martes, 7 de mayo de 2024

¡Cómo confiar en Dios!

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 07 Mayo   

¡Cómo confiar en Dios!


¡Por Su Palabra!

Por Riqui Ricón*

Entonces el SEÑOR le dijo a Gedeón: «Tienes demasiados guerreros contigo. Si dejo que todos ustedes peleen contra los madianitas, los israelitas se jactarán ante mí de que se salvaron con su propia fuerza. Por lo tanto, dile al pueblo: “A todo aquel que le falte valentía o que tenga miedo, que abandone este monte* y se vaya a su casa”». Así que veintidós mil de ellos se fueron a su casa, y quedaron sólo diez mil dispuestos a pelear (Jue 7.2-3 Nueva Traducción Viviente NTV).

Este pasaje de las escrituras es sumamente esclarecedor del tipo de vida que Dios quiere que tú vivas. ¡Una Vida de fe! ¡Una Vida sin miedo! ¡Una Vida que vale la pena vivir!

Tenemos aquí al pueblo de Israel padeciendo pobreza y esclavitud, atormentados por sus enemigos, porque, una vez más, se olvidaron de Dios y se apartaron de Su Palabra. Sin embargo, Dios decide seguir amándoles y extenderles Su Misericordia, una vez más.

Entonces el ángel del SEÑOR se le apareció y le dijo: —¡Guerrero valiente, el SEÑOR está contigo! —Señor —respondió Gedeón—, si el SEÑOR está con nosotros, ¿por qué nos sucede todo esto? ¿Y dónde están todos los milagros que nos contaron nuestros antepasados? ¿Acaso no dijeron: “El SEÑOR nos sacó de Egipto”? Pero ahora el SEÑOR nos ha abandonado y nos entregó en manos de los madianitas. Entonces el SEÑOR lo miró y le dijo: —Ve tú con la fuerza que tienes y rescata a Israel de los madianitas. ¡Yo soy quien te envía! (Jue 6.12-14 NTV).

A pesar de que el Pueblo de Israel invalido el Pacto, Dios los sigue amando y envía a Gedeón como Juez y Libertador. Sin embargo, Él no quiere que los israelitas, ni Gedeón mismo, lleguen a creer que se salvaron con su propia fuerza y habilidad.

Así dice el SEÑOR: «¡Maldito el hombre que confía en el hombre! ¡Maldito el que se apoya en su propia fuerza y aparta su corazón del SEÑOR! Será como una zarza en el desierto: no se dará cuenta cuando llegue el bien. Morará en la sequedad del desierto, en tierras de sal, donde nadie habita (Jer 17.5-6 NVI).

¿Por qué es esto así? ¿Por qué Dios no quiere que el hombre confíe en sí mismo? ¿Será que Dios sufre delirios de grandeza y no quiere que nadie más se lleve el crédito? ¿Será que Su naturaleza es tan acomplejada que tiene necesidad de sentirse apreciado y alabado?

¡De ninguna manera! ¡Él es Dios, el Todopoderoso! ¡Él es el creador del cielo y de la tierra; creador de todo lo visible y lo invisible! ¡Él no es afectado por nada ni por nadie!

Levanta tus ojos a los cielos y mira las nubes en lo alto. Si pecas, ¿en qué afecta eso a Dios? Incluso si pecas una y otra vez, ¿qué efecto tendrá sobre él? Si eres bueno, ¿es algún gran regalo para él? ¿Qué podrías darle tú? No, tus pecados afectan únicamente a personas como tú, y tus buenas acciones afectan sólo a seres humanos (Job 35.5-8 NTV).

La respuesta correcta es que Dios desea que tú confíes en Él, que pongas todo tu corazón y tu confianza en Su Palabra, que a pesar de lo terrible que puedan ser tus circunstancias y de lo que puedas percibir de la dura realidad,  Dios desea que tú puedas creer en Él, creyendo Su Palabra.

Jehová de los ejércitos, Dichoso el hombre que en ti confía (Sal 84.12).

¡Por la Palabra de Dios tú puedes ser la persona más feliz de la tierra!

Dios sabe perfectamente bien (y te lo ha revelado en Su Palabra), que el secreto de la dicha y la felicidad del ser humano está en confiar en Él. Al fin y al cabo Él es Dios, y si Dios está contigo, ¿quién podrá mantenerse en contra tuya? ¡Nadie!

¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? (Ro 8.31).

Recuerda siempre que fue precisamente el desconfiar de la Palabra de Dios lo que provocó este caos de mundo en el cual estás viviendo:

Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto? Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis. Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal. Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella (Gen 3.1-6).

Desde que Satanás engañó a Eva, el dilema de la relación del ser humano con Dios sigue siendo el mismo: ”¿será Dios digno de confianza? Porque Él dice que no coma del fruto de este árbol pues si lo como moriré, PERO este bicho (la serpiente) dice otra cosa; él también habla, él también tiene palabras y dice que no moriré, que no es verdad lo que Dios dice. ¿Quién de los dos dirá la Verdad? ¿A cuál de los dos le voy a creer?”

Tú sabes cómo terminó la historia, le creyeron a Satanás y el pecado, que es la incredulidad a la Palabra de Dios, entró al mundo y con él, la muerte y la esclavitud que el miedo a la muerte produce.

Cuando el día comenzó a refrescar, oyeron el hombre y la mujer que Dios andaba recorriendo el jardín; entonces corrieron a esconderse entre los árboles, para que Dios no los viera. Pero Dios el SEÑOR llamó al hombre y le dijo: —¿Dónde estás? El hombre contestó: —Escuché que andabas por el jardín, y tuve miedo porque estoy desnudo. Por eso me escondí (Gen 3.8-10 NVI).

Se puede decir que desde ese momento hasta el día de hoy (aunque si lo piensas bien, la verdad es que desde siempre), la relación con Dios ha de basarse en la confianza, esto es, en la fe.

De hecho, sin fe es imposible agradar a Dios. Todo el que desee acercarse a Dios debe creer que él existe y que él recompensa a los que lo buscan con sinceridad (He 11.6 NTV).

¡Fe es creerle a Dios! Fe es tener la certeza, estar plenamente convencido, que lo que Dios dice ES VERDAD. Fe es creer que Dios es confiable, que tiene Palabra de Honor, pues si Él lo dijo, entonces Él lo hará, si Dios lo habló, entonces Él lo ejecutará.

Dios no es un hombre, por lo tanto no miente. Él no es humano, por lo tanto no cambia de parecer. ¿Acaso alguna vez habló sin actuar? ¿Alguna vez prometió sin cumplir? (Num 23.19 NTV).

La fe es el aroma, es el aire que se respira en el Reino de Dios y produce confianza y paz. Por otro lado, el miedo es el aroma que se respira en el mundo caído, regido por Satanás, que produce desconfianza, temor y angustia.

Y vino el ángel de Jehová, y se sentó debajo de la encina que está en Ofra, la cual era de Joás abiezerita; y su hijo Gedeón estaba sacudiendo el trigo en el lagar, para esconderlo de los madianitas (Jue 6.11).

El miedo y el temor te pueden afectar tanto que comiences a desesperar, como Gedeón quien se encontraba sacudiendo el trigo dentro de un lagar, lo cual es un acto de desesperación pues dentro del lagar no hay viento alguno que se pueda llevar la hojarasca para dejar el grano limpio. ¡Sacudir el trigo en un lagar es una pérdida de tiempo puesto que la hojarasca y el grano vuelven a quedar juntos en el mismo lugar!

Entonces el ángel del SEÑOR se le apareció y le dijo: —¡Guerrero valiente, el SEÑOR está contigo! —Señor —respondió Gedeón—, si el SEÑOR está con nosotros, ¿por qué nos sucede todo esto? ¿Y dónde están todos los milagros que nos contaron nuestros antepasados? ¿Acaso no dijeron: “El SEÑOR nos sacó de Egipto”? Pero ahora el SEÑOR nos ha abandonado y nos entregó en manos de los madianitas. Entonces el SEÑOR lo miró y le dijo: —Ve tú con la fuerza que tienes y rescata a Israel de los madianitas. ¡Yo soy quien te envía! —Pero, SEÑOR —respondió Gedeón—, ¿cómo podré yo rescatar a Israel? ¡Mi clan es el más débil de toda la tribu de Manasés, y yo soy el de menor importancia en mi familia! El SEÑOR le dijo: —Yo estaré contigo, y destruirás a los madianitas como si estuvieras luchando contra un solo hombre (Jue 6.12-16 NTV).

