¡Cómo puedes estar seguro(a) que Dios atenderá a alguien como tú!
¡Por el Nuevo Pacto en la Sangre de Jesús!
Por Riqui Ricón*
De la misma manera, tomó la copa después de haber cenado y dijo: "Esta copa es el nuevo pacto de Dios con vosotros, sellado con mi sangre. Siempre que bebáis esta copa, hacedlo en memoria de mí" (1 Co 11.25).
¿Sabes a qué se refiere Jesús cuando establece un Nuevo Pacto en Su Sangre?
Si tú puedes hoy dar cabal respuesta a esta pregunta, te aseguro que tu vida nunca más será la misma. Comenzarás a ser esa persona capaz, sana, poderosa y feliz que Dios ha determinado que tú seas.
La Promesa del Nuevo Pacto fue dada por Dios a través del ministerio del profeta Jeremías. Esto nos ubica en el momento preciso en la historia de Israel en que, por haber abandonado a Dios, invalidando así el Pacto que tenían con Él, el Señor comienza a dar cumplimiento a todas Sus Palabras respecto a los transgresores. Palabras que durante tanto tiempo les fueron habladas por los profetas comenzaron a cumplirse: el Templo y la Santa ciudad de Jerusalén fueron destruidos; el pueblo fue muerto por hambre, espada y enfermedad; los sobrevivientes fueron hechos esclavos y dispersados a otras naciones. A tal grado fueron avergonzados y confundidos que parecían más un pueblo maldito que aquel pueblo que alguna vez fueron: el Pueblo Elegido de Dios.
Y oré a Jehová mi Dios e hice confesión diciendo: Ahora, Señor, Dios grande, digno de ser temido, que guardas el pacto y la misericordia con los que te aman y guardan tus mandamientos; hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos hecho impíamente, y hemos sido rebeldes, y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus ordenanzas. No hemos obedecido a tus siervos los profetas, que en tu nombre hablaron a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros padres y a todo el pueblo de la tierra. Tuya es, Señor, la justicia, y nuestra la confusión de rostro, como en el día de hoy lleva todo hombre de Judá, los moradores de Jerusalén, y todo Israel, los de cerca y los de lejos, en todas las tierras adonde los has echado a causa de su rebelión con que se rebelaron contra ti. Oh Jehová, nuestra es la confusión de rostro, de nuestros reyes, de nuestros príncipes y de nuestros padres; porque contra ti pecamos. (Dan 9.4-8).
Así, Dios no pudo más sufrir la naturaleza caída y corrompida de Su propio pueblo; del pueblo que había adquirido para Sí mismo, mediante el Antiguo Pacto.
En base a toda esta influencia que el pecado genera en el ser humano, tú puedes ver en la Biblia que el diseño para el Nuevo Pacto fue esbozado por David cuando éste comprendió, por revelación del Espíritu de Dios, que por más que se arrepintiera y pidiera perdón, la expiación de pecados ofrecida en el Antiguo Pacto sólo cubría sus pecados momentáneamente, pero él seguiría siendo el mismo hombre atado a la ley del pecado y de la muerte.
David había cometido adulterio con Betsabé y cuando ésta quedo embarazada por ese adulterio, entonces David mandó asesinar al esposo.
Entonces dijo Natán a David: Tú eres aquel hombre. Así ha dicho Jehová, Dios de Israel: Yo te ungí por rey sobre Israel, y te libré de la mano de Saúl, y te di la casa de tu señor, y las mujeres de tu señor en tu seno; además te di la casa de Israel y de Judá; y si esto fuera poco, te habría añadido mucho más. ¿Por qué, pues, tuviste en poco la palabra de Jehová, haciendo lo malo delante de sus ojos? A Urías heteo heriste a espada, y tomaste por mujer a su mujer, y a él lo mataste con la espada de los hijos de Amón (2 S 12.7-9).
