viernes, 10 de junio de 2016

¡Cómo derrotar a los gigantes!


2 de Junio

¡Con tu fe!

Por Riqui Ricón*

Entonces habló David a los que estaban junto a él, diciendo: ¿Qué harán al hombre que venciere a este filisteo, y quitare el oprobio de Israel? Porque ¿quién es este filisteo incircunciso, para que provoque a los escuadrones del Dios viviente? (1 S 17.26).

Cuando Dios instruyó a Samuel para que ungiese a David por rey de Israel le dijo, He hallado a David hijo de Isaí, varón conforme a mi corazón, quien hará todo lo que yo quiero (Hch 13.22).

Tener un corazón conforme al corazón de Dios y obedecer Su Palabra es la característica más distintiva de un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo, pues es la esencia del ser hecho(a) de Nuevo.

Y les daré un corazón, y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos; y quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne (Ez 11.19).

De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas (2 Co 5.17).

Lo interesante aquí es comprender que tú, sí, tú, también tienes esa misma cualidad. Lo único que hay que saber es que, sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan (He 11.6).

El simple hecho que estés leyendo este devocional es prueba fehaciente que tienes fe (o que la estás buscando).

Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve (He 11.1).

La forma más sencilla que he encontrado para explicar este versículo es: fe es creerle a Dios, creyendo Su Palabra, pues si Dios lo dijo, entonces, Él lo va a cumplir, si Dios lo habló, entonces, Él lo va a ejecutar.

Dios no es un hombre, por lo tanto no miente. Él no es humano, por lo tanto no cambia de parecer. ¿Acaso alguna vez habló sin actuar? ¿Alguna vez prometió sin cumplir? Escucha, yo recibí la orden de bendecir; ¡Dios ha bendecido, y yo no puedo revertirlo! (Num 23.19-20 NTV).

David no venció a Goliat con honda y piedra, lo venció con su fe en Dios al declarar a todo el pueblo de Israel, incluyendo al propio rey Saúl, que Goliat era un incircunciso. ¿Qué estaba diciendo David con eso? Estaba estableciendo su victoria: Ese gigante bravucón no tiene un pacto con Dios, ¡Yo sí!

No fue su experiencia de enfrentar leones y osos lo que le daba valor a David. De hecho, lo que le permitía enfrentar a leones y osos era saberse dentro de un pacto con Dios, estando consciente que Dios jamás falta a Su Palabra.

Cuando Goliat seguía sus tácticas de temor insultando a David por sus dioses, éste no se amedrentó, no prestó atención a las ofensas, ni a lo alto de la estatura, ni a la musculatura del gigante, sino que se fortaleció en el Señor y en el poder de Su fuerza, poniendo sus ojos, mente y corazón en la Palabra de Dios. David se dio prisa, y corrió a la línea de batalla contra el filisteo, declarando en voz audible: Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado. Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y te cortaré la cabeza, y daré hoy los cuerpos de los filisteos a las aves del cielo y a las bestias de la tierra; y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel. Y sabrá toda esta congregación que Jehová no salva con espada y con lanza; porque de Jehová es la batalla, y él os entregará en nuestras manos (1 S 17.45-47).

¿Te das cuenta? David no venció a Goliat con honda y piedra. Lo venció con su fe, poniendo la Palabra de Dios en su boca.

Esa, precisamente, fue la instrucción que Josué recibió de parte de Dios para entrar y poseer la tierra prometida.

Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien (Jos 1.8).

El día de hoy, Dios te está diciendo lo mismo, haz de la Biblia la norma máxima de tu existencia, ponla en tu mente, boca y corazón porque ENTONCES (ni antes, ni después, ni de ningún otra forma), harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien.

Al igual que Josué y David, tú puedes enfrentar a tus gigantes con la certeza de vencerlos sólo porque Dios lo ha dicho así en Su Palabra.

Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó (Ro 8.37).

¿Cómo no va ser esto verdad si el Amor que Dios siente por ti es tan grande que prefirió entregar a Su propio Hijo, para pagar todos tus pecados, antes que perderte a ti?

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él (Jn 3.16-17).

¿Cómo no va ser esto verdad si, de acuerdo a la Palabra de Dios, Él lo hizo con el propósito expreso de justificarte, perdonarte y, así, establecerte como Su propio(a) Hijo(a)?

Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos;  herederos de Dios y coherederos con Cristo (Ro 8.15-17a).