Aunque Gedeón se consideraba a sí mismo totalmente incapaz para hacer frente a los madianitas, Dios no lo veía así. ¿Por qué? Porque Dios es el primero en vivir por fe y actuar por fe. ¡Él llama las cosas que no son como si ya fueran!

Este día, sin importar la gravedad o tamaño de los problemas, enfermedades o retos que estés enfrentando, tú puedes confiar en Dios. Puedes confiar en Su Amor, pues Él te ama tanto que prefirió entregar a Su propio Hijo antes que perderte a ti.

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él (Jn 3. 16-17).

Puedes confiar en la Palabra de Dios con la cual Él te ha hecho un(a) Hijo(a) legítimo(a).

MIREN CUÁNTO NOS ama el Padre celestial que permite que seamos llamados hijos de Dios. ¡Y lo mas maravilloso es que de veras lo somos! Naturalmente, como la mayoría de la gente no conoce a Dios, no comprende por qué lo somos (1 Jn 3.1 BAD).

Puedes confiar en que de todo problema, angustia o enfermedad tú saldrás más que vencedor(a) por medio de Su Amor.

Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó (Ro 8.37).

Al comenzar esta reflexión declaré que Dios no es afectado por nada ni nadie, sin embargo, al parecer esto no es así, la Verdad es que Dios se ve afectado por Su Amor por ti.

Oremos en voz audible:

Amado Padre celestial, hoy sé con toda certeza que yo, _________ (tu nombre aquí), vivo a Tu amparo, Altísimo Dios, y encuentro descanso a Tu sombra, pues Tú eres el Todopoderoso. Creo y declaro que sólo Tú, Señor, eres mi refugio, mi lugar seguro; Tú eres mi Dios y en Ti yo confío. Tú me rescatarás de toda trampa y me protegerás de enfermedades mortales. Con Tus plumas me cubrirás y con Tus alas me darás refugio. Padre, tus fieles promesas son mi armadura y mi protección. No tendré miedo de los terrores de la noche ni de la flecha que se lanza en el día. No temeré a la enfermedad que acecha en la oscuridad, ni a la catástrofe que estalla al mediodía. Aunque caigan mil a mi lado, aunque mueran diez mil a mi alrededor, esos males no me tocarán. Simplemente abriré mis ojos y miraré cómo los perversos reciben su merecido. Porque yo te he hecho a Ti, SEÑOR, mi refugio y a Ti, Altísimo, mi resguardo, por eso, ningún mal me conquistará; ninguna plaga se acercará a mi hogar. Pues Tú, Dios, ordenarás a Tus ángeles que me protejan por donde quiera que vaya. Me sostendrán con sus manos para que ni siquiera me lastimes el pie con una piedra. Por Ti, Señor Jesús, pisotearé leones y cobras; ¡aplastaré feroces leones y serpientes bajo mis pies! Tú me rescatarás porque yo te amo. Tú me protegerás porque yo en Ti confío. Cuando Te llame, Tú me responderás; estarás conmigo en medio de las dificultades. Me rescatarás y me honrarás. Me recompensarás con una larga vida y me darás Tu salvación. En el nombre de Jesús. Amén.

 Nota Importante:

¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el Todopoderoso?

Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:

Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.

*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2012

 

Tres Recomendaciones:

Lo que acabas de suceder al reconocer a Jesucristo como el Señor y Salvador de tu vida, de acuerdo con La Palabra de Dios, es que has Nacido de Nuevo, ya no más como un ser humano común y corriente, sujeto a la ley del pecado y de la muerte, sino que ahora eres un(a) legítimo(a) y auténtico(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo, exactamente igual a Jesucristo, quien ahora es tu Hermano Mayor. Por lo tanto, te hago estas tres importantísimas recomendaciones:

1.     Orar. Orar es platicar con Dios. Así que, búscate un lugar tranquilo donde puedas comenzar a platicar todas tus cosas con Él. Hazlo de forma audible y notarás como Dios siempre responderá a tu corazón.