Y aunque David se arrepintió y fue perdonado, él entendió que sólo un milagro departe de Dios podría librarlo de esa naturaleza carnal vendida al pecado. Comprendió que si Dios no hacia una obra portentosa en su naturaleza humana, entonces el seguiría siendo el mismo miserable pecador.
Fue entonces que clamó a Dios para que Éste interviniera directamente en su persona para hacer de él un hombre totalmente diferente al que hasta ese momento era:
Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches de delante de ti, Y no quites de mí tu santo Espíritu. Vuélveme el gozo de tu salvación, Y espíritu noble me sustente. Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, Y los pecadores se convertirán a ti (Sal 51.10-13).
Dicha intervención divina y supernatural es totalmente indispensable porque un hombre o mujer justificado(a) bajo la sangre del Antiguo Pacto, irremisiblemente volverá a pecar.
La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios (Ro 8.7-8 NVI).
El viejo hombre (mujer), el hombre (mujer) NO redimido por la Sangre de Jesús tiene una mentalidad pecaminosa y es enemigo(a) de Dios. Es por naturaleza, totalmente incapaz de someterse a la Ley de Dios.
La antigua ley fue apenas una sombra de los bienes prometidos, no la propia imagen de su realidad. Por eso, aun estando en vigor y aunque los sacrificios se repetían año tras año, sin cesar, no podía alcanzarse la meta de la salvación. De haberse "podido, con un solo sacrificio hubiera sido suficiente: los fieles habrían quedado definitivamente purificados y habrían dejado de sentirse culpables de pecado. Pero, al contrario, los sacrificios anuales les recordaban sus pecados, los cuales no podía quitar la sangre de los toros y de los machos cabríos (He 10.1-4 CST).
Así es, un hombre o mujer no puede ser justificado(a) bajo la sangre del Antiguo Pacto, pues sin lugar a dudas volverá a pecar y volverá a colocarse así bajo la maldición del pecado que es la muerte.
Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna. Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro (Ro 6.22-23).
Es por esto que está declarado en la Escritura que el Nuevo Pacto es un mejor Pacto, establecido sobre mejores promesas.
- A diferencia del Antiguo Pacto, el Nuevo Pacto tiene una garantía. Lo más hermoso de esto, es el hecho maravilloso que Jesucristo mismo, el primogénito de entre los muertos, es quién garantiza el Nuevo Pacto.
Por tanto, Jesús es hecho fiador de un mejor pacto (He 7.22).
- El Nuevo Pacto es un Pacto perfecto.
Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas. Porque si aquel primero hubiera sido sin defecto, ciertamente no se hubiera procurado lugar para el segundo (He 8.6-7).
- El Nuevo Pacto es Eterno y, por lo tanto, no se puede invalidar.
Porque yo Jehová soy amante del derecho, aborrecedor del latrocinio para holocausto; por tanto, afirmaré en verdad su obra, y haré con ellos pacto perpetuo. Y la descendencia de ellos será conocida entre las naciones, y sus renuevos en medio de los pueblos; todos los que los vieren, reconocerán que son linaje bendito de Jehová (Isa 61.8-9).
Y haré con ellos pacto de paz, pacto perpetuo será con ellos; y los estableceré y los multiplicaré, y pondré mi santuario entre ellos para siempre. Estará en medio de ellos mi tabernáculo, y seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo (Eze 37.26-27).
- Jesús es también el sumo sacerdote del Nuevo Pacto.
Por lo tanto, ya que en Jesús, el Hijo de Dios, tenemos un gran sumo sacerdote que ha atravesado los cielos, aferrémonos a la fe que profesamos. Porque no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que ha sido tentado en todo de la misma manera que nosotros, aunque sin pecado. Así que acerquémonos confiadamente al trono de la gracia para recibir misericordia y hallar la gracia que nos ayude en el momento que más la necesitemos (He 4.14-16 NVI).
- ¡La Garantía del Nuevo Pacto es el Espíritu Santo!
