18 de Septiembre
¡Con Una Naturaleza Totalmente Nueva!
Por
Riqui Ricón*
Restáuranos, oh Dios de nuestra salvación, Y
haz cesar tu ira de sobre nosotros (Sal 85.4).
Es
muy interesante notar que la palabra hebrea shub, que se traduce aquí como restáuranos,
es una raíz primaria que literalmente significa volverse, otra vez (como alguien que ya lo ha intentado
anteriormente).
Vuélvenos, oh Dios, salud nuestra, y haz cesar
tu ira de [sobre] nosotros (RV2000).
Ahora, restáuranos otra vez, oh Dios de
nuestra salvación; aparta tu enojo de nosotros una vez más (NTV).
Dios y Salvador nuestro, sálvanos una vez más
ahora, y acéptanos de nuevo (PDT).
El
hecho de que esta súplica no representa un compromiso personal del ser humano
para volverse atrás o arrepentirse, sino que esté dirigida a Dios para que sea Él
quien actúe otra vez y así deje de estar enojado con nosotros, es altamente
significativo y representativo de lo que realmente es el plan de redención y la
Gracia de Dios para con la humanidad perdida.
El
Amor que Dios siente por ti es tan grande que está dispuesto no solamente a
perdonar tus pecados sino también a restaurar tu Vida.
Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio y
renueva un espíritu fiel dentro de mí. No me expulses de tu presencia y no me
quites tu Espíritu Santo.* Restaura en mí la alegría de tu salvación y haz que
esté dispuesto a obedecerte (Sal
51.10-12 NTV).
Mil
años antes de Cristo el rey David reconoció, delante de Dios, haber cometió
sendos pecados de adulterio y asesinato. Arrepentido, elevó a Dios la oración
contenida en el Salmo 51 y puedes ver de nuevo que la súplica no va dirigida
tanto al perdón de pecados como a la imperiosa necesidad de la intervención
divina para hacer un cambio radical en la naturaleza del ser humano: ¡Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio y haz
de mí un espíritu totalmente Nuevo, capaz de creerte, creyendo tu Palabra.
Quiero vivir por siempre en Tu Presencia. Nunca me quites Tu Espíritu Santo!
Esto es así porque tanto Dios como tú saben perfectamente
que si te presentas a juicio delante de Él, no saldrás bien librado.
Y no entres
en juicio con tu siervo; Porque no se justificará delante de ti ningún ser
humano (Sal 143.2).
David, por inspiración del Espíritu Santo, llegó a
comprender que no bastaba con el sistema de sacrificios impuesto para la
expiación de las culpas. Entendió que no era suficiente el simple perdón de
pecados pues la naturaleza humana estaba corrompida por el pecado [que es la
incredulidad a la Palabra de Dios].
«Dios es poderoso y temible; él impone la paz
en los cielos. ¿Quién puede contar su ejército celestial? ¿No brilla su luz en
toda la tierra? ¿Cómo puede un mortal ser inocente ante Dios? ¿Puede alguien
nacido de mujer ser puro? Dios es más glorioso que la luna; brilla con más
intensidad que las estrellas. Comparadas a él, las personas son gusanos;
nosotros los mortales somos simples lombrices»
(Job 25.2-6 NTV).
¡El
ser humano no puede ni podrá jamás resolver el problema del pecado [la incredulidad
a la Palabra de Dios], y la total falta de comunicación [comunión] con Dios que éste [la incredulidad a la Palabra
de Dios] produjo!
sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino
por la fe [por
creerle a Dios, creyendo Su Palabra] de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser
justificados por la fe [por
creerle a Dios, creyendo Su Palabra] de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la
ley nadie será justificado (Gal
2.16-17).
Así
que, la intervención divina en la naturaleza humana no sólo es necesaria sino
indispensable.
Señor, has derramado admirables bendiciones
sobre esta tierra. Has restaurado la fortuna y has perdonado los pecados de tu
pueblo; has sepultado sus culpas, de modo que tu ira, tu ardiente enojo, ya se
ha extinguido. Ahora, haz que volvamos a
amarte, oh Señor, para que tu ira no tenga jamás que volver a alzarse contra
nosotros… ¡Ay, revívenos! Entonces podrá tu pueblo volver a regocijarse en
ti. Derrama sobre nosotros tu amor y bondad, Señor, y otórganos tu salvación
(Sal 85.1-4, 6-7 BAD).
Como
puedes ver, está es una enseñanza consistente en toda la Biblia: ¡El ser humano
no se puede salvar a sí mismo! Y, además, no es suficiente el perdón, ni la
purificación de tus pecados. ¡Necesitas una Nueva Naturaleza que sea
incorruptible! Y eso, mi amado(a), sólo Dios lo puede hacer.
Sea de una forma u otra, el amor de Cristo nos
controla.* Ya que creemos que Cristo murió por todos, también creemos que todos
hemos muerto a nuestra vida antigua.* Él
murió por todos para que los que reciben la nueva vida de Cristo ya no vivan
más para sí mismos. Más bien, vivirán para Cristo, quien murió y resucitó
por ellos. Así que hemos dejado de evaluar a otros desde el punto de vista
humano. En un tiempo, pensábamos de Cristo sólo desde un punto de vista humano.