2.     Leer y meditar la Palabra de Dios. La Biblia es La Palabra de Dios, así que, consigue una Biblia y comienza a leerla y meditarla. ¿Cómo empezar? Es muy sencillo. Dependiendo del día que sea hoy, busca en el programa de lectura “La Biblia en un año” y realiza las lecturas correspondientes. Este programa lo puedes obtener en: A Través de La Biblia En Un Ano (palabradehonor.org) Notarás que el programa está arreglado para imprimirlo como un cuadernillo.

3.     En oración con Dios, tu Padre, busca y únete a una iglesia o congregación cristiana donde enseñen la Palabra de Dios en base a las Buenas Noticias que son el Evangelio de Jesucristo.

*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2020

 


Lectura y Meditación de la Palabra de Dios

Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.

Mayo          7                           Hch 17. 16-34  /  Jue 7-8  /  Job 37

 

Cápsula del día.





Puedes escuchar o descargar la lectura de la  Biblia en audio del día de hoy, la tenemos para ti en dos versiones: 


RV60 




NVI 




Lectura y Meditación de la Palabra de Dios

Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.

Mayo          7                           Hch 17. 16-34  /  Jue 7-8   Job 37

 

Hechos 17. 1-15

Pablo en Atenas

16Mientras Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu se enardecía viendo la ciudad entregada a la idolatría. 17Así que discutía en la sinagoga con los judíos y piadosos, y en la plaza cada día con los que concurrían. 18Y algunos filósofos de los epicúreos y de los estoicos disputaban con él; y unos decían: ¿Qué querrá decir este palabrero? Y otros: Parece que es predicador de nuevos dioses; porque les predicaba el evangelio de Jesús, y de la resurrección. 19Y tomándole, le trajeron al Areópago, diciendo: ¿Podremos saber qué es esta nueva enseñanza de que hablas? 20Pues traes a nuestros oídos cosas extrañas. Queremos, pues, saber qué quiere decir esto. 21(Porque todos los atenienses y los extranjeros residentes allí, en ninguna otra cosa se interesaban sino en decir o en oír algo nuevo.)

22Entonces Pablo, puesto en pie en medio del Areópago, dijo: Varones atenienses, en todo observo que sois muy religiosos; 23porque pasando y mirando vuestros santuarios, hallé también un altar en el cual estaba esta inscripción: AL DIOS NO CONOCIDO. Al que vosotros adoráis, pues, sin conocerle, es a quien yo os anuncio. 24El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas, 25ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo; pues él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas.a 26Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación; 27para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros. 28Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos; como algunos de vuestros propios poetas también han dicho: Porque linaje suyo somos. 29Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra, escultura de arte y de imaginación de hombres. 30Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; 31por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos.

32Pero cuando oyeron lo de la resurrección de los muertos, unos se burlaban, y otros decían: Ya te oiremos acerca de esto otra vez. 33Y así Pablo salió de en medio de ellos. 34Mas algunos creyeron, juntándose con él; entre los cuales estaba Dionisio el areopagita, una mujer llamada Dámaris, y otros con ellos. [1]

 

Jueces 7-8

Gedeón derrota a los madianitas

7

1Levantándose, pues, de mañana Jerobaal, el cual es Gedeón, y todo el pueblo que estaba con él, acamparon junto a la fuente de Harod; y tenía el campamento de los madianitas al norte, más allá del collado de More, en el valle.

2Y Jehová dijo a Gedeón: El pueblo que está contigo es mucho para que yo entregue a los madianitas en su mano, no sea que se alabe Israel contra mí, diciendo: Mi mano me ha salvado. 3Ahora, pues, haz pregonar en oídos del pueblo, diciendo: Quien tema y se estremezca, madrugue y devuélvasea desde el monte de Galaad. Y se devolvieron de los del pueblo veintidós mil, y quedaron diez mil.