En él también ustedes, cuando oyeron el mensaje de la verdad, el evangelio que les trajo la salvación, y lo creyeron, fueron marcados con el sello que es el Espíritu Santo prometido. Éste garantiza nuestra herencia hasta que llegue la redención final del pueblo adquirido por Dios,* para alabanza de su gloria (Efe 1.13-14 NVI).
- Así como Jesucristo es la pieza clave para nuestra redención, el Espíritu Santo lo es para nuestra resurrección (Vida Nueva), como Hijos de Dios Nacidos de Nuevo.
Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados (1 Co 15.22).
¿Acaso no saben ustedes que todos los que fuimos bautizados para unirnos con Cristo Jesús, en realidad fuimos bautizados para participar en su muerte? Por tanto, mediante el bautismo fuimos sepultados con él en su muerte, a fin de que, así como Cristo resucitó por el poder* del Padre, también nosotros llevemos una vida nueva. En efecto, si hemos estado unidos con él en su muerte, sin duda también estaremos unidos con él en su resurrección. Sabemos que lo que antes éramos* fue crucificado con él para que nuestro cuerpo pecaminoso perdiera su poder, de modo que ya no siguiéramos siendo esclavos del pecado; porque el que muere queda liberado del pecado. Ahora bien, si hemos muerto con Cristo, confiamos que también viviremos con él. Pues sabemos que Cristo, por haber sido levantado de entre los muertos, ya no puede volver a morir; la muerte ya no tiene dominio sobre él. En cuanto a su muerte, murió al pecado una vez y para siempre; en cuanto a su vida, vive para Dios. De la misma manera, también ustedes considérense muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús (Ro 6.3-11 NVI).
- La Palabra de Dios es bastante clara en cuanto que el propósito del sacrificio de Jesús va más allá de la mera justificación y del perdón de tus pecados. Éstos, sólo son un requisito para alcanzar el objetivo del Plan de Salvación: darte una Vida Nueva tal, que puedas ser hecho(a) Hijo(a) de Dios y disfrutar de la Vida Eterna.
Esta Vida Nueva sólo puede provenir del aliento de Dios, del espíritu de Vida en Cristo Jesús: el Espíritu Santo.
Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes (Ro 8-11 NVI).
Así que, Jesús se responsabilizó de todos tus pecados pagando cada uno de ellos con Su propia Vida. Él descendió al infierno y ahí recibió todo el castigo por tus pecados. De acuerdo a la Escritura, tú moriste ahí con Él y, por lo tanto, fuiste justificado(a).
Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos (2 Co 5.14).
Así pues, el Espíritu Santo levantó a Jesús de entre los muertos para hacer de Él el primer Hijo de Dios Nacido de Nuevo. ¡Ya no es más el unigénito Hijo de Dios, sino el primogénito, el primero entre muchos hermanos! (Ro 8.29).
Ahora, de la misma forma, el Espíritu Santo, prometido con el Nuevo Pacto, ha hecho de ti un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo.
Así Dios nos ha entregado sus preciosas y magníficas promesas para que ustedes, luego de escapar de la corrupción que hay en el mundo debido a los malos deseos, lleguen a tener parte en la naturaleza divina (2 P 1.4 NVI).
Todas y cada una de las promesas hechas en la Biblia tienen su cumplimiento en la Sangre del Nuevo Pacto. Fueron prometidas por Dios para que tú llegases a ser participante de Su naturaleza divina.
Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? pues no conozco varón. Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios (Luc 1.34-35).
Como en el caso del nacimiento carnal de Jesucristo, el Hijo de Dios, tú Nueva naturaleza divina (la de un(a) Hijo(a) de Dios, con Vida Eterna), sólo puede ser impartida por el Espíritu Santo.
Es por todo esto que el Espíritu Santo es la garantía del Nuevo Pacto en la Sangre de Jesús.
Es por todo esto que el Nuevo Pacto es un mejor Pacto, establecido sobre mejores promesas.
