domingo, 4 de septiembre de 2016

¡Cómo librarte del juicio de Dios y del castigo eterno!

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14 de Agosto

¡Sólo con Su Gracia!

Por Riqui Ricón*

!!Ay de la ciudad rebelde y contaminada y opresora! No escuchó la voz, ni recibió la corrección; no confió en Jehová, no se acercó a su Dios (Sof 3.1-2).

Aunque a veces nos cuesta trabajo comprenderlo, sobre todo después de haber conocido y creído el Amor de Dios, la Biblia es muy clara en cuanto a que existe una sentencia de parte de Dios sobre este mundo y sobre el ser humano; una sentencia que sin lugar a dudas se va a cumplir.

Y pasando Jehová por delante de él, proclamó: !!Jehová! !!Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado; que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación (Ex 34.6-7).

Ciertamente Dios, tu Padre, es clemente, misericordioso y perdonador, pero también es justo y de ningún modo tendrá por inocente al malvado.

Pero eres terco y no quieres cambiar, y así estás acumulando la ira de Dios. El castigo te llegará el día en que Dios muestre toda su ira. Ese mismo día, Dios mostrará que juzga correctamente y con justicia. Dios pagará a cada uno según lo que haya hecho. Hay algunos que son constantes en hacer el bien. Buscan de Dios la grandeza, el honor y una vida que no puede ser destruida. A ellos Dios les dará vida eterna. Hay otros que son egoístas, se niegan a seguir la verdad y han decidido seguir la injusticia. Dios los castigará con toda su ira. Castigará con grandes sufrimientos a todos y cada uno de los que hacen lo malo, tanto a los judíos como a los que no son judíos. Por el contrario, a todos los que hacen el bien Dios les dará grandeza, honor y paz, sean judíos o no. Dios juzga a todos por igual y sin favoritismos (Ro 2.5-11 PDT).

Así que, nos guste o no, hay un plazo y está establecido un tiempo en que Dios juzgará con justo juicio a los seres humanos. Sin embargo, ni tú ni yo tenemos nada que temer de ese día, pues de acuerdo a la Palabra de Dios, ese día será también un día de alegría y de victoria, para todos aquellos que son Hijos de Dios Nacidos de Nuevo por medio de Jesucristo.

Entonces vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido y también el mar. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo desde la presencia de Dios, como una novia hermosamente vestida para su esposo. Oí una fuerte voz que salía del trono y decía: «¡Miren, el hogar de Dios ahora está entre su pueblo! Él vivirá con ellos, y ellos serán su pueblo. Dios mismo estará con ellos. Él les secará toda lágrima de los ojos, y no habrá más muerte ni tristeza ni llanto ni dolor. Todas esas cosas ya no existirán más» (Apo 21.1-4 NTV).

¡Estas son muy buenas noticias! Mientras al sistema corrupto de este mundo y a todos aquellos que insisten en la maldad les espera una terrible condena, tu Padre celestial ha preparado para ti  un cielo nuevo y una tierra nueva donde no habrá más muerte ni tristeza ni llanto ni dolor.

No te escribo esto para que te alegres ni te entristezcas por el horrendo destino que le espera a alguien que por causa de su obstinado corazón persistió en rechazar a Dios; más bien te escribo esto para que adquieras conciencia del inmenso Amor que Dios siente por ti, pues al final de cuentas, tú no merecías ser librado(a) del castigo eterno.

El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dije: Después de mí viene un varón, el cual es antes de mí; porque era primero que yo (Jn 1.29-30).

¡Jesucristo es el Cordero de Dios que QUITÓ el pecado de tu Vida!

La sangre que Cristo derramó en su muerte pagó el rescate para librarnos del pecado. Es decir, que Dios es tan generoso que perdona nuestras faltas (Efe 1.7 PDT).

Con Su muerte, Jesús cumplió toda justicia pagando el justo castigo que merecían todas tus transgresiones. Pero fue con Su resurrección que venció a la muerte y pudo adoptarte como Hijo(a) Suyo(a) según el puro afecto de su voluntad (Efe 1.5) y hacerte partícipe de la Vida Eterna que es un privilegio exclusivo de los Hijos de Dios.

