Miércoles 18 de Septiembre
de 2013.
¡Con Una Naturaleza Totalmente
Nueva!
Por
Riqui Ricón*
Restáuranos, oh Dios de nuestra salvación, Y
haz cesar tu ira de sobre nosotros (Sal 85.4).
Es
muy interesante notar que la palabra hebrea shub, que se traduce aquí como restáuranos,
es una raíz primaria que literalmente significa volverse, otra vez (como alguien que ya lo ha intentado
anteriormente).
Vuélvenos, oh Dios, salud nuestra, y haz
cesar tu ira de [sobre] nosotros (RV2000).
Ahora, restáuranos otra vez, oh Dios de
nuestra salvación; aparta tu enojo de nosotros una vez más (NTV).
Dios y Salvador nuestro, sálvanos una
vez más ahora, y acéptanos de nuevo (PDT).
El
hecho de que esta súplica no representa un compromiso personal de volverse
atrás o de arrepentirse, sino que esté dirigida a Dios para que sea Él quien
actúe y así deje de estar enojado con nosotros, es altamente significativo y representativo
del plan de redención y de la Gracia de Dios para con la humanidad perdida.
Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio y
renueva un espíritu fiel dentro de mí. No me expulses de tu presencia y no me
quites tu Espíritu Santo.* Restaura en mí la alegría de tu salvación y haz que
esté dispuesto a obedecerte (Sal 51.10-12 NTV).
Mil
años antes de Cristo el rey David reconoció, delante de Dios, haber cometió
sendos pecados de adulterio y asesinato. Arrepentido, elevó a Dios la oración
contenida en el Salmo 51 y vemos de nuevo que la súplica no va dirigida tanto
al perdón de pecados como a la imperiosa necesidad de la intervención divina para
hacer un cambio radical en la naturaleza del ser humano: ¡Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio y haz de mí un espíritu
totalmente Nuevo, capaz de creerte, creyendo tu Palabra. Quiero vivir por
siempre en Tu Presencia. Nunca me quites Tu Espíritu Santo!
Y no
entres en juicio con tu siervo; Porque no se justificará delante de ti ningún
ser humano (Sal 143.2).
David, por inspiración del Espíritu Santo, llegó a
comprender que no bastaba con el sistema de sacrificios impuesto para la
expiación de las culpas. Entendió que no era suficiente el simple perdón de
pecados pues la naturaleza humana estaba corrompida por el pecado [la
incredulidad a la Palabra de Dios].
«Dios es poderoso y temible; él impone
la paz en los cielos. ¿Quién puede contar su ejército celestial? ¿No brilla su
luz en toda la tierra? ¿Cómo puede un mortal ser inocente ante Dios? ¿Puede
alguien nacido de mujer ser puro? Dios es más glorioso que la luna; brilla con
más intensidad que las estrellas. Comparadas a él, las personas son gusanos;
nosotros los mortales somos simples lombrices» (Job 25.2-6 NTV).
¡El
ser humano no puede ni podrá jamás resolver el problema del pecado
[incredulidad a la Palabra de Dios] y la total falta de comunicación [comunión]
con Dios que éste [la incredulidad a la
Palabra de Dios] produjo!
sabiendo que el hombre no es justificado por las
obras de la ley, sino por la fe [por creerle a Dios,
creyendo Su Palabra] de Jesucristo, nosotros
también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe [por
creerle a Dios, creyendo Su Palabra] de Cristo y no por las obras
de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado (Gal
2.16-17).
Así
que, la intervención divina en la naturaleza humana no sólo es necesaria sino
indispensable.
Señor, has derramado admirables
bendiciones sobre esta tierra. Has restaurado la fortuna y has perdonado los
pecados de tu pueblo; has sepultado sus culpas, de modo que tu ira, tu ardiente
enojo, ya se ha extinguido. Ahora, haz
que volvamos a amarte, oh Señor, para que tu ira no tenga jamás que volver a
alzarse contra nosotros… ¡Ay, revívenos! Entonces podrá tu pueblo volver a
regocijarse en ti. Derrama sobre nosotros tu amor y bondad, Señor, y otórganos
tu salvación (Sal 85.1-4, 6-7 BAD).
Como
puedes ver, está es una enseñanza consistente en toda la Biblia, que es la
Palabra de Dios, que no miente: ¡El ser humano no se puede salvar a sí mismo! Y
no es suficiente el perdón, ni la purificación de tus pecados. ¡Necesitas una
Nueva Naturaleza que sea incorruptible! Y eso, mi amado(a), sólo Dios lo puede
hacer.
Sea de una forma u otra, el amor de
Cristo nos controla.* Ya que creemos que Cristo murió por todos, también
creemos que todos hemos muerto a nuestra vida antigua.* Él murió por todos para que los que reciben la nueva vida de Cristo ya
no vivan más para sí mismos. Más bien, vivirán para Cristo, quien murió y
resucitó por ellos. Así que hemos dejado de evaluar a otros desde el punto de
vista humano. En un tiempo, pensábamos de Cristo sólo desde un punto de vista
humano. ¡Qué tan diferente lo conocemos ahora! Esto significa que todo el que pertenece a Cristo se ha convertido en
una persona nueva. La vida antigua ha pasado, ¡una nueva vida ha comenzado! Y
todo esto es un regalo de Dios, quien nos trajo de vuelta a él mismo por medio
de Cristo (2 Co 5.14-18a NTV).