Es por todo esto que, sin importar el problema, enfermedad o situación que hoy estés enfrentando, tú has sido creado(a) de Nuevo como un(a) Hijo(a) de Dios y, por lo tanto, en todas las cosas saldrás más que vencedor(a) por medio de Su Amor, pues tú todo lo puedes en Cristo Jesús, quien te fortalece.
MIREN CUÁNTO NOS ama el Padre celestial que permite que seamos llamados hijos de Dios. ¡Y lo mas maravilloso es que de veras lo somos! Naturalmente, como la mayoría de la gente no conoce a Dios, no comprende por qué lo somos (1 Jn 3.1 LPD).
Así que, el propósito de la muerte y resurrección de Jesucristo NO fue pagar tus pecados (lo cual hizo como un mero requisito), sino hacer de ti un(a) auténtico(a) y legítimo(a) Hijo(a) de Dios.
Ahora tú eres un(a) Hijo(a) Amado(a) de Dios y Él, sin lugar a dudas, te ha de responder y velar por ti.
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, que hermosa es la Vida Nueva que me has dado por medio de Tu Hijo. ¡La Vida Eterna! ¡Una Vida totalmente Nueva, plena y abundante! Gracias mi Dios, por el Nuevo Pacto en la Sangre de Jesús. Jesucristo, Tú eres mi Rey, Señor y Salvador y gracias a Ti, hoy, yo ________________ (pon tu nombre aquí), al igual que Tú, también soy un(a) Hijo(a) amado(a) de Nuestro Dios y Padre. Tengo Vida Eterna y la puedo (y debo), vivir en plenitud y abundancia, pues además (como si fuera poco), te tengo a Ti, Espíritu Santo como mi amigo y ayudador. Y aunque sé que en el mundo tendré aflicciones, también me has dado Tu Palabra, la Biblia, para que en Ti yo tenga paz, pues Tú has vencido al mundo y yo contigo. Gracias Señor, pues esta identidad de Hijo(a) me permite amar a mis semejantes como a mí mismo(a). Por tanto, como un(a) Hijo(a) del Nuevo Pacto en la Sangre de Jesús, desecho el temor y la duda, me someto a Ti, Padre, a Tu Verdad y a Tu Palabra, resisto al diablo, a sus engaños y mentiras y éste tiene que huir de mi vida. Ahora sé, que sé, que en todas las cosas he de salir más que vencedor(a), pues todo lo puedo en Cristo que me fortalece. ¡Ya he vencido al mundo! Pues mayor eres Tú, Espíritu Santo, que estás en mí, y conmigo, que el que está en el mundo. Hoy tomo mi identidad y con toda certeza y autoridad, resisto y hecho fuera de mi vida toda enfermedad, pobreza, tristeza, depresión, soledad, temor y angustia. Cubro todo mi ser, espíritu, alma y cuerpo, con la Sangre de Jesús y llamo y recibo toda la salud, amor, paz y gozo que Tú, Jesucristo, compraste para mí al morir en la cruz. ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy feliz! ¡Soy un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo! Gracias a Ti, Señor Jesús. Gracias a la Sangre del Nuevo Pacto. Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo Jaime © 2011
Tres Recomendaciones:
Lo que acabas de suceder al reconocer a Jesucristo como el Señor y Salvador de tu vida, de acuerdo con La Palabra de Dios, es que has Nacido de Nuevo, ya no más como un ser humano común y corriente, sujeto a la ley del pecado y de la muerte, sino que ahora eres un(a) legítimo(a) y auténtico(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo, exactamente igual a Jesucristo, quien ahora es tu Hermano Mayor. Por lo tanto, te hago estas tres importantísimas recomendaciones:
1. Orar. Orar es platicar con Dios. Así que, búscate un lugar tranquilo donde puedas comenzar a platicar todas tus cosas con Él. Hazlo de forma audible y notarás como Dios siempre responderá a tu corazón.
