3 de Septiembre
¡Nunca!
Por Riqui Ricón*
Con todo, yo siempre estuve contigo; Me tomaste de la mano derecha. Me has guiado según tu consejo, Y después me recibirás en gloria. ¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra. Mi carne y mi corazón desfallecen; Mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre (Sal 73.23-26).
La Biblia, que es la Palabra de Dios, y no miente, es muy insistente acerca que Dios siempre ha estado contigo. Él nunca te ha dejado y nunca te dejará. Pues, aunque tu padre y tu madre te abandonen, Él, el Señor, se harás cargo de ti (Sal 27.10), y aunque andes en valle de sombra y de muerte, no temerás mal alguno, pues Dios está contigo (Sal 23.4). Es Él quien te toma de la mano derecha para guardarte y sostenerte.
Jehová es tu guardador; Jehová es tu sombra a tu mano derecha. El sol no te fatigará de día, Ni la luna de noche. Jehová te guardará de todo mal; El guardará tu alma. Jehová guardará tu salida y tu entrada Desde ahora y para siempre (Sal 121.5-8).
Es por este conocimiento y certeza en tu corazón, que tú puedes afirmar como el rey David lo hacía: ¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra. Mi carne y mi corazón desfallecen; Mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre.
Dado que tú en verdad crees que la Biblia es la Palabra de Dios, entonces ten por seguro que tú puedes tener ese mismo conocimiento y esa misma certeza: ¡Dios es la roca de tu corazón y tu porción para siempre!
Jesucristo, el único Hijo de Dios, sabiendo que por amor a ti daría Su Vida para pagar todos tus pecados afirmó:
Yo soy la puerta; el que entre por esta puerta, que soy yo, será salvo. Se moverá con entera libertad, y hallará pastos (Jn 10.9 NVI).
La salvación, que no es otra cosa que la Vida Eterna, esa Vida plena y abundante que sólo pueden gozar los Hijos de Dios, está disponible para ti a través de la Sangre, muerte y resurrección de Jesús. ¡Él es la puerta de tu salvación!
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él (Jn3.16-17).
¡Dios te ama tanto que prefirió entregar a Su propio Hijo antes que perderte a ti!
--Yo soy el camino, la verdad y la vida --le contestó Jesús--. Nadie llega al Padre sino por mí (Jn 14.6 NVI).
Ahora, el camino al Padre (no a un Dios celoso y vengador, sino al Padre), ha sido abierto para que tú puedas gozar de la Vida Eterna, que es la misma Vida que tiene Jesús.
¡Fíjense qué gran amor nos ha dado el Padre, que se nos llame hijos de Dios! ¡Y lo somos! El mundo no nos conoce, precisamente porque no lo conoció a él (1 Jn 3.1 NVI).
Por la Sangre de Jesús, derramada hasta la última gota en la cruz del calvario, por Amor a ti; por Su muerte y Su resurrección; ahora tú eres, como dice la Escritura, un(a) auténtico(a) y legítimo(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo, no de simiente corruptible sino de la incorruptible semilla que es la palabra de Dios que vive y permanece para siempre (1 P 1.23).
Ante cualquier problema, angustia o enfermedad, puedes estar seguro(a) de que Dios mismo es el que te sostiene de la mano derecha, el que te guarda y te guía. Él no se desentiende de ti pues la relación que ahora los une es la que hay entre un Padre y un(a) Hijo(a).
Porque Dios los conoció desde el principio, y de antemano los destinó a ser semejantes a su Hijo Jesucristo, a fin de que él sea el mayor entre todos los hermanos (Ro 8.29 CST).
De acuerdo a la Palabra de Dios, por el Amor que siente por ti, Jesús, voluntariamente dejó de ser el unigénito Hijo de Dios (el único), y murió para ser el primogénito, el primero, entre muchos hermanos, de los cuales tú eres un(a) de ellos.
Sin importar cómo te sientas o cómo te veas a ti mismo(a) el día de hoy, esto es lo que dice la Palabra de Dios y es la Verdad.
El ladrón sólo viene a robar, matar y destruir; pero yo he venido para darles vida, una vida rica y permanente (Jn 10.10 CST).
Satanás es ese ladrón que sólo quiere robarte, matarte y destruirte. La única arma que él tiene para conseguir su propósito es la mentira y esta sólo puede funcionar si tú la crees.
