Jueves 14 de Julio de 2011.
¡Novedad de Vida por el Espíritu de Dios!
Por Riqui Ricón*
Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días (Jo 2.28-29).
La Biblia, que es la Palabra de Dios y no miente, nos enseña que Dios estableció un tiempo para que Su Espíritu, el Espíritu Santo, fuese derramado sobre toda carne. Este derramamiento del Espíritu tiene un propósito bien claro y definido. Este propósito lo encontramos establecido por el Amor de Dios para con nosotros a todo lo largo y lo ancho de las Escrituras: revestirnos con Su Poder.
Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor; y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios (1 Co 2.3-5).
La Presencia del Espíritu Santo es tan importante en tu vida como el aire que respiras o los latidos de tu corazón para vivir. Él es la promesa del Padre que debíamos esperar, la cual, dijo Jesús, oisteís de mí, Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días (Hch 1.4-5).
Ahora bien, esta promesa se cumplió cuando Jesús estableció el Nuevo Pacto en Su Sangre, pues cuando Dios prometió el Nuevo pacto en Jeremías 31.31-34 aseguró que Él, Dios, daría Su ley en nuestras mentes y la escribiría en nuestro corazón. Así que, es Él y no tú el que tiene que cumplir esta promesa. Y la forma en que lo hizo es por si misma asombrosa: ¡nos dio Su propio Espíritu!
Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré. Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra (Eze 36.25-27).
Es por esta razón y no otra que tu vida cambió al instante que recibiste a Jesús como Señor y Salvador de tu vida. ¡Dios cumplió, en ti, Su parte del Nuevo Pacto para tu vida! Por más de 30 años he escuchado y presenciado testimonios de como las vidas son cambiadas al momento que pecadoras y pecadores empedernidos aceptan el sacrificio de Jesús como el pago para la redención de sus vidas.
El Nuevo Nacimiento no es una doctrina religiosa sino una realidad espiritual de la promesa del Nuevo Pacto que Dios hizo para asegurarse que podrías entrar al Reino, no como un pecador salvo por gracia (o eres pecador o eres salvo), sino como nueva creación, en novedad de vida: un(a) Hija(o) de Dios Nacida(o) de Nuevo no de una simiente corruptible sino de incorruptible por la Palabra de Dios que vive y permanece para siempre (1 P 1.23).
En Cristo Jesús, tú y yo hemos sido hechos justos, santos y perfectos. Con Su muerte morimos al pecado y con Su resurrección recibimos una vida totalmente nueva para ser Hijos amados de Dios y el templo o lugar de habitación del Espíritu Santo.
Nada de esto sería posible sin el Espíritu Santo. Fue Él quien ayudó, instruyó y manifestó Su Poder en la vida de Jesús. Fue Él quien lo levantó de los muertos, haciendo de Jesús el primer Hijo de Dios nacido de Nuevo. Y es Él quien, por el Nuevo Pacto en la Sangre de Jesús, te hizo Nacer de Nuevo y ahora vive en ti y contigo para que creas y vivas en la certeza de que eres esa/ese Hija(o) de Dios que la Biblia dice que eres.
Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido (1 Co 2.12).
Amado Padre celestial, ¡qué grande, sublime y hermoso es Tu Amor para conmigo! Quiero decirte que te amo con todo mi corazón, que el tenerte a Ti, Espíritu Santo, en mí y conmigo es asombroso y maravilloso. Gracias Señor. Ahora sé que no hay forma que pueda perder pues mayor eres Tú, que estás en mí, que el que está en el mundo. Y ¿qué puedo decir a esto? Si Tú, Espíritu Santo, estás en mi y conmigo ¿quién puede siquiera intentar estar contra mí? Gracias porque en Ti, Jesucristo, en Tu Amor, soy más que vencedor. Amén.
*Ricardo C. Peredo Jaime © 2011
Lectura y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Julio 14 1 Co 2 / 1 R 15.1-32 / Jo 2.12-32
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