2. Leer y meditar la Palabra de Dios. La Biblia es La Palabra de Dios, así que, consigue una Biblia y comienza a leerla y meditarla. ¿Cómo empezar? Es muy sencillo. Dependiendo del día que sea hoy, busca en el programa de lectura “La Biblia en un año” y realiza las lecturas correspondientes. Este programa lo puedes obtener en: A Través de La Biblia En Un Ano (palabradehonor.org) Notarás que el programa está arreglado para imprimirlo como un cuadernillo.
3. En oración con Dios, tu Padre, busca y únete a una iglesia o congregación cristiana donde enseñen la Palabra de Dios en base a las Buenas Noticias que son el Evangelio de Jesucristo.
*Ricardo C. Peredo Jaime © 2020
Lectura y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Julio 25 1 Co 11.17-34 / 2 R 5 / Abd
RV60
Lectura y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Julio 25 1 Co 11.17-34 / 2 R 5 / Abd
1 Corintios 11.17-34
Abusos en la Cena del Señor
17Pero al anunciaros esto que sigue, no os alabo; porque no os congregáis para lo mejor, sino para lo peor. 18Pues en primer lugar, cuando os reunís como iglesia, oigo que hay entre vosotros divisiones; y en parte lo creo. 19Porque es preciso que entre vosotros haya disensiones, para que se hagan manifiestos entre vosotros los que son aprobados. 20Cuando, pues, os reunís vosotros, esto no es comer la cena del Señor. 21Porque al comer, cada uno se adelanta a tomar su propia cena; y uno tiene hambre, y otro se embriaga. 22Pues qué, ¿no tenéis casas en que comáis y bebáis? ¿O menospreciáis la iglesia de Dios, y avergonzáis a los que no tienen nada? ¿Qué os diré? ¿Os alabaré? En esto no os alabo.
Institución de la Cena del Señor
(Mt. 26.26–29; Mr. 14.22–25; Lc. 22.14–20)
23Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; 24y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. 25Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pactod en mi sangre;e haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí. 26Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga.
Tomando la Cena indignamente
27De manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor. 28Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa. 29Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí. 30Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen. 31Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados; 32mas siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo.
33Así que, hermanos míos, cuando os reunís a comer, esperaos unos a otros. 34Si alguno tuviere hambre, coma en su casa, para que no os reunáis para juicio. Las demás cosas las pondré en orden cuando yo fuere. [1]
2 Reyes 5
Eliseo y Naamán
5
1Naamán,a general del ejército del rey de Siria, era varón grande delante de su señor, y lo tenía en alta estima, porque por medio de él había dado Jehová salvación a Siria. Era este hombre valeroso en extremo, pero leproso. 2Y de Siria habían salido bandas armadas, y habían llevado cautiva de la tierra de Israel a una muchacha, la cual servía a la mujer de Naamán. 3Esta dijo a su señora: Si rogase mi señor al profeta que está en Samaria, él lo sanaría de su lepra. 4Entrando Naamán a su señor, le relató diciendo: Así y así ha dicho una muchacha que es de la tierra de Israel. 5Y le dijo el rey de Siria: Anda, ve, y yo enviaré cartas al rey de Israel.
Salió, pues, él, llevando consigo diez talentos de plata, y seis mil piezas de oro, y diez mudas de vestidos. 6Tomó también cartas para el rey de Israel, que decían así: Cuando lleguen a ti estas cartas, sabe por ellas que yo envío a ti mi siervo Naamán, para que lo sanes de su lepra. 7Luego que el rey de Israel leyó las cartas, rasgó sus vestidos, y dijo: ¿Soy yo Dios, que mate y dé vida, para que éste envíe a mí a que sane un hombre de su lepra? Considerad ahora, y ved cómo busca ocasión contra mí.
