viernes, 3 de noviembre de 2023

¿Qué necesitas para salir adelante?

 <ENGLISH>




 03 Noviembre
 

¿Qué necesitas para salir adelante?


¡Basta una Palabra del Señor!

Por Riqui Ricón*

Mira mi aflicción, y líbrame, Porque de tu ley no me he olvidado. Defiende mi causa, y redímeme; Vivifícame con tu palabra. Lejos está de los impíos la salvación, Porque no buscan tus estatutos. Muchas son tus misericordias, oh Jehová; Vivifícame conforme a tus juicios… Mira, oh Jehová, que amo tus mandamientos; Vivifícame conforme a tu misericordia. La suma de tu palabra es verdad, Y eterno es todo juicio de tu justicia (Sal 119.153-156, 159-160).

A nosotros los creyentes, los que hemos hecho a Jesús el Señor y Salvador de nuestras vidas y que por lo tanto hemos Nacido de Nuevo como Hijos de Dios, no nos cabe la menor duda que la Biblia es la Palabra de Dios y es la Verdad.

Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado (Isa 26.3).

Aún en medio de problemas y aflicciones tú puedes tener dicha y paz pues conoces la Verdad y sabes que en todas las cosas eres más que vencedor(a), pues Dios lo ha establecido así en Su Palabra.

Y pelearán contra ti, pero no te vencerán; porque yo estoy contigo, dice Jehová, para librarte (Jer 1.19).

¡Tienes la Victoria asegurada! Sólo tienes que perseverar en hacer de la Palabra de Dios la norma máxima de tu Vida, poniéndola en tu mente, boca y corazón.

Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame! Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste? (Mat 14.28-31).

En aquella noche que Jesús caminó sobre las aguas y sus discípulos, amedrentados, pensaban que veían un fantasma, Él les animo diciéndoles no tengan miedo, soy yo; sin embargo Pedro dijo, si eres Tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. Y Jesús le contestó, ven. Eso era todo lo que Pedro necesitaba, UNA PALABRA de Jesús y entonces, él comenzó a caminar sobre las aguas.

De la misma forma tú, como Pedro, solo necesitas CREERLE a Dios. El problema surge cuando el fuerte viento, los problemas, la enfermedad o cualquier aflicción pueden convencerte que en esta ocasión ellos son mayores que la Palabra y te infunden temor. El temor produce duda y la duda apaga tu fe.

Mientras él todavía hablaba con ella, llegó un mensajero de la casa de Jairo, el líder de la sinagoga y le dijo: «Tu hija está muerta. Ya no tiene sentido molestar al Maestro». Pero, cuando Jesús oyó lo que había sucedido, le dijo a Jairo: «No tengas miedo. Sólo ten fe, y ella será sanada» (Luc 8.49-50 NTV).

Cuando a Jairo llegaron avisarle que su hija había muerto y ya no había más esperanza, Jesús contuvo al espíritu de temor y duda al declarar: ¡Jairo, no temas cree solamente!

Es la Palabra de Dios la que te vivifica, la que te da vida para no temer y salir victorioso(a) en medio de las más terribles circunstancias. Es por esto que el salmista oraba: Mira mi aflicción, y líbrame, Porque de tu ley no me he olvidado. Defiende mi causa, y redímeme; Vivifícame con tu palabra.

La Verdad es que Dios no miente, y confiar en Él no es difícil, pues si Dios lo dijo, entonces Él lo va a cumplir; si Dios lo habló, entonces Él lo va a ejecutar.

Venga a mí tu misericordia, oh Jehová; Tu salvación, conforme a tu dicho. Y daré por respuesta a mi avergonzador, Que en tu palabra he confiado (Sal 119.41-42).

¡Jamás serás avergonzado(a) de haber puesto toda tu confianza en la Palabra de Honor de Dios, tu Padre!

Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo (Jn 16.33).

Así que, si Dios dice en Su Palabra que todo lo puedes en Cristo, entonces, ¡todo lo puedes en Cristo que te fortalece!

Si Dios dice en Su Palabra que ciertamente Él llevó tus enfermedades y sufrió tus dolores y que por Sus heridas ya fuiste sanado(a), entonces, ¡ciertamente Él llevó tus enfermedades y sufrió tus dolores y por Sus heridas TÚ YA FUISTE SANADO(A)!

Así de simple es la fe, como un grano de mostaza. Dichoso, bienaventurado, mil veces feliz, el hombre o la mujer que confía en Dios, pues aunque andes en valle de sombra y de muerte, no temerás mal alguno, pues Jesús, tu Rey y Salvador, está contigo.

Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien (Jos 1.8).

Es por todo esto que tú necesitas urgentemente hacer de la Biblia la norma máxima de tu existencia. Leyéndola y meditándola todos los días de tu vida, pues entonces, y sólo entonces (ni antes, ni después, ni de ningún otra forma), harás prosperar tu camino y todo te saldrá bien.

Oremos en voz audible:

Amado Padre celestial, yo en Ti confío. Sé que Tu Palabra, la Biblia, es la Verdad y por lo tanto la creo y la guardo como la norma máxima de mi vida. Sé que me irá bien y haré prosperar mi camino. Y aunque hoy esté enfrentando problemas y aflicciones, yo declaró en Tu nombre Jesucristo que saldré adelante en libertad y victoria, en salud y prosperidad pues escrito está acerca de mí que en todas las cosas soy más que vencedor(a) por medio de Aquel que me ama, Cristo Jesús. Resisto y hecho fuera de mi vida toda enfermedad, pobreza, tristeza, depresión, soledad, temor y angustia. Cubro todo mi ser, espíritu, alma y cuerpo, con la Sangre de Jesús y llamo y recibo toda la salud, amor, paz y gozo que Tú, Jesucristo, compraste para mí al morir en la cruz. Creo y declaro que, ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy dichoso(a)! ¡Soy un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo! Todo Gracias a Ti, Señor Jesús. Amén.

 Nota Importante:

¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el Todopoderoso?

Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:

Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.

*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2012

 

 

Tres Recomendaciones:

Lo que acabas de suceder al reconocer a Jesucristo como el Señor y Salvador de tu vida, de acuerdo con La Palabra de Dios, es que has Nacido de Nuevo, ya no más como un ser humano común y corriente, sujeto a la ley del pecado y de la muerte, sino que ahora eres un(a) legítimo(a) y auténtico(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo, exactamente igual a Jesucristo, quien ahora es tu Hermano Mayor. Por lo tanto, te hago estas tres importantísimas recomendaciones:

1.     Orar. Orar es platicar con Dios. Así que, búscate un lugar tranquilo donde puedas comenzar a platicar todas tus cosas con Él. Hazlo de forma audible y notarás como Dios siempre responderá a tu corazón.

2.     Leer y meditar la Palabra de Dios. La Biblia es La Palabra de Dios, así que, consigue una Biblia y comienza a leerla y meditarla. ¿Cómo empezar? Es muy sencillo. Dependiendo del día que sea hoy, busca en el programa de lectura “La Biblia en un año” y realiza las lecturas correspondientes. Este programa lo puedes obtener en: A Través de La Biblia En Un Ano (palabradehonor.org) Notarás que el programa está arreglado para imprimirlo como un cuadernillo.

3.     En oración con Dios, tu Padre, busca y únete a una iglesia o congregación cristiana donde enseñen la Palabra de Dios en base a las Buenas Noticias que son el Evangelio de Jesucristo.

*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2020

 

 


Lectura y Meditación de la Palabra de Dios

Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.

Noviembre 3                            1 Tim 5.1-22  /  Jer 1.-2 /  Sal 119.145-176


Cápsula del día.




Puedes escuchar o descargar la lectura de la  Biblia en audio del día de hoy, la tenemos para ti en dos versiones: 


RV60 




NVI 



Lectura y Meditación de la Palabra de Dios

Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.

Noviembre 3                            1 Tim 5.1-22  /  Jer 1.-2 /  Sal 119.145-176

 

1 Timoteo 5.1-22

 Deberes hacia los demás

5

1No reprendas al anciano, sino exhórtale como a padre; a los más jóvenes, como a hermanos; 2a las ancianas, como a madres; a las jovencitas, como a hermanas, con toda pureza.

3Honra a las viudas que en verdad lo son. 4Pero si alguna viuda tiene hijos, o nietos, aprendan éstos primero a ser piadosos para con su propia familia, y a recompensar a sus padres; porque esto es lo bueno y agradable delante de Dios. 5Mas la que en verdad es viuda y ha quedado sola, espera en Dios, y es diligente en súplicas y oraciones noche y día. 6Pero la que se entrega a los placeres, viviendo está muerta. 7Manda también estas cosas, para que sean irreprensibles; 8porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo.