Así es, cuando comienzas a atender las palabras y pensamientos de mentira, la duda nace y la incredulidad comienza, y esto es todo lo que el diablo necesita para sembrar desánimo en tu corazón e incitarte a la desobediencia de la Palabra de Dios.
Lo asombroso del Amor de Dios en todo esto es que Satanás ya está vencido, ¡Cristo Jesús lo venció y lo ha puesto debajo de tus pies! Cuando Naciste de Nuevo, naciste como un(a) Hijo(a) de Dios y no como eras antes, sujeto(a) a las acechanzas del diablo y esclavo(a) del pecado. ¡No!
De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas (2 Co 5.17).
Ahora, por la Sangre de Jesús, por Su muerte y Su resurrección, has nacido a la semejanza del Hijo de Dios pues, Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios (1 Jn 5.1a).
Es precisamente tu Identidad como Hijo(a) del Rey la que te da la Victoria sobre cualquier acechanza del diablo.
Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo (1 Jn 4.4).
Lo único que puede hacer el diablo es tratar de convencerte que nada de esto es verdad, que Dios miente y que, por lo tanto, tu realidad, tus problemas, enfermedades y pecados, van a prevalecer por más que intentes confiar en Dios.
PERO, Satanás pretende olvidar que tú ahora eres de Dios y, por eso, ya le has vencido, porque ¡mayor es el que está en ti, que el que está en el mundo!
Así que, no prestes atención al mundo y sus problemas; no permitas que tus circunstancias, aflicciones o enfermedades te digan en que creer y en que no. ¡Pelea la buena batalla de la fe! ¡Echa mano de la Vida Eterna! ¡Sométete a la Palabra de Dios! ¡Resiste al diablo! Éste tendrá que forzosamente huir de ti.
Así que sométanse a Dios. Resistan al diablo, y él huirá de ustedes (Sgo 4.7 NVI).
Por lo tanto, repítele en su mismísima cara: -Satanás, yo sé bien que tú has venido a hurtar, matar y destruir, PERO yo soy un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo y YA TENGO la Vida Eterna, la Vida Plena y Abundante que mi Señor Jesucristo compró para mí con Su propia Sangre. ¡Tú nada tienes en mí! ¡Estás vencido y debajo de mis pies! ¡Dios es mi Padre y yo soy Su Hijo(a)! Yo soy la persona que Dios dice en Su Palabra que soy y no la que tú pretendes que crea. Yo le creo a Dios y no a tus mentiras. Así que te tú no me tocas, te resisto y te ordeno: ¡sal fuera de mi vida en el nombre de Jesús!
Una vez puesto de acuerdo con tu enemigo, vayamos confiadamente al trono de la gracia para hallar gracia y misericordia para el oportuno socorro.
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, en esta hora quiero agradecerte por tanto y tan gran Amor que tienes para conmigo, pues estando yo muerto(a) en delitos y pecados me diste una Vida totalmente Nueva juntamente con Cristo. Gracias porque hoy puedo encarar un propósito y destino nuevo sabiendo que las cosas viejas ya pasaron y que Tú, mi Dios, has hecho Nuevas todas las cosas. Señor Jesús, gracias por lo que has hecho por mí. Por Tu muerte y por Tu resurrección ahora soy un(a) Hijo(a) de Dios al igual que Tú, mi Rey. Te amo con todo mi corazón. Por lo que dices en Tu Palabra, sé perfectamente que de todo problema, angustia o enfermedad saldré más que vencedor(a), pues todo lo puedo en Ti, en Tu unción y en Tu Palabra. Así que, no voy a prestar atención a las palabras de mentira, de fracaso y de derrota que me quieran amedrentar, ya que no he recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que yo, ______________ (tu nombre aquí), he recibido el Espíritu de adopción y hoy clamo, ¡Abba! ¡Padre! Yo soy Tuyo(a), Dios, y he vencido, pues mayor eres Tú, Espíritu Santo, que vives en mí y conmigo, que el que está en el mundo. Señor, ¡Todas y cada una de Tus Promesas son en mí, sí y amén! Me someto a Ti, mi Dios, me someto a Tu Palabra, resisto a Satanás y éste tiene que huir de mi vida. No recibo ni la duda, ni el temor, ni la enfermedad, ni la pobreza, ni la angustia, ni la depresión. ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy dichoso(a)! ¡Soy un(a) Hijo(a) de Dios! En el nombre de Jesús. Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo Jaime © 2011
Lectura y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Septiembre 3 Jn 10.1-21 / 2 Cr 8 / Sal 73
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¿Qué piensas al respecto?