Dios no te ha dejado, ni te dejará. Tú eres más especial para Dios de lo que David era, pues, a través de la muerte y resurrección de Jesucristo, ahora tú eres el especial objeto del Nuevo Pacto en la Sangre de Jesús: ni más ni menos que un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo.

Por tanto, Jesús es hecho fiador de un mejor pacto… Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas (He 7.22; 8.6)

Éste, el Nuevo Pacto, es un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas. Tiene un fiador y una garantía.

En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria (Efe 1.13-14).

¡Cristo Jesús en persona es tu fiador en el Nuevo Pacto y el Espíritu Santo es tu garantía!

¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? (Ro 8.31-32).

Sea cual sea la situación que estás enfrentando el día de hoy, tú no necesitas honda, ni piedra; lo único que tienes que saber, Y CREER, es que Dios te ama y ha comprometido Su Palabra mediante el Nuevo Pacto en la Sangre de Su Hijo Jesucristo, para hacer de ti una Nueva creatura, un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo.

Recibe esto mediante la fe, creyendo que esto es así sólo porque está escrito en la Palabra de Dios. Él lo ha hablado, acerca de ti, y lo va hacer; Él lo ha dicho, respecto a ti, y lo va a ejecutar. Dios no miente. Ahora tienes a Cristo Jesús como tu fiador y al glorioso Espíritu de Dios como tu garantía. ¡No hay forma que puedas perder!

No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos (Zac 4.6).

Oremos en voz audible:

Amado Padre celestial, hoy quiero decirte que no importa lo que pase a mi alrededor, yo te alabare y te adoraré, pues ahora sé lo que has hecho por mí y dentro de mí. Gracias, Señor Jesús, porque Tú, siendo Dios, no estimaste el ser igual a Dios como cosa a que aferrarte, sino que Te despojaste a Ti mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, Te humillaste a Ti mismo, haciéndote obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Todo por amor a mí, para hacerme un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo. ¡Gracias por Tu Sangre! Con ella lavaste todos mis pecados. ¡Gracias por Tu resurrección! Con ella venciste a la muerte y me diste la Vida Eterna. ¡Gracias por el Nuevo Pacto! ¡Soy un(a) Hijo(a) de Dios! Bendito Espíritu Santo, ¿qué te puedo decir a Ti? Que te amo. Que te adoro y cada día Te necesito más y más. Tú eres mi amigo, mi consejero y mi ayudador. Gracias por ser la promesa del Padre la cual Jesús dijo vendría sobre mí. Espíritu Santo, Tú eres mi garantía, las arras de mi herencia para la redención de la posesión adquirida. ¡No hay forma que pueda perder! ¡Todas las cosas me ayudan a bien! Yo, _______________ (tu nombre aquí), he sido llamado(a) conforme al propósito de Dios, mi Padre. Quien me predestino para que fuese hecho(a) conforme a la imagen de Su Hijo, para que Jesús fuese mi hermano mayor.  Dios, el Espíritu Santo, está en mí y conmigo. Jesús, ¿qué puedo decir a todo esto? Si Tú estás conmigo, ¿quién contra mí? Padre celestial, si Tú no escatimaste ni a Tu propio Hijo, sino que lo entregaste por amor a mí, ¿cómo no me darás también con Él todas las cosas? ¿Quién me acusará si soy escogido(a) de Dios? Dios es el que me justifica. ¿Quién es el que me condenará? Cristo es el que murió por mí; más aún, el que también resucitó por mí, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por mí. ¿Quién me separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti soy muerto(a) todo el tiempo; Soy contado(a) como oveja de matadero. Sin embargo, creo y declaro que, antes, en todas estas cosas, Yo, _______________ (tu nombre aquí),  soy más que vencedor(a) por medio de aquel que me amó. Por lo cual estoy seguro(a) de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada me podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús mi Señor y Salvador. Así que, Satanás, tú vienes a mí con problemas y enfermedades y aflicciones; mas yo vengo a ti en el nombre de Jesús, el Señor de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado. Dios, mi Padre, te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y te cortaré la cabeza. ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy dichoso(a)! En el nombre de Jesús. Amén.

 Nota Importante:

¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el Todopoderoso?

Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:

Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.

*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2011



Lectura y Meditación de la Palabra de Dios

Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.

Jun 2                          Ro 8  /  1 Sam 17  /  Sal 62




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