4Y Jehová dijo a Gedeón: Aún es mucho el pueblo; llévalos a las aguas, y allí te los probaré; y del que yo te diga: Vaya éste contigo, irá contigo; mas de cualquiera que yo te diga: Este no vaya contigo, el tal no irá. 5Entonces llevó el pueblo a las aguas; y Jehová dijo a Gedeón: Cualquiera que lamiere las aguas con su lengua como lame el perro, a aquél pondrás aparte; asimismo a cualquiera que se doblare sobre sus rodillas para beber. 6Y fue el número de los que lamieron llevando el agua con la mano a su boca, trescientos hombres; y todo el resto del pueblo se dobló sobre sus rodillas para beber las aguas. 7Entonces Jehová dijo a Gedeón: Con estos trescientos hombres que lamieron el agua os salvaré, y entregaré a los madianitas en tus manos; y váyase toda la demás gente cada uno a su lugar. 8Y habiendo tomado provisiones para el pueblo, y sus trompetas, envió a todos los israelitas cada uno a su tienda, y retuvo a aquellos trescientos hombres; y tenía el campamento de Madián abajo en el valle.

9Aconteció que aquella noche Jehová le dijo: Levántate, y desciende al campamento; porque yo lo he entregado en tus manos. 10Y si tienes temor de descender, baja tú con Fura tu criado al campamento, 11y oirás lo que hablan; y entonces tus manos se esforzarán, y descenderás al campamento. Y él descendió con Fura su criado hasta los puestos avanzados de la gente armada que estaba en el campamento. 12Y los madianitas, los amalecitas y los hijos del oriente estaban tendidos en el valle como langostas en multitud, y sus camellos eran innumerables como la arena que está a la ribera del mar en multitud. 13Cuando llegó Gedeón, he aquí que un hombre estaba contando a su compañero un sueño, diciendo: He aquí yo soñé un sueño: Veía un pan de cebada que rodaba hasta el campamento de Madián, y llegó a la tienda, y la golpeó de tal manera que cayó, y la trastornó de arriba abajo, y la tienda cayó. 14Y su compañero respondió y dijo: Esto no es otra cosa sino la espada de Gedeón hijo de Joás, varón de Israel. Dios ha entregado en sus manos a los madianitas con todo el campamento.

15Cuando Gedeón oyó el relato del sueño y su interpretación, adoró; y vuelto al campamento de Israel, dijo: Levantaos, porque Jehová ha entregado el campamento de Madián en vuestras manos. 16Y repartiendo los trescientos hombres en tres escuadrones, dio a todos ellos trompetas en sus manos, y cántaros vacíos con teas ardiendo dentro de los cántaros. 17Y les dijo: Miradme a mí, y haced como hago yo; he aquí que cuando yo llegue al extremo del campamento, haréis vosotros como hago yo. 18Yo tocaré la trompeta, y todos los que estarán conmigo; y vosotros tocaréis entonces las trompetas alrededor de todo el campamento, y diréis: ¡Por Jehová y por Gedeón! 19Llegaron, pues, Gedeón y los cien hombres que llevaba consigo, al extremo del campamento, al principio de la guardia de la medianoche, cuando acababan de renovar los centinelas; y tocaron las trompetas, y quebraron los cántaros que llevaban en sus manos. 20Y los tres escuadrones tocaron las trompetas, y quebrando los cántaros tomaron en la mano izquierda las teas, y en la derecha las trompetas con que tocaban, y gritaron: ¡Por la espada de Jehová y de Gedeón! 21Y se estuvieron firmes cada uno en su puesto en derredor del campamento; entonces todo el ejército echó a correr dando gritos y huyendo. 22Y los trescientos tocaban las trompetas; y Jehová puso la espada de cada uno contra su compañero en todo el campamento. Y el ejército huyó hasta Bet-sita, en dirección de Zerera, y hasta la frontera de Abel-mehola en Tabat. 23Y juntándose los de Israel, de Neftalí, de Aser y de todo Manasés, siguieron a los madianitas.

24Gedeón también envió mensajeros por todo el monte de Efraín, diciendo: Descended al encuentro de los madianitas, y tomad los vados de Bet-bara y del Jordán antes que ellos lleguen. Y juntos todos los hombres de Efraín, tomaron los vados de Bet-bara y del Jordán. 25Y tomaron a dos príncipes de los madianitas, Oreb y Zeeb; y mataron a Oreb en la peña de Oreb, y a Zeeb lo mataron en el lagar de Zeeb; y después que siguieron a los madianitas, trajeron las cabezas de Oreb y de Zeeb a Gedeón al otro lado del Jordán.