9Sea puesta en la lista sólo la viuda no menor de sesenta años, que haya sido esposa de un solo marido, 10que tenga testimonio de buenas obras; si ha criado hijos; si ha practicado la hospitalidad; si ha lavado los pies de los santos; si ha socorrido a los afligidos; si ha practicado toda buena obra. 11Pero viudas más jóvenes no admitas; porque cuando, impulsadas por sus deseos, se rebelan contra Cristo, quieren casarse, 12incurriendo así en condenación, por haber quebrantado su primera fe. 13Y también aprenden a ser ociosas, andando de casa en casa; y no solamente ociosas, sino también chismosas y entremetidas, hablando lo que no debieran. 14Quiero, pues, que las viudas jóvenes se casen, críen hijos, gobiernen su casa; que no den al adversario ninguna ocasión de maledicencia. 15Porque ya algunas se han apartado en pos de Satanás. 16Si algún creyente o alguna creyente tiene viudas, que las mantenga, y no sea gravada la iglesia, a fin de que haya lo suficiente para las que en verdad son viudas.

17Los ancianos que gobiernan bien, sean tenidos por dignos de doble honor, mayormente los que trabajan en predicar y enseñar. 18Pues la Escritura dice: No pondrás bozal al buey que trilla;a y: Digno es el obrero de su salario.b 19Contra un anciano no admitas acusación sino con dos o tres testigos.c 20A los que persisten en pecar, repréndelos delante de todos, para que los demás también teman. 21Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, y de sus ángeles escogidos, que guardes estas cosas sin prejuicios, no haciendo nada con parcialidad. 22No impongas con ligereza las manos a ninguno, ni participes en pecados ajenos. Consérvate puro.[1]

  

Jeremías 1-2

Llamamiento y misión de Jeremías

1

1Las palabras de Jeremías hijo de Hilcías, de los sacerdotes que estuvieron en Anatot, en tierra de Benjamín. 2Palabra de Jehová que le vino en los días de Josíasa hijo de Amón, rey de Judá, en el año decimotercero de su reinado. 3Le vino también en días de Joacimb hijo de Josías, rey de Judá, hasta el fin del año undécimo de Sedequíasc hijo de Josías, rey de Judá, hasta la cautividad de Jerusalén en el mes quinto.

4Vino, pues, palabra de Jehová a mí, diciendo: 5Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones. 6Y yo dije: ¡Ah! ¡ah, Señor Jehová! He aquí, no sé hablar, porque soy niño. 7Y me dijo Jehová: No digas: Soy un niño; porque a todo lo que te envíe irás tú, y dirás todo lo que te mande. 8No temas delante de ellos, porque contigo estoy para librarte, dice Jehová. 9Y extendió Jehová su mano y tocó mi boca, y me dijo Jehová: He aquí he puesto mis palabras en tu boca. 10Mira que te he puesto en este día sobre naciones y sobre reinos, para arrancar y para destruir, para arruinar y para derribar, para edificar y para plantar. 11La palabra de Jehová vino a mí, diciendo: ¿Qué ves tú, Jeremías? Y dije: Veo una vara de almendro.1 12Y me dijo Jehová: Bien has visto; porque yo apresuro2 mi palabra para ponerla por obra.

13Vino a mí la palabra de Jehová por segunda vez, diciendo: ¿Qué ves tú? Y dije: Veo una olla que hierve; y su faz está hacia el norte. 14Me dijo Jehová: Del norte se soltará el mal sobre todos los moradores de esta tierra. 15Porque he aquí que yo convoco a todas las familias de los reinos del norte, dice Jehová; y vendrán, y pondrá cada uno su campamento a la entrada de las puertas de Jerusalén, y junto a todos sus muros en derredor, y contra todas las ciudades de Judá. 16Y a causa de toda su maldad, proferiré mis juicios contra los que me dejaron, e incensaron a dioses extraños, y la obra de sus manos adoraron. 17Tú, pues, ciñe tus lomos, levántate, y háblales todo cuanto te mande; no temas delante de ellos, para que no te haga yo quebrantar delante de ellos. 18Porque he aquí que yo te he puesto en este día como ciudad fortificada, como columna de hierro, y como muro de bronce contra toda esta tierra, contra los reyes de Judá, sus príncipes, sus sacerdotes, y el pueblo de la tierra. 19Y pelearán contra ti, pero no te vencerán; porque yo estoy contigo, dice Jehová, para librarte.

Jehová y la apostasía de Israel

2

1Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: 2Anda y clama a los oídos de Jerusalén, diciendo: Así dice Jehová: Me he acordado de ti, de la fidelidad de tu juventud, del amor de tu desposorio, cuando andabas en pos de mí en el desierto, en tierra no sembrada. 3Santo era Israel a Jehová, primicias de sus nuevos frutos. Todos los que le devoraban eran culpables; mal venía sobre ellos, dice Jehová.

