4 de
Abril
¡Lo que es tuyo!
Por
Riqui Ricón*
Mira, Jehová tu Dios te
ha entregado la tierra; sube y toma posesión de ella, como Jehová el Dios de
tus padres te ha dicho; no temas ni desmayes (Deu 1.21).
El temor
es una fuerza espiritual tan fuerte y poderosa como la fe, pero totalmente opuesta
a ésta última. La fe y el temor son como el norte y el sur; ambos se encuentran
en el mismo eje y ejercen la misma influencia, sólo que son absolutamente
contrarios.
Cuando
las personas se acercan a mí porque están desanimadas o abatidas, o cuando yo
mismo comienzo a sentir la presión del desánimo o la depresión, siempre
pregunto: ¿qué voz estás escuchando? ¿La que te dice, ánimo, entra, ven sube y
toma posesión de ella, no temas ni desmayes, todo lo puedes en Cristo, mayor es
el que está en ti que el que está en el mundo; o la que te dice: está muy duro,
es muy difícil, estás muy enfermo(a), ya no tienes fuerzas, no va a suceder,
nunca va a cambiar, no tienes la capacidad, etc.?
La primera
voz proviene de tu Padre, es Su Palabra, la Palabra de Dios, y produce FE en tu
corazón pues sabes que Dios no miente ni se arrepiente, que TODO lo que Él dijo
lo va a hacer, que TODO lo que Él habló lo va a ejecutar. La otra voz, pretende
arrinconarte en un hoyo obscuro, paralizándote de miedo y depresión, con el
FIRME PROPOSITO de que te apartes de Dios y de Su Palabra, todo para que no
creas que eres la persona que Dios dice que eres.
- Pero,
pero… Riqui Ricón, es que tú no sabes… mi situación… el problema en que estoy
atorado(a)… es pecado…
Pues, ¡No
temas, ni desmayes! ¡Corre hacia Dios en lugar de huir de Él! Ya que siete
veces cae el justo y siete veces se vuelve a levantar (Pro 24. 16). Y quiero
que notes que la Escritura dice “el justo” no el pecador, y tú ya fuiste hecho(a)
justo(a) por el precio de la Sangre de Jesús. Es más:
Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros
fuésemos hechos justicia de Dios en él (2 Co 5.21).
Y no
solamente eres justo(a) sino que al confesarle tus pecados, tu Padre te promete
el perdón y la limpieza.
Si confesamos nuestros pecados, él
es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda
maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso,
y su palabra no está en nosotros (1 Jn 1. 9-10).
Es por esto
que cuando pecas, Satanás utiliza la condenación para alejarte de Dios,
mientras lo que debes hacer es correr a sus brazos amorosos.
¡Los
pecadores pecan! ¡Eso es lo que saben hacer y además les gusta hacerlo! Sin
embargo, esta provisión para el arrepentimiento y perdón de pecados es para los
justos, para las Hijas e Hijos de Dios Nacidos de Nuevo. Es la Palabra de Dios,
la Palabra de tu Padre a
la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar
oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros
corazones (2 P 1.19).
- Pero,
pero… no me entiendes Riqui Ricón… llevo mucho tiempo luchando con esto…
continuamente estoy cayendo… ya son muchas veces que le pido perdón a Dios…
Pues, ¡No
temas, ni desmayes! ¡Corre hacia Dios en lugar de huir de Él!
Entonces se le acercó Pedro y
le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí?
¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun
hasta setenta veces siete (Mat 18. 21-22).
Si Jesús
nos pide que perdonemos setenta veces siete ¿acaso crees que Él no está
dispuesto a perdonarte más?
¡Dios te
ama tanto que prefirió entregar a Su propio Hijo antes que perderte a ti!
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito,
para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque
no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo
sea salvo por él (Jn 3.16-17).
En Cristo
Jesús, en Su sacrificio de Amor, se encuentra ya la provisión para tu victoria,
pues así como Él murió en tu lugar, tú moriste al pecado con Jesús; porque así
como Jesús venció en tu lugar, también tú tienes la victoria en Él y con Él.
Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la
ley del pecado y de la muerte (Ro 8.2).
La ley del
pecado y de la muerte ya no está vigente en tu vida; ha sido anulada por una
ley superior: La Ley del Espíritu de Vida en Cristo Jesús.
Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo
tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo (Jn 16.33).
