14 de Febrero
¡Con plena confianza!
Por Riqui Ricón*
Así que, hermanos, teniendo
libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que
él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote
sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón
sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados
los cuerpos con agua pura. (He 10.19-22).
Amado(a), la Biblia, que es la
palabra de Dios, que no miente, es sencilla, y hermosamente clara, respecto a
la libertad que tienes para vivir en comunión con Dios. El Lugar Santísimo es
el lugar de la mismísima Presencia de Dios y tú tienes plena libertad para
entrar y salir confiadamente de delante de Él. Esto es posible no por tus
méritos sino por el camino NUEVO y vivo que Jesucristo abrió para ti por medio
de Su Cuerpo y de su Sangre.
El
cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán (Luc 21.33).
Eres libre para estar con Él y
conversar de cualquier cosa. Sin embargo, si le das prioridad a Su Palabra, la
Biblia, en tu conversación (oración), tendrás la garantía, seguridad y
convicción, de que todo te saldrá bien.
¿Cómo puede ser posible esto? Si
lo piensas bien, la respuesta a esta pregunta es muy sencilla: la Biblia es la
Palabra de Honor de nuestro Dios y Padre, quien es, por cierto, el Todopoderoso
y no hay nada imposible para Él (excepto mentir). Por lo tanto, busca en la Biblia
aquellas promesas que Dios te hace acerca de tus necesidades e inquietudes, y
preséntalas delante de Él. Te aseguro que no existe forma, ni posibilidad
alguna que Dios deje de cumplirte Su Palabra.
Y esta es la confianza que
tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en
cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos
hecho (1 Jn 5.14-15).
De esta manera, cuando al orar
pones la Biblia en tu mente, boca y corazón estarás totalmente de acuerdo con
Él y orando de acuerdo a Su voluntad.
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito,
para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a
su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por
él (Jn 3. 16-17).
La Promesa más hermosa, y la que más garantías te
ofrece, es el Amor. Dios te ama tanto que prefirió entregar a Su propio Hijo
antes que perderte a ti, pues Él no desea condenarte sino darte la Plenitud de
la Vida Eterna.
¡Fíjense qué gran amor nos ha dado el Padre, que se nos llame hijos de Dios! ¡Y lo somos!
El mundo no nos conoce,
precisamente porque no lo conoció a él (1 Jn 3.1 NVI).
Una vez que has sido justificado(a), perdonado(a) y
santificado(a) en la Sangre de Jesús, es el Amor lo que te garantiza la entrada
al lugar Santísimo, pues, ahora, como Nueva Creación, Dios mismo te llama Su
Hijo(a).
¿Qué
hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un
pescado, le dará una serpiente? (Mat 7.9-10).
Siendo que nosotros amamos tanto a nuestros hijos, es
muy ilustrativo que Jesús nos enseñe en Su Palabra que Dios nos ama más de lo
que nosotros podemos amar a nuestros hijos.
Es por todo esto que el Nuevo Pacto en la Sangre de
Jesús es un mejor Pacto, establecido
sobre mejores promesas (He 8.6). El camino nuevo y vivo que Jesús nos abrió
a través del velo es exclusivamente para aquellos que pueden tener una relación
íntima con Dios de Padre a Hijo y de Hijo a Padre.
Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en
temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos:
¡Abba, Padre! (Rom 8.15).
Y puedes estar seguro que el Espíritu Santo
prometido en este Nuevo Pacto es el sello, las arras, la garantía de ésta tú
herencia, en Cristo Jesús.
Mantengamos firme, sin
fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió (He 10.23).
Así que, sin importar cuan fuerte te estén hablando
tus problemas, la enfermedad o cualquier otra circunstancia en tu vida, mantente
firme y sin fluctuar, confesando y declarando todas y cada una de las promesas
que Dios, tu Padre amoroso, te ha dado en la Biblia; pues Él no es hombre, para que
mienta, Ni hijo de hombre para que se arrepienta. El dijo, ¿y no hará? Habló,
¿y no lo ejecutará? (Num 23.19).
Es con la Biblia, la Palabra de
Dios, y no con algún libro recomendado, ni alguna conferencia, ni consejo u
opinión de cualquier otra persona, con lo que vendrás al conocimiento de la Verdad
para ser completamente libre y gozar de esa Vida Plena y Abundante, que ya ha
sido comprada para ti.
Oye,
hijo mío, y recibe mis razones, Y se te multiplicarán años de vida. Por el camino de la sabiduría
te he encaminado, Y por veredas derechas te he hecho andar. Cuando anduvieres, no se
estrecharán tus pasos, Y si corrieres, no tropezarás. Retén el consejo, no lo dejes;
Guárdalo, porque eso es tu vida (Pro 4.10-13).
Así que, lee la Biblia de mañana,
tarde y noche. Medita en Su consejo, poniendo Sus Palabras en tu boca, mente y
corazón porque son vida para quienes la buscan y son medicina
a todo tu cuerpo (Pro 4.22).
Es la Biblia, la palabra de Dios,
quien te da la libertad para acercarte a Dios, tu Padre, confiadamente, con un
corazón sincero, en plena certeza de fe en que Él es fiel para cumplir lo que
prometió.
¡Tu Padre es Dios y Él tiene
Palabra de Honor!
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, que
hermoso es poder acercarme a Ti, en este día, con plena certeza de fe.
Convencido(a) estoy de Tu gran Amor con que me has amado. Por eso puedo
declarar, con toda seguridad, que mayor eres Tú, Espíritu Santo, que estás en
mí, y conmigo, que cualquier enfermedad, problema o situación adversa. Porque
lo dices en Tu Palabra, ahora sé que en todas las cosas soy más que
vencedor(a), por medio de Tu Amor, pues TODO lo puedo en Cristo que me
fortalece. Señor Jesús, Tú eres mi pastor; nada me faltará. En
lugares de delicados pastos me haces descansar; Junto a aguas de reposo me
pastoreas. Confortas mi alma, Señor; me guías
por sendas de justicia por amor de Tu nombre. Yo sé que aunque ande en valle de
sombra de muerte, No temeré mal alguno, porque tú estás conmigo; Tu vara y tu
cayado me infunden aliento. Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis
angustiadores; Unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando. Ciertamente
el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, Y en el lugar
Santísimo, el lugar de tu Presencia, moraré por largos días. En el nombre de
Jesús. Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo
establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en
voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a
Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el
Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis
pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí
acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa
derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a
entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi
único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios
Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a
Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido
de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más
estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo
Jaime © 2011
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Febrero
14 Heb 10.19-39
/ Ex 11-12 /
Pro 4
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