4Oíd la palabra de Jehová, casa de Jacob, y todas las familias de la casa de Israel. 5Así dijo Jehová: ¿Qué maldad hallaron en mí vuestros padres, que se alejaron de mí, y se fueron tras la vanidad y se hicieron vanos? 6Y no dijeron: ¿Dónde está Jehová, que nos hizo subir de la tierra de Egipto, que nos condujo por el desierto, por una tierra desierta y despoblada, por tierra seca y de sombra de muerte, por una tierra por la cual no pasó varón, ni allí habitó hombre? 7Y os introduje en tierra de abundancia, para que comieseis su fruto y su bien; pero entrasteis y contaminasteis mi tierra, e hicisteis abominable mi heredad. 8Los sacerdotes no dijeron: ¿Dónde está Jehová? y los que tenían la ley no me conocieron; y los pastores se rebelaron contra mí, y los profetas profetizaron en nombre de Baal, y anduvieron tras lo que no aprovecha.

9Por tanto, contenderé aún con vosotros, dijo Jehová, y con los hijos de vuestros hijos pleitearé. 10Porque pasad a las costas de Quitim y mirad; y enviad a Cedar, y considerad cuidadosamente, y ved si se ha hecho cosa semejante a esta. 11¿Acaso alguna nación ha cambiado sus dioses, aunque ellos no son dioses? Sin embargo, mi pueblo ha trocado su gloria por lo que no aprovecha. 12Espantaos, cielos, sobre esto, y horrorizaos; desolaos en gran manera, dijo Jehová. 13Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua.

14¿Es Israel siervo? ¿es esclavo? ¿Por qué ha venido a ser presa? 15Los cachorros del león rugieron contra él, alzaron su voz, y asolaron su tierra; quemadas están sus ciudades, sin morador. 16Aun los hijos de Menfis y de Tafnes te quebrantaron la coronilla. 17¿No te acarreó esto el haber dejado a Jehová tu Dios, cuando te conducía por el camino? 18Ahora, pues, ¿qué tienes tú en el camino de Egipto, para que bebas agua del Nilo? ¿Y qué tienes tú en el camino de Asiria, para que bebas agua del Eufrates? 19Tu maldad te castigará, y tus rebeldías te condenarán; sabe, pues, y ve cuán malo y amargo es el haber dejado tú a Jehová tu Dios, y faltar mi temor en ti, dice el Señor, Jehová de los ejércitos.

20Porque desde muy atrás rompiste tu yugo y tus ataduras, y dijiste: No serviré. Con todo eso, sobre todo collado alto y debajo de todo árbol frondoso te echabas como ramera. 21Te planté de vid escogida, simiente verdadera toda ella; ¿cómo, pues, te me has vuelto sarmiento de vid extraña? 22Aunque te laves con lejía, y amontones jabón sobre ti, la mancha de tu pecado permanecerá aún delante de mí, dijo Jehová el Señor. 23¿Cómo puedes decir: No soy inmunda, nunca anduve tras los baales? Mira tu proceder en el valle, conoce lo que has hecho, dromedaria ligera que tuerce su camino, 24asna montés acostumbrada al desierto, que en su ardor olfatea el viento. De su lujuria, ¿quién la detendrá? Todos los que la buscaren no se fatigarán, porque en el tiempo de su celo la hallarán. 25Guarda tus pies de andar descalzos, y tu garganta de la sed. Mas dijiste: No hay remedio en ninguna manera, porque a extraños he amado, y tras ellos he de ir.

26Como se avergüenza el ladrón cuando es descubierto, así se avergonzará la casa de Israel, ellos, sus reyes, sus príncipes, sus sacerdotes y sus profetas, 27que dicen a un leño: Mi padre eres tú; y a una piedra: Tú me has engendrado. Porque me volvieron la cerviz, y no el rostro; y en el tiempo de su calamidad dicen: Levántate, y líbranos. 28¿Y dónde están tus dioses que hiciste para ti? Levántense ellos, a ver si te podrán librar en el tiempo de tu aflicción; porque según el número de tus ciudades, oh Judá, fueron tus dioses.

29¿Por qué porfías conmigo? Todos vosotros prevaricasteis contra mí, dice Jehová. 30En vano he azotado a vuestros hijos; no han recibido corrección. Vuestra espada devoró a vuestros profetas como león destrozador. 31¡Oh generación! atended vosotros a la palabra de Jehová. ¿He sido yo un desierto para Israel, o tierra de tinieblas? ¿Por qué ha dicho mi pueblo: Somos libres; nunca más vendremos a ti? 32¿Se olvida la virgen de su atavío, o la desposada de sus galas? Pero mi pueblo se ha olvidado de mí por innumerables días.