Gedeón captura a los reyes de Madián

8

1Pero los hombres de Efraín le dijeron: ¿Qué es esto que has hecho con nosotros, no llamándonos cuando ibas a la guerra contra Madián? Y le reconvinieron fuertemente. 2A los cuales él respondió: ¿Qué he hecho yo ahora comparado con vosotros? ¿No es el rebusco de Efraín mejor que la vendimia de Abiezer? 3Dios ha entregado en vuestras manos a Oreb y a Zeeb, príncipes de Madián; ¿y qué he podido yo hacer comparado con vosotros? Entonces el enojo de ellos contra él se aplacó, luego que él habló esta palabra.

4Y vino Gedeón al Jordán, y pasó él y los trescientos hombres que traía consigo, cansados, mas todavía persiguiendo. 5Y dijo a los de Sucot: Yo os ruego que deis a la gente que me sigue algunos bocados de pan; porque están cansados, y yo persigo a Zeba y Zalmuna, reyes de Madián. 6Y los principales de Sucot respondieron: ¿Están ya Zeba y Zalmuna en tu mano, para que demos pan a tu ejército? 7Y Gedeón dijo: Cuando Jehová haya entregado en mi mano a Zeba y a Zalmuna, yo trillaré vuestra carne con espinos y abrojos del desierto. 8De allí subió a Peniel, y les dijo las mismas palabras. Y los de Peniel le respondieron como habían respondido los de Sucot. 9Y él habló también a los de Peniel, diciendo: Cuando yo vuelva en paz, derribaré esta torre.

10Y Zeba y Zalmuna estaban en Carcor, y con ellos su ejército como de quince mil hombres, todos los que habían quedado de todo el ejército de los hijos del oriente; pues habían caído ciento veinte mil hombres que sacaban espada. 11Subiendo, pues, Gedeón por el camino de los que habitaban en tiendas al oriente de Noba y de Jogbeha, atacó el campamento, porque el ejército no estaba en guardia. 12Y huyendo Zeba y Zalmuna, él los siguió; y prendió a los dos reyes de Madián, Zeba y Zalmuna, y llenó de espanto a todo el ejército.

13Entonces Gedeón hijo de Joás volvió de la batalla antes que el sol subiese, 14y tomó a un joven de los hombres de Sucot, y le preguntó; y él le dio por escrito los nombres de los principales y de los ancianos de Sucot, setenta y siete varones. 15Y entrando a los hombres de Sucot, dijo: He aquí a Zeba y a Zalmuna, acerca de los cuales me zaheristeis, diciendo: ¿Están ya en tu mano Zeba y Zalmuna, para que demos nosotros pan a tus hombres cansados? 16Y tomó a los ancianos de la ciudad, y espinos y abrojos del desierto, y castigó con ellos a los de Sucot. 17Asimismo derribó la torre de Peniel, y mató a los de la ciudad.

18Luego dijo a Zeba y a Zalmuna: ¿Qué aspecto tenían aquellos hombres que matasteis en Tabor? Y ellos respondieron: Como tú, así eran ellos; cada uno parecía hijo de rey. 19Y él dijo: Mis hermanos eran, hijos de mi madre. ¡Vive Jehová, que si les hubierais conservado la vida, yo no os mataría! 20Y dijo a Jeter su primogénito: Levántate, y mátalos. Pero el joven no desenvainó su espada, porque tenía temor, pues era aún muchacho. 21Entonces dijeron Zeba y Zalmuna: Levántate tú, y mátanos; porque como es el varón, tal es su valentía. Y Gedeón se levantó, y mató a Zeba y a Zalmuna; y tomó los adornos de lunetas que sus camellos traían al cuello.

22Y los israelitas dijeron a Gedeón: Sé nuestro señor, tú, y tu hijo, y tu nieto; pues que nos has librado de mano de Madián. 23Mas Gedeón respondió: No seré señor sobre vosotros, ni mi hijo os señoreará: Jehová señoreará sobre vosotros. 24Y les dijo Gedeón: Quiero haceros una petición; que cada uno me dé los zarcillos de su botín (pues traían zarcillos de oro, porque eran ismaelitas). 25Ellos respondieron: De buena gana te los daremos. Y tendiendo un manto, echó allí cada uno los zarcillos de su botín. 26Y fue el peso de los zarcillos de oro que él pidió, mil setecientos siclos de oro, sin las planchas y joyeles y vestidos de púrpura que traían los reyes de Madián, y sin los collares que traían sus camellos al cuello. 27Y Gedeón hizo de ellos un efod, el cual hizo guardar en su ciudad de Ofra; y todo Israel se prostituyó tras de ese efod en aquel lugar; y fue tropezadero a Gedeón y a su casa. 28Así fue subyugado Madián delante de los hijos de Israel, y nunca más volvió a levantar cabeza. Y reposó la tierra cuarenta años en los días de Gedeón.

