15 de Junio
¡Totalmente Nuevo!
Por Riqui Ricón*
Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo; de otra manera, el
mismo remiendo nuevo tira de lo viejo, y se hace peor la rotura. Y
nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo rompe los
odres, y el vino se derrama, y los odres se pierden; pero el vino nuevo en
odres nuevos se ha de echar (Mar 2.21-22).
Esta porción de la Escritura
pudiera ser un poco confusa si no has comprendido a totalidad el milagro que se
operó en ti el día que reconociste a Jesucristo como tu Señor y Salvador: ¡Ese
día Naciste de Nuevo!
De modo que si alguno está en
Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas
nuevas. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo
mismo por Cristo (2 Co 5.17-18a).
¡Tú no eres un(a) viejo(a)
pecador(a) salvo(a) por Gracia! No eres un vestido viejo con un remiendo nuevo.
Tampoco eres un odre viejo con vino nuevo.
Esto significa que todo el que pertenece a Cristo se ha convertido en
una persona nueva. La vida antigua ha pasado, ¡una nueva vida ha comenzado! Y
todo esto es un regalo de Dios, quien nos trajo de vuelta a él mismo por medio
de Cristo (2 Co 5.17-18ª NTV).
La naturaleza del pecado es tal,
que no sólo corrompió al ser humano, sembrando en él la tendencia hacia lo
malo, sino que hizo que ésta tendencia hacia el pecado, conocida como concupiscencia,
se transmitiera de generación a generación. De modo que, en el pecado de Adán
todos somos pecadores y ningún remiendo nuevo, ni ninguna llenura nueva, puede
cambiar, por sí mismo, esa vieja naturaleza.
Cuando alguien se deja controlar por su naturaleza humana está en contra
de Dios y se niega a obedecer la ley de Dios. De hecho, no es capaz de
obedecerla porque los que siguen su naturaleza humana no pueden agradar a Dios (Ro 8.7-8
PDT).
El Espíritu Santo mostró todo esto
a David cuando
pedía perdón a Dios por causa de su pecado; ante la gloriosa Presencia del
Espíritu de Dios, de pronto se dio cuenta que no bastaría con una limpieza de
su alma, sino que él necesitaba algo mucho más profundo y duradero.
Pues en Verdad, ¡No
basta un remiendo de paño nuevo en una vida vieja! ¡No sirve el vino nuevo
dentro de un odre viejo!
¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los
cielos, allí estás tú; Y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú
estás. Si tomare las alas del alba Y habitare en el extremo del mar, Aun allí
me guiará tu mano, Y me asirá tu diestra. Si dijere: Ciertamente las tinieblas
me encubrirán; Aun la noche resplandecerá alrededor de mí. Aun las tinieblas no
encubren de ti, Y la noche resplandece como el día; Lo mismo te son las
tinieblas que la luz (Sal 139.7-12).
Así que, por el
contraste de la corrupción humana y la gloriosa Presencia del Espíritu de Dios,
es evidente que la naturaleza de pecado no puede cambiarse a sí misma por la
voluntad o el esfuerzo del ser humano. Sólo un milagro, solo una transformación
por parte de Dios en la mismísima esencia del hombre caído, puede hacer de éste,
una nueva especie de ser que no existía antes: esto es, Un(a) Hijo(a) de Dios
Nacido(a) de Nuevo.
Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y
renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches de delante de ti, Y no
quites de mí tu santo Espíritu. Vuélveme el gozo de tu salvación, Y espíritu
noble me sustente. Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, Y los
pecadores se convertirán a ti (Sal 51.10-13).
Aunque David no lo
podía ver, Dios le reveló el Plan de Redención. Un Plan que ciertamente
requiere de la justificación y el perdón de pecados, pero que va mucho más allá
de lo que el mismo David pudiera pedir o entender. Esto es, justificarte,
perdonarte y santificarte para otorgarte la Vida Eterna, que es el único tipo
de Vida que un(a) Hijo(a) de Dios puede vivir.
Porque de tal manera amó Dios
al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree,
no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su
Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él (Jn
3.16-17).
Dios te ama tanto que prefirió
entregar a su propio Hijo antes que perderte a ti. Jesús no vino a condenarte
sino a ofrecerte la Plenitud de Vida que compró para ti con Su muerte y con Su resurrección.
siendo renacidos, no de
simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y
permanece para siempre (1 P 1.23).