33¿Por qué adornas tu camino para hallar amor? Aun a las malvadas enseñaste tus caminos. 34Aun en tus faldas se halló la sangre de los pobres, de los inocentes. No los hallaste en ningún delito; sin embargo, en todas estas cosas dices: 35Soy inocente, de cierto su ira se apartó de mí. He aquí yo entraré en juicio contigo, porque dijiste: No he pecado. 36¿Para qué discurres tanto, cambiando tus caminos? También serás avergonzada de Egipto, como fuiste avergonzada de Asiria. 37También de allí saldrás con tus manos sobre tu cabeza, porque Jehová desechó a aquellos en quienes tú confiabas, y no prosperarás por ellos.[2]

     

 

SALMO 119.145-176

 

Excelencias de la ley de Dios

Cof

     145     Clamé con todo mi corazón; respóndeme, Jehová,

Y guardaré tus estatutos.

     146     A ti clamé; sálvame,

Y guardaré tus testimonios.

     147     Me anticipé al alba, y clamé;

Esperé en tu palabra.

     148     Se anticiparon mis ojos a las vigilias de la noche,

Para meditar en tus mandatos.

     149     Oye mi voz conforme a tu misericordia;

Oh Jehová, vivifícame conforme a tu juicio.

     150     Se acercaron a la maldad los que me persiguen;

Se alejaron de tu ley.

     151     Cercano estás tú, oh Jehová,

Y todos tus mandamientos son verdad.

     152     Hace ya mucho que he entendido tus testimonios,

Que para siempre los has establecido.

Resh

     153     Mira mi aflicción, y líbrame,

Porque de tu ley no me he olvidado.

     154     Defiende mi causa, y redímeme;

Vivifícame con tu palabra.

     155     Lejos está de los impíos la salvación,

Porque no buscan tus estatutos.

     156     Muchas son tus misericordias, oh Jehová;

Vivifícame conforme a tus juicios.

     157     Muchos son mis perseguidores y mis enemigos,

Mas de tus testimonios no me he apartado.

     158     Veía a los prevaricadores, y me disgustaba,

Porque no guardaban tus palabras.

     159     Mira, oh Jehová, que amo tus mandamientos;

Vivifícame conforme a tu misericordia.

     160     La suma de tu palabra es verdad,

Y eterno es todo juicio de tu justicia.

Sin

     161     Príncipes me han perseguido sin causa,

Pero mi corazón tuvo temor de tus palabras.

     162     Me regocijo en tu palabra

Como el que halla muchos despojos.

     163     La mentira aborrezco y abomino;

Tu ley amo.

     164     Siete veces al día te alabo

A causa de tus justos juicios.

     165     Mucha paz tienen los que aman tu ley,

Y no hay para ellos tropiezo.

     166     Tu salvación he esperado, oh Jehová,

Y tus mandamientos he puesto por obra.

     167     Mi alma ha guardado tus testimonios,

Y los he amado en gran manera.

     168     He guardado tus mandamientos y tus testimonios,

Porque todos mis caminos están delante de ti.

Tau

     169     Llegue mi clamor delante de ti, oh Jehová;

Dame entendimiento conforme a tu palabra.

     170     Llegue mi oración delante de ti;

Líbrame conforme a tu dicho.

     171     Mis labios rebosarán alabanza

Cuando me enseñes tus estatutos.

     172     Hablará mi lengua tus dichos,

Porque todos tus mandamientos son justicia.

     173     Esté tu mano pronta para socorrerme,

Porque tus mandamientos he escogido.

     174     He deseado tu salvación, oh Jehová,

Y tu ley es mi delicia.

     175     Viva mi alma y te alabe,

Y tus juicios me ayuden.

     176     Yo anduve errante como oveja extraviada; busca a tu siervo,

Porque no me he olvidado de tus mandamientos.[3]

 



a 5.18: Dt. 25.4.

b 5.18: Mt. 10.10; Lc. 10.7.

c 5.19: Dt. 17.6; 19.15.

[1] Reina Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. 1 Ti 4.16-5.22

a 1.2: 2 R. 22.3—23.27; 2 Cr. 34.8—35.19.

b 1.3: 2 R. 23.36—24.7; 2 Cr. 36.5–8.

c 1.3: 2 R. 24.18—25.21; 2 Cr. 36.11–21.

Heb. shaked.

Heb. shoked.

[2] Reina Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Is 66.24-Jr 2.37

[3] Reina Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Sal 119.144-176


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