29Luego Jerobaal hijo de Joás fue y habitó en su casa. 30Y tuvo Gedeón setenta hijos que constituyeron su descendencia, porque tuvo muchas mujeres. 31También su concubina que estaba en Siquem le dio un hijo, y le puso por nombre Abimelec. 32Y murió Gedeón hijo de Joás en buena vejez, y fue sepultado en el sepulcro de su padre Joás, en Ofra de los abiezeritas.

33Pero aconteció que cuando murió Gedeón, los hijos de Israel volvieron a prostituirse yendo tras los baales, y escogieron por dios a Baal-berit. 34Y no se acordaron los hijos de Israel de Jehová su Dios, que los había librado de todos sus enemigos en derredor; 35ni se mostraron agradecidos con la casa de Jerobaal, el cual es Gedeón, conforme a todo el bien que él había hecho a Israel. [2]

 

Job 37

 

37

     1     Por eso también se estremece mi corazón,

Y salta de su lugar.

     2     Oíd atentamente el estrépito de su voz,

Y el sonido que sale de su boca.

     3     Debajo de todos los cielos lo dirige,

Y su luz hasta los fines de la tierra.

     4     Después de ella brama el sonido,

Truena él con voz majestuosa;

Y aunque sea oída su voz, no los detiene.

     5     Truena Dios maravillosamente con su voz;

El hace grandes cosas, que nosotros no entendemos.

     6     Porque a la nieve dice: Desciende a la tierra;

También a la llovizna, y a los aguaceros torrenciales.

     7     Así hace retirarse a todo hombre,

Para que los hombres todos reconozcan su obra.

     8     Las bestias entran en su escondrijo,

Y se están en sus moradas.

     9     Del sur viene el torbellino,

Y el frío de los vientos del norte.

     10     Por el soplo de Dios se da el hielo,

Y las anchas aguas se congelan.

     11     Regando también llega a disipar la densa nube,

Y con su luz esparce la niebla.

     12     Asimismo por sus designios se revuelven las nubes en derredor,

Para hacer sobre la faz del mundo,

En la tierra, lo que él les mande.

     13     Unas veces por azote, otras por causa de su tierra,

Otras por misericordia las hará venir.

     14     Escucha esto, Job;

Detente, y considera las maravillas de Dios.

     15     ¿Sabes tú cómo Dios las pone en concierto,

Y hace resplandecer la luz de su nube?

     16     ¿Has conocido tú las diferencias de las nubes,

Las maravillas del Perfecto en sabiduría?

     17     ¿Por qué están calientes tus vestidos

Cuando él sosiega la tierra con el viento del sur?

     18     ¿Extendiste tú con él los cielos,

Firmes como un espejo fundido?

     19     Muéstranos qué le hemos de decir;

Porque nosotros no podemos ordenar las ideas a causa de las tinieblas.

     20     ¿Será preciso contarle cuando yo hablare?

Por más que el hombre razone, quedará como abismado.

     21     Mas ahora ya no se puede mirar la luz esplendente en los cielos,

Luego que pasa el viento y los limpia,

     22     Viniendo de la parte del norte la dorada claridad.

En Dios hay una majestad terrible.

     23     El es Todopoderoso, al cual no alcanzamos, grande en poder;

Y en juicio y en multitud de justicia no afligirá.

     24     Lo temerán por tanto los hombres;

El no estima a ninguno que cree en su propio corazón ser sabio. [3]

 



a 17.24–25: Is. 42.5.

[1] Reina Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Hch 17.15-34

a 7.3: Dt. 20.8.

[2] Reina Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Jue 6.40-8.35

[3] Reina Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Job 36.33-37.24


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