8Cuando Eliseo el varón de Dios oyó que el rey de Israel había rasgado sus vestidos, envió a decir al rey: ¿Por qué has rasgado tus vestidos? Venga ahora a mí, y sabrá que hay profeta en Israel. 9Y vino Naamán con sus caballos y con su carro, y se paró a las puertas de la casa de Eliseo. 10Entonces Eliseo le envió un mensajero, diciendo: Ve y lávate siete veces en el Jordán, y tu carne se te restaurará, y serás limpio. 11Y Naamán se fue enojado, diciendo: He aquí yo decía para mí: Saldrá él luego, y estando en pie invocará el nombre de Jehová su Dios, y alzará su mano y tocará el lugar, y sanará la lepra. 12Abana y Farfar, ríos de Damasco, ¿no son mejores que todas las aguas de Israel? Si me lavare en ellos, ¿no seré también limpio? Y se volvió, y se fue enojado. 13Mas sus criados se le acercaron y le hablaron diciendo: Padre mío, si el profeta te mandara alguna gran cosa, ¿no la harías? ¿Cuánto más, diciéndote: Lávate, y serás limpio? 14El entonces descendió, y se zambulló siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del varón de Dios; y su carne se volvió como la carne de un niño, y quedó limpio.
15Y volvió al varón de Dios, él y toda su compañía, y se puso delante de él, y dijo: He aquí ahora conozco que no hay Dios en toda la tierra, sino en Israel. Te ruego que recibas algún presente de tu siervo. 16Mas él dijo: Vive Jehová, en cuya presencia estoy, que no lo aceptaré. Y le instaba que aceptara alguna cosa, pero él no quiso. 17Entonces Naamán dijo: Te ruego, pues, ¿de esta tierra no se dará a tu siervo la carga de un par de mulas? Porque de aquí en adelante tu siervo no sacrificará holocausto ni ofrecerá sacrificio a otros dioses, sino a Jehová. 18En esto perdone Jehová a tu siervo: que cuando mi señor el rey entrare en el templo de Rimón para adorar en él, y se apoyare sobre mi brazo, si yo también me inclinare en el templo de Rimón; cuando haga tal, Jehová perdone en esto a tu siervo. 19Y él le dijo: Ve en paz. Se fue, pues, y caminó como media legua de tierra.
20Entonces Giezi, criado de Eliseo el varón de Dios, dijo entre sí: He aquí mi señor estorbó a este sirio Naamán, no tomando de su mano las cosas que había traído. Vive Jehová, que correré yo tras él y tomaré de él alguna cosa. 21Y siguió Giezi a Naamán; y cuando vio Naamán que venía corriendo tras él, se bajó del carro para recibirle, y dijo: ¿Va todo bien? 22Y él dijo: Bien. Mi señor me envía a decirte: He aquí vinieron a mí en esta hora del monte de Efraín dos jóvenes de los hijos de los profetas; te ruego que les des un talento de plata, y dos vestidos nuevos. 23Dijo Naamán: Te ruego que tomes dos talentos. Y le insistió, y ató dos talentos de plata en dos bolsas, y dos vestidos nuevos, y lo puso todo a cuestas a dos de sus criados para que lo llevasen delante de él. 24Y así que llegó a un lugar secreto, él lo tomó de mano de ellos, y lo guardó en la casa; luego mandó a los hombres que se fuesen. 25Y él entró, y se puso delante de su señor. Y Eliseo le dijo: ¿De dónde vienes, Giezi? Y él dijo: Tu siervo no ha ido a ninguna parte. 26El entonces le dijo: ¿No estaba también allí mi corazón, cuando el hombre volvió de su carro a recibirte? ¿Es tiempo de tomar plata, y de tomar vestidos, olivares, viñas, ovejas, bueyes, siervos y siervas? 27Por tanto, la lepra de Naamán se te pegará a ti y a tu descendencia para siempre. Y salió de delante de él leproso, blanco como la nieve. [2]
Abdías
La humillación de Edom
1
1Visión de Abdías.