ANTES USTEDES ESTABAN bajo la maldición de Dios, condenados eternamente por sus delitos y pecados. Según la corriente de este mundo, eran pecadores empedernidos, y como tales, obedecían los dictados de Satanás, príncipe del imperio del aire, quien ahora mismo está operando en el corazón de los que se rebelan contra el Señor. Nosotros mismos éramos así; nuestras vidas expresaban la maldad que había en nosotros, y nos entregábamos a las perversidades a que nuestras pasiones y malos pensamientos nos empujaban. Era un mal de nacimiento, pues nacimos con una naturaleza perversa que nos mantenía bajo la ira de Dios como a los demás. Pero Dios es tan rico en misericordia y nos amó tanto que, aunque estábamos espiritualmente muertos a causa de nuestros pecados, nos vivificó con Cristo —sólo por su gracia infinitiva somos salvos—. Además, nos elevó con Cristo de la tumba a la gloria y nos hizo sentar con El en los cielos.  Ahora Dios puede, en cualquier época, poner como ejemplo de su gracia infinita la obra que en su bondad realizó en nosotros a través de Jesucristo.  Es por su gracia mediante la fe en Cristo que son ustedes salvos, y no por nada que hayan hecho. La salvación es un don de Dios  y no se obtiene haciendo el bien, porque si así fuera tendríamos de qué gloriarnos.  Somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para realizar las buenas obras que de antemano dispuso que realizáramos. Nunca olviden que antes eran paganos, y que los judíos los tenían por infieles e inmundos (aunque tienen el corazón tan inmundo como el de ustedes, pues el valor de los rituales y ceremonias que practican es externo).  Recuerden que en aquellos días ustedes vivían alejadísimos de Cristo, excluidos de la ciudadanía del pueblo de Dios, y no habían recibido la promesa. Estaban perdidos, sin Dios y sin esperanza.  Pero ahora pertenecen a Jesucristo; aunque antes andaban alejados de Dios, la sangre de Jesucristo los acercó a El (Efe 2.1-13 BAD).

¡Y todo por Amor a ti!

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él (Jn 3.16-17).

¡Dios te ama tanto que prefirió entregar a Su propio Hijo antes que perderte a ti!

MIREN CUÁNTO NOS ama el Padre celestial que permite que seamos llamados hijos de Dios. ¡Y lo mas maravilloso es que de veras lo somos! Naturalmente, como la mayoría de la gente no conoce a Dios, no comprende por qué lo somos (1 Jn 3.1 BAD).

Por este gran Amor, Dios mismo ahora te llama Su Hijo(a) y te ha dado el don, el regalo, de la Vida Eterna. ¡Tú Vivirás por Siempre! Y esto es algo que el mundo nada más NO puede comprender.

»Hoy pongo al cielo y a la tierra por testigos contra ti, de que te he dado a elegir entre la vida y la muerte, entre la bendición y la maldición. Elige, pues, la vida, para que vivan tú y tus descendientes. Ama al SEÑOR tu Dios, obedécelo y sé fiel a él, porque de él depende tu vida, y por él vivirás mucho tiempo en el territorio que juró dar a tus antepasados Abraham, Isaac y Jacob.» (Deu 30.19-20 NVI).

Dios lo planeó de esta forma. Él lo estableció así. Tanto las palabras de maldición como la Bendición que encuentras en la Biblia, ambas son Palabra de Dios y se van a cumplir al pie de la letra. Sin embargo, el anhelo, la voluntad expresa de tu Padre siempre ha sido que tú vivas bajo La Bendición.

En ese día ya no hará falta que sean avergonzados, porque dejarán de rebelarse contra mí. Quitaré al orgulloso y al arrogante de entre ustedes; no habrá más altivez en mi monte santo. Quedarán sólo los sencillos y los humildes porque son ellos quienes confían en el nombre del SEÑOR. Los del remanente de Israel no harán nada malo; nunca mentirán ni se engañarán unos a otros. Comerán y dormirán seguros, sin que nadie los atemorice». ¡Canta, oh hija de Sión; grita fuerte, oh Israel! ¡Alégrate y gózate con todo tu corazón, oh hija de Jerusalén! Pues el SEÑOR quitará su mano de juicio y dispersará a los ejércitos de tus enemigos. ¡El SEÑOR mismo, el Rey de Israel, vivirá en medio de ti! Por fin, se habrán terminado tus aflicciones y nunca jamás temerás el desastre. En ese día, la proclama en Jerusalén será: «¡Ánimo Sión! ¡No temas! Pues el SEÑOR tu Dios vive en medio de ti. Él es un poderoso salvador. Se deleitará en ti con alegría. Con su amor calmará todos tus temores. Se gozará por ti con cantos de alegría». «Reuniré a los que añoran los festivales establecidos; nunca más serán avergonzados. Sin embargo, trataré con severidad a quienes te oprimieron. Salvaré al débil y al indefenso; reuniré a los que fueron expulsados. Daré gloria y renombre a los que fueron desterrados dondequiera que hayan sido ridiculizados y avergonzados. En ese día los reuniré y los traeré de regreso a casa. Les daré un buen nombre, un nombre distinguido entre todas las naciones de la tierra, cuando, ante sus propios ojos, restauraré tu bienestar. ¡Yo, el SEÑOR, he hablado!» (Sof 3.11-20 NTV).