Aunque en
este viejo sistema del mundo siempre tendrás aflicciones, podrás siempre
enfrentarlas con paz en tu corazón, poniendo toda tu confianza en la Palabra de
Dios, pues Él ya ha vencido al mundo y por lo tanto, de toda enfermedad,
problema o aflicción, tú saldrás más que vencedor por medio de Aquel que te
amó, Cristo Jesús.
Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios… Porque
todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha
vencido al mundo, nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo,
sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? (1 Jn 5.1a, 4-5).
FE es
creerle a Dios, creyendo Su Palabra. Y es precisamente así como obtienes la
Victoria.
Así que, no
escuches la voz del desánimo y la derrota. Escucha la voz de tu Padre y mientras
te levantas setenta veces siete (o las veces que sean necesarias), por estar
cayendo en algún pecado oculto, COMIENZA A CREER que ahora eres la persona quién
Dios dice que eres: un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo, NO DE SIMIENTE
CORRUPTIBLE SINO DE UNA SEMILLA INCORRUPTIBLE que es la Palabra de Dios, que
vive y permanece para siempre (1 P 1.23).
Tarde o
temprano, cuando menos te des cuenta, vas a creer que en verdad eres quién tú
ya eres en Cristo Jesús y, entonces, el pecado ya nada tendrá en ti. ¡Esta es
la Victoria que vence al mundo!
- Pero,
pero… Riqui Ricón, a mí el doctor me diagnosticó cáncer… diabetes… SIDA…
Pues, ¡No
temas, ni desmayes! ¡Todavía no ha llegado el día, ni llegará, en que Dios
falte a Su Palabra!
Y cuando llegó la noche,
trajeron a él muchos endemoniados; y con la palabra echó fuera a los demonios,
y sanó a todos los enfermos; para que se cumpliese lo dicho por el
profeta Isaías, cuando dijo: El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó
nuestras dolencias (Mat 8. 16-17).
Dios NO te
va a sanar hoy, ni mañana. Él YA te sanó en Cristo Jesús. Lo que tienes que
hacer es creerlo, declararlo y recibirlo (sin dudarlo en tu corazón).
quien llevó él mismo nuestros
pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los
pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados (1 P 2.
24).
- Pero,
pero… Riqui Ricón, me van a despedir… no tengo para comer mucho menos para pagar
mis deudas…
Pues, ¡No
temas, ni desmayes! ¡Él es fiel! ¡No te ha dejado, ni te dejara!
Joven fui, y he envejecido, Y
no he visto justo desamparado, Ni su descendencia que mendigue pan (Sal 37.
25).
Si Dios lo
dijo, entonces Él lo va a cumplir; si Dios lo habló, entonces Él lo va a
ejecutar.
Mi Dios, pues, suplirá todo lo
que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús (Fil 4.
19).
Así que, atiende
a la Verdad, que es la Palabra de Dios, y no prestes más atención a las
mentiras del diablo. ¡No temas ni desmayes! ¡Sube y toma posesión de lo que es
tuyo!
Oremos en
voz audible:
Amado Padre celestial, realmente es asombroso que, a pesar de lo que hice
yo con mi vida, Tú me ames tanto que hayas preferido entregar a la muerte a Tu
Hijo Jesús para pagar todos mis pecados. Gracias, Señor Jesús, por lo que
hiciste por mí en la cruz ahora estoy justificado(a), perdonado(a), santificado(a)
y perfeccionado(a). Me has dado la Vida Eterna y ahora soy parte de Tu familia.
Señor Jesús, solo con mi amor y gratitud eterna podré pagar lo que hiciste por
mí. Estoy decidido(a) a creer y recibir este gran Amor para vivir en Tu
Plenitud, de la cual tomamos todos Tus Hijos. No daré lugar al temor ni a la
duda y haré de Tu Palabra, la Biblia, la norma máxima de mi existencia. No
escucharé las voces de fracaso, derrota y desánimo. Escucharé sólo Tu Palabra.
Te escucharé sólo a Ti, mi Dios, Señor y Salvador. Yo soy lo que Tú,
Todopoderoso Dios, dices que soy, ni más ni menos. ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre!
¡Soy próspero(a)! ¡Soy Hijo(a) de Dios! ¡Soy feliz! ¡Gracias Padre! Bendigo Tu
Nombre y declaro que lo mejor de mi vida ya comenzó. En el nombre de Jesús.
Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo
establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en
voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a
Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el
Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis
pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí
acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa
derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a
entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi
único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios
Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a
Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido
de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más
estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo
Jaime © 2011
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Abril 4 Mat
26. 30-46 / Deu 1.2 / Job 4
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