Jehová el Señor ha dicho así en cuanto a Edom:a Hemos oído el pregón de Jehová, y mensajero ha sido enviado a las naciones. Levantaos, y levantémonos contra este pueblo en batalla. 2He aquí, pequeño te he hecho entre las naciones; estás abatido en gran manera. 3La soberbia de tu corazón te ha engañado, tú que moras en las hendiduras de las peñas, en tu altísima morada; que dices en tu corazón: ¿Quién me derribará a tierra? 4Si te remontares como águila, y aunque entre las estrellas pusieres tu nido, de ahí te derribaré, dice Jehová.
5Si ladrones vinieran a ti, o robadores de noche (¡cómo has sido destruido!), ¿no hurtarían lo que les bastase? Si entraran a ti vendimiadores, ¿no dejarían algún rebusco? 6¡Cómo fueron escudriñadas las cosas de Esaú! Sus tesoros escondidos fueron buscados. 7Todos tus aliados te han engañado; hasta los confines te hicieron llegar; los que estaban en paz contigo prevalecieron contra ti; los que comían tu pan pusieron lazo debajo de ti; no hay en ello entendimiento. 8¿No haré que perezcan en aquel día, dice Jehová, los sabios de Edom, y la prudencia del monte de Esaú? 9Y tus valientes, oh Temán, serán amedrentados; porque todo hombre será cortado del monte de Esaú por el estrago. 10Por la injuria a tu hermano Jacob te cubrirá vergüenza, y serás cortado para siempre. 11El día que estando tú delante, llevaban extraños cautivo su ejército, y extraños entraban por sus puertas, y echaban suertes sobre Jerusalén, tú también eras como uno de ellos. 12Pues no debiste tú haber estado mirando en el día de tu hermano, en el día de su infortunio; no debiste haberte alegrado de los hijos de Judá en el día en que se perdieron, ni debiste haberte jactado en el día de la angustia. 13No debiste haber entrado por la puerta de mi pueblo en el día de su quebrantamiento; no, no debiste haber mirado su mal en el día de su quebranto, ni haber echado mano a sus bienes en el día de su calamidad. 14Tampoco debiste haberte parado en las encrucijadas para matar a los que de ellos escapasen; ni debiste haber entregado a los que quedaban en el día de angustia.
La exaltación de Israel
15Porque cercano está el día de Jehová sobre todas las naciones; como tú hiciste se hará contigo; tu recompensa volverá sobre tu cabeza. 16De la manera que vosotros bebisteis en mi santo monte, beberán continuamente todas las naciones; beberán, y engullirán, y serán como si no hubieran sido. 17Mas en el monte de Sion habrá un remanente que se salve; y será santo, y la casa de Jacob recuperará sus posesiones. 18La casa de Jacob será fuego, y la casa de José será llama, y la casa de Esaú estopa, y los quemarán y los consumirán; ni aun resto quedará de la casa de Esaú, porque Jehová lo ha dicho. 19Y los del Neguev poseerán el monte de Esaú, y los de la Sefela a los filisteos; poseerán también los campos de Efraín, y los campos de Samaria; y Benjamín a Galaad. 20Y los cautivos de este ejército de los hijos de Israel poseerán lo de los cananeos hasta Sarepta; y los cautivos de Jerusalén que están en Sefarad poseerán las ciudades del Neguev. 21Y subirán salvadores al monte de Sion para juzgar al monte de Esaú; y el reino será de Jehová. [3]
d
d d 11.25: Jer. 31.31–34.
e
e e 11.25: Ex. 24.6–8.
[1]
[1]Reina Valera Revisada (1960). 1998 (1 Co 11.16-34). Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas.
a
a a 5.1–14: Lc. 4.27.
[2]
[2]Reina Valera Revisada (1960). 1998 (2 Re 4.44-5.27). Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas.
a
a a 1 -14: Is. 34.5–17; 63.1–6; Jer. 49.7–22; Ez. 25.12–14; 35.1–15; Am. 1.11–12; Mal. 1.2–5.
[3]
[3]Reina Valera Revisada (1960). 1998 (Am 9.15-Abd 21). Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas.