¡Qué tan diferente lo conocemos ahora! Esto
significa que todo el que pertenece a Cristo se ha convertido en una persona
nueva. La vida antigua ha pasado, ¡una nueva vida ha comenzado! Y todo esto
es un regalo de Dios, quien nos trajo de vuelta a él mismo por medio de Cristo (2 Co 5.14-18a NTV).
Pero,
¿cómo se resuelve el asunto del pecado [incredulidad a la Palabra de Dios] de
una vez por todas? A través del Nuevo Pacto en la Sangre de Jesús.
Y tomando la
copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque
esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de
los pecados (Mat 26.27-28).
¿A
qué se refería Jesucristo cuando dijo esto? Por supuesto que a la Palabra de
Dios, pues Él sólo decía lo que escuchaba al Padre decir y sólo hacía lo que
veía al Padre hacer.
He aquí que vienen días, dice Jehová,
en los cuales haré nuevo pacto
con la casa de Israel y con la casa de Judá. No como el pacto que hice con sus
padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová. Pero este es el [nuevo] pacto que haré con la casa de Israel después
de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. Y no enseñará
más ninguno a su prójimo, ni ninguno a
su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más
grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado (Jer 31.31-34).
Así
que, por el Nuevo Pacto en la Sangre de Jesús Dios pudo hacer de ti esa persona
totalmente Nueva.
¡El
Pacto en la Sangre de Jesús hace de ti un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de
Nuevo!
siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece
para siempre (1 P
1.23).
Ya
no eres más ese(a) hombre (mujer) pecador(a). Ahora eres exactamente la persona
que la Biblia, la Palabra de Dios, dice que tú eres:
¡Todo
lo puedes en Cristo que te fortalece (Fil 4.13)!
¡En
todas las cosas eres más que vencedor(a) por medio de Aquel que te ha amado,
Cristo Jesús (Ro 8.37)!
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito,
para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque
no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo
sea salvo por él (Jn
3.16-17).
¡Dios
te ama tanto que prefirió entregar a Su propio Hijo antes que perderte a ti!
Con
Su muerte, Jesucristo pagó todos tus pecados; con Su resurrección te abrió el
camino a la Vida Eterna que sólo pueden experimentar los Hijos de Dios!
MIREN CUÁNTO NOS ama el Padre celestial que
permite que seamos llamados hijos de Dios. ¡Y lo mas maravilloso es que de
veras lo somos! Naturalmente, como la mayoría de la gente no conoce a Dios, no
comprende por qué lo somos (1
Jn 3.1).
Con
este sacrificio de Amor, con este Plan de Redención o Nuevo Pacto, tu vieja
naturaleza humana y el asunto del pecado han quedado totalmente resueltos.
Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo
Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte (Ro 8.2).
Ahora,
como un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo, eres libre de la ley del pecado
y de la muerte para vivir esa Vida Plena y Victoriosa que Dios, tu Padre,
siempre ha deseado para ti.
El ladrón no viene sino para hurtar y matar y
destruir; yo he venido para que tengan
vida, y para que la tengan en abundancia (Jn 10.10).
Así que,
oremos en voz audible:
Amado padre celestial, hoy quiero
agradecerte por tanto y tan grande Amor, que estando yo muerto(a) en delitos y
pecados me diste Vida juntamente con Cristo Jesús. Gracias por haberme
trasladado de las tinieblas a Tu Luz admirable. Gracias por haber deshecho mi
vieja naturaleza vendida al pecado y haberme dotado de una Vida totalmente
Nueva: ¡La Vida Eterna! ¡La Vida de un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo!
Señor, este día pongo toda mi confianza en Tu Palabra. ¡Yo estoy en Cristo! Por
lo tanto, soy Nueva creatura, las cosas viejas pasaron he aquí que TODAS son
hechas nuevas. Así que, en Tu nombre, Jesús, una cosa hago: olvidando
ciertamente lo que queda atrás, y
extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en
Cristo Jesús, y aunque en valle de sombra y de muerte no voy a temer mal alguno
porque Tú, Jesús, estás conmigo. Por cuanto en Ti, Jesús, yo he
puesto mi amor, Tú también me librarás; me pondrás en alto, por cuanto he
conocido Tu nombre. Te invocaré, y Tú me responderás; conmigo estarás Tú en la
angustia; me librarás y me glorificarás. Me saciarás de larga vida, y me
mostrarás Tu salvación. Así que, ¡Abba! ¡Padre! Yo soy Tuyo(a), y en Cristo
Jesús ya he vencido, pues mayor eres Tú, Espíritu Santo, que vives en mí y
conmigo, que el que está en el mundo. Padre, ¡Todas y cada una de Tus Promesas
son en mí, sí y amén! Me someto a Ti, mi Dios y Padre, me someto a Tu Palabra,
resisto a Satanás y éste tiene que huir de mi vida. No recibo ni la duda, ni el
temor, ni la enfermedad, ni la pobreza, ni la angustia, ni la depresión. ¡Soy
sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy dichoso(a)! En el nombre de Jesús.
Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el
Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu
atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:
Señor Jesús, yo
creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para
pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día
de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre
preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te
invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú
seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios
Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a
Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido
de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más
estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo
Jaime © 2011
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Septiembre
18 Jn 18.38b-19.16
/
2 Cr 29 / Sal 85
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