Pero,
¿cómo se resuelve el asunto del pecado [incredulidad a la Palabra de Dios] de
una vez por todas? A través del Nuevo Pacto en la Sangre de Jesús.
Y
tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella
todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada
para remisión de los pecados (Mat 26.27-28).
¿A
qué se refería Jesucristo cuando dijo esto? Por supuesto que a la Palabra de
Dios, pues Él sólo decía lo que escuchaba al Padre decir y sólo hacía lo que
veía al Padre hacer.
He aquí que vienen días, dice Jehová,
en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de
Judá. No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para
sacarlos de la tierra de Egipto; porque
ellos invalidaron mi pacto, aunque fui
yo un marido para ellos, dice Jehová. Pero
este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová:
Daré mi ley en su mente, y la
escribiré en su corazón; y yo seré a
ellos por Dios, y ellos me serán por
pueblo. Y no enseñará más ninguno a su prójimo,
ni ninguno a su hermano,
diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más
grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado (Jer
31.31-34).
Así
que, el Nuevo Pacto en la Sangre de Jesús hace de ti esa persona totalmente
Nueva.
¡El
Pacto en la Sangre de Jesús hace de ti un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de
Nuevo!
siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece
para siempre (1 P 1.23).
Ya
no eres más ese(a) hombre (mujer) pecador(a). Ahora eres exactamente la persona
que la Biblia, la Palabra de Dios, dice que tú eres:
¡Todo
lo puedes en Cristo que te fortalece (Fil 4.13)!
¡En
todas las cosas eres más que vencedor(a) por medio de Aquel que te amó, Cristo
Jesús (Ro 8.37)!
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado
a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas
tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para
condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él (Jn
3.16-17).
¡Dios
te ama tanto que prefirió entregar a Su propio Hijo antes que perderte a ti!
Con
Su muerte, Jesucristo pagó todos tus pecados; con Su resurrección te abrió el
camino a la Vida Eterna que sólo pueden experimentar los Hijos de Dios!
MIREN CUÁNTO NOS ama el Padre celestial
que permite que seamos llamados hijos de Dios. ¡Y lo mas maravilloso es que de
veras lo somos! Naturalmente, como la mayoría de la gente no conoce a Dios, no
comprende por qué lo somos (1 Jn 3.1).
La
vieja naturaleza humana y el asunto del pecado han quedado totalmente
resueltos.
Porque la ley del Espíritu de vida en
Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte (Ro
8.2).
Ahora,
como un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo, eres libre de la ley del pecado
y de la muerte para vivir esa Vida Plena y Victoriosa que Dios, tu Padre,
siempre ha deseado para ti.
El ladrón no viene sino para hurtar y
matar y destruir; yo he venido para que
tengan vida, y para que la tengan en
abundancia (Jn 10.10).
Oremos en
voz audible:
Amado padre celestial,
hoy quiero agradecerte por tanto y tan grande Amor, que estando yo muerto(a) en
delitos y pecados me diste Vida juntamente con Cristo Jesús. Gracias por
haberme trasladado de las tinieblas a Tu Luz admirable. Gracias por haber
deshecho mi vieja naturaleza vendida al pecado y haberme dotado de una Vida
totalmente Nueva: ¡La Vida Eterna! ¡La Vida de un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a)
de Nuevo! Señor, este día pongo toda mi confianza en Tu Palabra. ¡Yo estoy en
Cristo! Por lo tanto, soy Nueva creatura, las cosas viejas pasaron he aquí que
TODAS son hechas nuevas. Así que, en Tu nombre, Jesús, una cosa hago: olvidando
ciertamente lo que queda atrás, y
extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en
Cristo Jesús, y aunque en valle de sombra y de muerte no voy a temer mal alguno
porque Tú, Jesús, estás conmigo. Por cuanto
en Ti, Jesús, yo he puesto mi amor, Tú también me librarás; me pondrás en alto,
por cuanto he conocido Tu nombre. Te invocaré, y Tú me responderás; conmigo
estarás Tú en la angustia; me librarás y me glorificarás. Me saciarás de larga
vida, y me mostrarás Tu salvación. Así que, ¡Abba! ¡Padre! Yo soy Tuyo(a), y en
Cristo Jesús ya he vencido, pues mayor eres Tú, Espíritu Santo, que vives en mí
y conmigo, que el que está en el mundo. Padre, ¡Todas y cada una de Tus
Promesas son en mí, sí y amén! Me someto a Ti, mi Dios y Padre, me someto a Tu
Palabra, resisto a Satanás y éste tiene que huir de mi vida. No recibo ni la
duda, ni el temor, ni la enfermedad, ni la pobreza, ni la angustia, ni la
depresión. ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy dichoso(a)! En el
nombre de Jesús. Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu
atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:
Señor
Jesús, yo creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen
María para pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te
digo el día de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí
acepto Tu Sangre preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro
mi corazón y te invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y
para siempre Tú seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi
Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe
he pasado de muerte a Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz
admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú
eres mi Padre! ¡Nunca más estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el
nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo
Jaime © 2011
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Septiembre
18 Jn
18.38b-19.16 / 2 Cr 29 / Sal 85
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