Como ya habrás notado, el secreto está en confiar en Dios.

Jehová de los ejércitos,  Dichoso el hombre que en ti confía  (Sal 84.12).

Confiar en Dios significa creerle a Dios; significa creer a Su Palabra.

Así que, como puedes ver, la única forma de librarte del juicio de Dios y del castigo eterno es amparándote bajo Su Amor y Su Gracia infinitos.

Oremos en voz audible:

Amado Padre celestial, en Verdad que es hermoso saberme tan amado(a) por Ti, mi Dios. Gracias por tanto y tan grande Amor. Este día (y todos los días de mi vida) lo quiero vivir bajo Tu Gracia infinita sabiéndome perdonado(a) de todos mis pecados. Creo y recibo esta Nueva Vida que Tú, Jesucristo, compraste para mí al morir y resucitar venciendo a la muerte. Yo estoy en Cristo y soy una Nueva creatura, las cosas viejas pasaron y he aquí que todas son hechas nuevas. Soy un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo y no de una simiente que se pueda corromper, sino de la incorruptible semilla que es Tu Palabra, Señor, que vive y permanece para siempre. Así, Tú has quitado el orgullo y la arrogancia de mi vida; ya no hay más altivez de mi parte en Tu Presencia. Me has hecho sencillo(a) y humilde, y ahora confío plenamente en el nombre del SEÑOR. Ya no haré nada malo; nunca mentiré ni engañaré a nadie más. Comeré y dormiré seguro(a), sin que nadie me atemorice. ¡Hoy canto y grito fuertemente! ¡Me alegro y me gozo con todo mi corazón! Pues Tú, mi Padre, has quitado Tu mano de juicio y dispersarás a los ejércitos de mis enemigos. ¡El SEÑOR mismo, el Rey de Israel, vive en medio de mí! Por fin, se habrán terminado mis aflicciones y nunca jamás temeré el desastre. En este día, yo proclamo: «¡Ánimo ________ (tu nombre aquí)! ¡No temas! Pues el SEÑOR mi Dios vive en medio de mí. Tú, Jesús, eres un poderoso salvador y te deleitas en mí con alegría. Con Tu amor calmas todos mis temores y te gozas por mí con cantos de alegría. ¡Nunca más seré avergonzado(a)! Y aunque tratarás con severidad a quienes me oprimieron, Tú, mi Dios, me salvarás. Me darás gloria y renombre dondequiera que yo haya sido ridiculizado(a) y avergonzado(a). En este día me reunirás y me traerás de regreso a casa, contigo Señor. Me darás un buen nombre, un nombre distinguido entre todas las naciones de la tierra, cuando, ante mis propios ojos, restaures mi bienestar. ¡Tú, el SEÑOR, lo has hablado y decretado en Tu Palabra, la Biblia! Así que, soy libre para recibir, por medio de la fe en Tu Palabra, el cumplimiento en mi Vida de todas y cada una de Tus Promesas. Por lo tanto, amado Padre celestial, todas y cada una de las Promesas que están en Tu Palabra son mías y para mí. Hoy puedo orar a Ti con la certeza de que me escuchas y me respondes. Tengo gozo y paz en mi corazón pues puedo pedir y recibir. Por lo tanto, en el nombre poderoso de Cristo Jesús, declaró que soy sano(a) y libre de toda enfermedad o dolencia; creo y recibo la voluntad expresa de mi Padre, Dios Todopoderoso, para ser y vivir prosperado(a) en todas las cosas. Echo fuera de mi vida todo pensamiento de temor y duda resistiendo todo engaño y mentira acerca de mí. Yo soy lo que Tú, Dios Todopoderoso, dices en la Biblia que soy: Tu Hijo(a) amado(a); especial tesoro de mi Padre; yo soy quien todo lo puedo en Cristo que me fortalece y en todas las cosas, absolutamente en todas las cosas, soy más que vencedor(a) por medio del Amor de Cristo Jesús, mi Rey, Señor y Salvador. Amén.

Nota Importante:

¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el Todopoderoso?

Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:

Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.

*Ricardo C. Peredo Jaime © 2011

Lectura y Meditación de la Palabra de Dios

Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.

Agosto 14   San Juan 1.19-34  /  1 Crónicas 7-8  /  Sofonías 3

 



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