7 de
Enero
Por
Riqui Ricón*
Jehová Dios mío, en ti he confiado; Sálvame de todos los que me
persiguen, y líbrame (Sal 7.1).
La Biblia, que es la Palabra de
Dios, y no miente, te enseña en el Salmo 84 que el hombre o la mujer que confía
en Dios es dichoso(a). Entonces, parece que realizar una vida dichosa, plena y
en paz sobre la tierra, sí es posible y depende de tu confianza en Dios.
Depende de si en verdad le crees a Dios creyendo Su Palabra.
Jehová de los ejércitos, Dichoso el hombre que en ti confía (Sal
84.12).
Confiar en Dios es sencillo, sólo
necesitas saber que Él no miente. ¡Él no puede mentir!¡Él es Dios!
Confiar en Dios significa CREER
que Él cumplirá todas y cada una de Sus Palabras. Por otro lado, desconfiar de
Dios significa creer que Él es deshonesto y mentiroso, que no es digno de
confianza.
Satanás, tu adversario, es el
único interesado en que desconfíes de la Palabra de Dios y ponerte en el dilema
de tu vida: dado que Él es Dios, desconfiar de Él significa pensar que algunas
de las cosas que ha dicho las dijo con mala intención.
Si él logra hacerte dudar de la
Biblia, entonces logrará hacerte temer por tu vida, por tu salud, por tu
economía, por tu familia, ¡por todo!
Es por esto que el secreto para
vivir una vida dichosa es simple:
El que habita al abrigo del Altísimo Morará bajo la sombra del
Omnipotente. Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; Mi Dios, en quien confiaré (Sal
91.1-2).
Así que, confiar en Dios
significa tener la certeza, la plena convicción de que Él es honorable, esto
es, que Dios si tiene Palabra de Honor. Por esto, y no por otra cosa, hoy
puedes tú estar seguro(a) que Él te salvará de todos los que te persiguen y te
librará de todo mal, pues tú, en Dios has confiado.
Entonces vino un varón llamado Jairo, que era principal de la sinagoga,
y postrándose a los pies de Jesús, le rogaba que entrase en su casa;porque
tenía una hija única, como de doce años, que se estaba muriendo. Y mientras
iba, la multitud le oprimía. Pero una mujer que padecía de flujo de sangre
desde hacía doce años, y que había gastado en médicos todo cuanto tenía, y por
ninguno había podido ser curada,se le acercó por detrás y tocó el borde de su
manto; y al instante se detuvo el flujo de su sangre (Luc
8.41-44).
Tanto Jairo, como la mujer que
padecía de flujo de sangre, pusieron su confianza en Jesús. Ellos sabían, que
sabían, que Jesús les iba a responder con un milagro. No dudaron por
incredulidad, ni trataron de manipularlo haciéndole sentir lástima por ellos.
¡La mujer ni siquiera le preguntó! Simple y sencillamente fue y tomó su
milagro, porque decía dentro de sí: Si
tocare solamente su manto, seré salva (Mat 9.21).
Por favor pon mucha atención a
las Palabras que Jesús le dijo a Jairo cuando, a éste último, vinieron a
decirle que no recibiría el milagro que estaba esperando, pues su hija ya
estaba muerta y nada más se podía hacer:
Oyéndolo Jesús, le respondió: No temas; cree solamente, y será salva (Luc
8.50).
Lo que Dios
te pide aquí, es que dejes de poner tu atención, tu vista y corazón, en lo
difícil de tu situación o en lo grave y definitiva que pueda ser tu enfermedad,
pues eso sólo te producirá temor y anulará tu fe.
Pero al ver el fuerte
viento, tuvo miedo; y comenzando a
hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame!Al momento Jesús, extendiendo
la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste? (Mat
14.30-31).
Concentrarte
en los hechos y en las circunstancias sólo produce miedo. Sin embargo cuando
pones toda tu atención a la Verdad, que es la Palabra de Dios, entonces ésta
produce fe y te hace libre.
Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído
en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis
discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres (Jn
8.31-32).
Jesús te
dice, el día de hoy: ¡CREE SOLAMENTE! ¡Pon tu mente, vista y corazón en mi
Palabra! ¡Yo no miento, ni lo haré jamás! ¡Primero el cielo y la tierra dejan
de ser, antes que Yo deje de cumplirte mi Palabra! ¡Te amo tanto que preferí ir
a la cruz, para pagar todos tus pecados, antes que perderte a ti! ¡El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido
para que tengas vida, y para que la tengas en abundancia! Jn 10.10).
El problema
con la enfermedad, como con la mayoría de las aflicciones, es que le damos
mayor credibilidad a los síntomas, estudios y palabras del médico que a la Palabra
de Dios. No estoy diciendo que la medicina y los doctores sean malos, ya que Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de
las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación (Stgo
1.17).
Lo que sí te
estoy diciendo es cómo puedes tú ser sanado(a) hoy. Deja de poner tu atención,
emociones y corazón en esas cosas que te están llenando de miedo para hacerte
dudar. No temas, cree solamente, pues al que le cree a Dios TODO le es posible.
Decídete y haz que en tu mente, boca y corazón, Dios, tu Padre, sea una persona
con Honor.
Dios no es hombre, para que mienta, Ni hijo de hombre para que se
arrepienta. El dijo, ¿y no hará?Habló, ¿y no lo ejecutará? He aquí, he recibido
orden de bendecir; El dio bendición, y no podré revocarla (Num
23.19-20).
Tú eres
un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo. El precio que se pagó por tu Nueva
Naturaleza fue tan alto y lleno de Amor, que es absurdo pensar que ahora tu
Padre celestial esté sentado y con los brazos cruzados mientras que tú padeces
aflicciones.
¡Él YA HABLÓ
la Palabra! ¡La orden de bendición ya está sobre tu vida! ¡El precio de tu
sanidad y redención ya se pagó! ¡Su Sangre fue derramada! ¡El Nuevo Pacto fue
establecido y nada, ni nadie, pueden robarte lo que legítimamente es tuyo!
Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores;
y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido.Mas él herido
fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra
paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados (Isa
53.4-5).
Recuerda que, ningún dolor,
circunstancia o enfermedad, podrán jamás estar por encima de la Palabra de
Dios.
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, hoy estoy
decidido(a) a recibir lo que con tanto Amor pagaste para mí. Por el Nuevo Pacto
en la Sangre de Jesús, creo y recibo mi sanidad. Me declaro libre de toda
dolencia y enfermedad. Hablo salud y bienestar a cada célula, tejido, órgano y sistema
de mi ser. Rechazo todo miedo, pues yo no he recibido el espíritu de esclavitud
para estar otra vez en temor, sino que he recibido el espíritu de adopción y
hoy puedo decir, Abba, Padre. Pongo mis ojos, emociones y sentimientos en Ti,
Señor Jesús, quien eres el autor y consumador de mi fe. Pongo mis ojos y mi fe
en Tu Palabra. Creo y declaro que, ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)!
¡Soy más que vencedor(a)! ¡Todo lo puedo en Cristo! ¡Soy dichoso(a), pues yo en
Ti confío! Y, por la Sangre de Jesús, tengo todo el derecho para vivir una vida
plena y abundante. Muchas gracias, Señor Jesús. Gracias por esta Nueva Vida en
Plenitud que ahora tengo. Gracias por mi sanidad. Gracias por mi salud. Gracias
por mi prosperidad. Gracias por el Amor, la paz y el gozo que ahora disfruto.
En el nombre de Jesús. Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el
Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu
atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:
Señor
Jesús, yo creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen
María para pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te
digo el día de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí
acepto Tu Sangre preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro
mi corazón y te invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y
para siempre Tú seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi
Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe
he pasado de muerte a Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz
admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú
eres mi Padre! ¡Nunca más estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el
nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo
Jaime © 2012
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