El milagro de Amor más grande y
asombroso que puedes encontrar en la Palabra de Dios es que, una vez
justificado(a), perdonado(a) y santificado(a) por la Sangre de Jesús, Dios te
dio vida juntamente con Cristo. Puso Su Palabra y Su propio Espíritu en ti para
darte Vida Eterna y hacer de ti un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo.
¡Nacido(a) de Nuevo de la
incorruptible semilla que es la Palabra de Dios!
¡Fíjense qué gran amor nos ha dado el Padre, que se nos llame hijos de Dios! ¡Y lo somos!
El mundo no nos conoce,
precisamente porque no lo conoció a él (1 Jn 3.1 NVI).
Es por esta razón que ahora tú
todo lo puedes. Es por este Gran Amor que ahora tú eres más que vencedor(a) en
todas las cosas. Es esta, tu Nueva Identidad, la que te proporciona una
legítima y auténtica victoria sobre todo problema, aflicción o enfermedad.
Pues, al fin y al cabo, ¿qué puedes decir a todo esto? Si Dios está contigo,
¿quién contra ti? Mayor es el que está en ti, y vive en ti, que el que está en
el mundo.
por medio de las cuales nos ha
dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser
participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay
en el mundo a causa de la concupiscencia (2 P 1.4).
Tú ya no eres un remiendo nuevo
en un vestido viejo. La concupiscencia nada tiene en ti. Tú eres un(a) Hijo(a)
amado(a) del Rey de reyes y Señor de señores. Todas y cada una de las promesas
que tu Padre ha hecho en Su Palabra, la Biblia, te pertenecen por derecho y por
naturaleza.
Nunca se apartará de tu boca
este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que
guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces
harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien (Jos 1.8).
Así pues, ¡Cambia tu forma de
mirarte a ti mismo(a)! ¡Haz de la Biblia la norma máxima de tu existencia! ¡Pon
la Palabra de Dios en tu mente, boca y corazón! Porque entonces te mirarás a ti
mismo(a) de la misma forma que Dios te mira y harás prosperar tu camino y todo
te saldrá bien.
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, es muy
hermoso saberme tan amado(a) por Ti. Gracias, Señor Jesús, porque no sólo
proveíste para mí el perdón de mis pecados sino que me hiciste justicia de Dios
en Ti y me reconciliaste con Dios haciéndome hermano(a) Tuyo(a) e Hijo(a) del
Padre. Por Ti, mi amado Jesús, he Nacido de Nuevo y ahora Dios, el
Todopoderoso, es Abba, Padre, mi Papá. Leer de esto en Tu Palabra, la Biblia,
me hace conocer la Verdad y la Verdad me hace libre. Soy libre para recibir,
por medio de la fe en Ti, Jesucristo, esta Nueva Vida. Soy libre para recibir,
por medio de la fe en Tu Palabra, esta identidad de Hijo(a) de Dios Nacido(a)
de Nuevo, siendo renacido(a), no de una simiente corruptible, sino de la incorruptible
semilla que es la Palabra de Dios que vive y permanece para siempre. Por lo
tanto, amado Padre celestial, todas y cada una de las Promesas que están en Tu
Palabra son mías y para mí. Hoy puedo orar a Ti con la certeza de que me escuchas y me respondes.
Tengo gozo y paz en mi corazón pues puedo pedir y recibir. Por lo tanto, en el
nombre poderoso de Cristo Jesús, declaró que soy sano(a) y libre de toda
enfermedad o dolencia; creo y recibo la voluntad expresa de mi Padre, Dios
Todopoderoso, para ser y vivir prosperado(a) en todas las cosas. Echo fuera de
mi vida todo pensamiento de temor y duda resistiendo todo engaño y mentira
acerca de mí. Yo soy lo que la Biblia dice que soy. Un(a) Hijo(a) amado(a) de
Dios; soy especial tesoro de mi Padre; todo lo puedo en Cristo que me fortalece
y en todas las cosas, absolutamente todas las cosas, soy más que vencedor(a)
por medio del Amor de Cristo Jesús, mi Rey, Señor y Salvador. Señor Jesús, hoy
me alegro en el gozo y la paz que brindan el ser la persona que Tú dices que
soy. Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo
establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en
voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a
Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el
Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis
pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí
acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa
derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a
entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi
único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios
Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a
Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido
de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más
estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo
Jaime © 2011
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Junio
15 Mar 2
/
2 Sam 4-5 / Dan 2.24-49
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