co 15.22).
¿Acaso no saben ustedes que todos los que fuimos bautizados para unirnos con Cristo Jesús,  en realidad fuimos bautizados para participar en su muerte? Por tanto,  mediante el bautismo fuimos sepultados con él en su muerte,  a fin de que,  así como Cristo resucitó por el poder* del Padre,  también nosotros llevemos una vida nueva. En efecto,  si hemos estado unidos con él en su muerte,  sin duda también estaremos unidos con él en su resurrección. Sabemos que lo que antes éramos* fue crucificado con él para que nuestro cuerpo pecaminoso perdiera su poder,  de modo que ya no siguiéramos siendo esclavos del pecado; porque el que muere queda liberado del pecado. Ahora bien,  si hemos muerto con Cristo,  confiamos que también viviremos con él. Pues sabemos que Cristo,  por haber sido levantado de entre los muertos,  ya no puede volver a morir;  la muerte ya no tiene dominio sobre él. En cuanto a su muerte,  murió al pecado una vez y para siempre;  en cuanto a su vida,  vive para Dios. De la misma manera,  también ustedes considérense muertos al pecado,  pero vivos para Dios en Cristo Jesús (Ro 6.3-11 NVI).
La Palabra de Dios es bastante clara en cuanto que el propósito del sacrificio de Jesús va más allá de la mera justificación y del perdón de pecados. Éstos, sólo son un requisito para alcanzar el objetivo del Plan de Salvación: darte una Vida Nueva tal, que puedas ser hecho(a) Hijo(a) de Dios y disfrutar de la Vida Eterna.
Esta Vida Nueva sólo puede provenir del aliento de Dios, del espíritu de Vida en Cristo Jesús: el Espíritu Santo.
Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes,  el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu,  que vive en ustedes (Ro 8-11 NVI).
Así que, Jesús se responsabilizó de todos tus pecados pagando cada uno de ellos con Su propia Vida. Él descendió al infierno y ahí recibió todo el castigo por tus pecados. Por lo tanto, tú moriste ahí con Él y fuiste justificado(a).
Luego, el Espíritu Santo levantó a Jesús de entre los muertos para hacer de Él el primer Hijo de Dios Nacido de Nuevo. ¡Ya no es más el unigénito Hijo de Dios, sino el primogénito entre muchos hermanos! (Ro 8.29).
Ahora, de la misma forma, el Espíritu Santo, prometido con el Nuevo Pacto, ha hecho de ti un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo.
Así Dios nos ha entregado sus preciosas y magníficas promesas para que ustedes,  luego de escapar de la corrupción que hay en el mundo debido a los malos deseos,  lleguen a tener parte en la naturaleza divina (2 P 1.4 NVI).
Todas y cada una de las promesas hechas en la Biblia tienen su cumplimiento en la Sangre del Nuevo Pacto. Fueron prometidas por Dios para que tú llegases a ser participante de Su naturaleza divina.
Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? pues no conozco varón. Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios (Luc 1.34-35).
Como en el caso de Jesucristo, esta naturaleza divina (la de un(a) Hijo(a) de Dios, con Vida Eterna), sólo puede ser impartida por el Espíritu Santo.
Es por todo esto que el Espíritu Santo es la garantía del Nuevo Pacto en la Sangre de Jesús.
Es por todo esto que el Nuevo Pacto es un mejor Pacto, establecido sobre mejores promesas.
Es por todo esto que, sin importar el problema, enfermedad o situación que hoy estés enfrentando, tú has sido creado(a) de Nuevo como un(a) Hijo(a) de Dios y, por lo tanto, en todas las cosas saldrás más que vencedor(a) por medio de Su Amor, pues tú todo lo puedes en Cristo Jesús, quien te fortalece.
¡Miren cómo nos amó el Padre! Quiso que nos llamáramos hijos de Dios, y nosotros lo somos realmente. Si el mundo no nos reconoce, es porque no lo ha reconocido a él (1 Jn 3.1 LPD).
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, que hermosa es la Vida Nueva que me has dado por medio de Tu Hijo. ¡La Vida Eterna! ¡Una Vida totalmente Nueva, plena y abundante! Gracias mi Dios, por el Nuevo Pacto en la Sangre de Jesús. Jesucristo, Tú eres mi Rey, Señor y Salvador y gracias a Ti, hoy, yo ________________ (pon tu nombre aquí), al igual que Tú, también soy un(a) Hija(o) amada(o) de Nuestro Dios y Padre. Tengo Vida Eterna y la puedo (y debo), vivir en plenitud y abundancia, pues además (como si fuera poco), te tengo a Ti, Espíritu Santo como mi amigo y ayudador. Y aunque sé que en el mundo tendré aflicciones, también me has dado Tu Palabra, la Biblia, para que en Ti yo tenga paz, pues Tú has vencido al mundo y yo contigo. Gracias Señor, pues esta identidad de Hija(o) me permite amar a mis semejantes como a mí mismo(a). Por tanto, como un(a) Hijo(a) del Nuevo Pacto en la Sangre de Jesús, desecho el temor y la duda, me someto a Ti, Padre, a Tu Verdad y a Tu Palabra, resisto al diablo, a sus engaños y mentiras y éste tiene que huir de mi vida. Ahora sé, que sé, que en todas las cosas he de salir más que vencedor(a), pues todo lo puedo en Cristo que me fortalece. ¡Ya he vencido al mundo! Pues mayor eres Tú, Espíritu Santo, que estás en mí, y conmigo, que el que está en el mundo. Hoy tomo mi identidad y con toda certeza y autoridad, resisto y hecho fuera de mi vida toda enfermedad, pobreza, tristeza, depresión, soledad, temor y angustia. Cubro todo mi ser, espíritu, alma y cuerpo, con la Sangre de Jesús y llamo y recibo toda la salud, amor, paz y gozo que Tú, Jesucristo, compraste para mí al morir en la cruz. ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy feliz! ¡Soy un(a) Hija(o) de Dios Nacida(o) de Nuevo! Gracias a Ti, Señor Jesús. Gracias a la Sangre del Nuevo Pacto. Amén.
*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2011


Lectura y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Julio           25                        1 Co 11.17-34  /  2 R 5  /  Abd



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