Lectura y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Julio 25 1 Co 11.17-34 / 2 R 5 / Abd
1 Corintios 11.17-34
Abusos en la Cena del Señor
17Pero al anunciaros esto que sigue, no os alabo; porque no os congregáis para lo mejor, sino para lo peor. 18Pues en primer lugar, cuando os reunís como iglesia, oigo que hay entre vosotros divisiones; y en parte lo creo. 19Porque es preciso que entre vosotros haya disensiones, para que se hagan manifiestos entre vosotros los que son aprobados. 20Cuando, pues, os reunís vosotros, esto no es comer la cena del Señor. 21Porque al comer, cada uno se adelanta a tomar su propia cena; y uno tiene hambre, y otro se embriaga. 22Pues qué, ¿no tenéis casas en que comáis y bebáis? ¿O menospreciáis la iglesia de Dios, y avergonzáis a los que no tienen nada? ¿Qué os diré? ¿Os alabaré? En esto no os alabo.
Institución de la Cena del Señor
(Mt. 26.26–29; Mr. 14.22–25; Lc. 22.14–20)
23Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; 24y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. 25Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pactod en mi sangre;e haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí. 26Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga.
Tomando la Cena indignamente
27De manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor. 28Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa. 29Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí. 30Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen. 31Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados; 32mas siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo.
33Así que, hermanos míos, cuando os reunís a comer, esperaos unos a otros. 34Si alguno tuviere hambre, coma en su casa, para que no os reunáis para juicio. Las demás cosas las pondré en orden cuando yo fuere. [1]
2 Reyes 5
Eliseo y Naamán
5
1Naamán,a general del ejército del rey de Siria, era varón grande delante de su señor, y lo tenía en alta estima, porque por medio de él había dado Jehová salvación a Siria. Era este hombre valeroso en extremo, pero leproso. 2Y de Siria habían salido bandas armadas, y habían llevado cautiva de la tierra de Israel a una muchacha, la cual servía a la mujer de Naamán. 3Esta dijo a su señora: Si rogase mi señor al profeta que está en Samaria, él lo sanaría de su lepra. 4Entrando Naamán a su señor, le relató diciendo: Así y así ha dicho una muchacha que es de la tierra de Israel. 5Y le dijo el rey de Siria: Anda, ve, y yo enviaré cartas al rey de Israel.
Salió, pues, él, llevando consigo diez talentos de plata, y seis mil piezas de oro, y diez mudas de vestidos. 6Tomó también cartas para el rey de Israel, que decían así: Cuando lleguen a ti estas cartas, sabe por ellas que yo envío a ti mi siervo Naamán, para que lo sanes de su lepra. 7Luego que el rey de Israel leyó las cartas, rasgó sus vestidos, y dijo: ¿Soy yo Dios, que mate y dé vida, para que éste envíe a mí a que sane un hombre de su lepra? Considerad ahora, y ved cómo busca ocasión contra mí.
8Cuando Eliseo el varón de Dios oyó que el rey de Israel había rasgado sus vestidos, envió a decir al rey: ¿Por qué has rasgado tus vestidos? Venga ahora a mí, y sabrá que hay profeta en Israel. 9Y vino Naamán con sus caballos y con su carro, y se paró a las puertas de la casa de Eliseo. 10Entonces Eliseo le envió un mensajero, diciendo: Ve y lávate siete veces en el Jordán, y tu carne se te restaurará, y serás limpio. 11Y Naamán se fue enojado, diciendo: He aquí yo decía para mí: Saldrá él luego, y estando en pie invocará el nombre de Jehová su Dios, y alzará su mano y tocará el lugar, y sanará la lepra. 12Abana y Farfar, ríos de Damasco, ¿no son mejores que todas las aguas de Israel? Si me lavare en ellos, ¿no seré también limpio? Y se volvió, y se fue enojado. 13Mas sus criados se le acercaron y le hablaron diciendo: Padre mío, si el profeta te mandara alguna gran cosa, ¿no la harías? ¿Cuánto más, diciéndote: Lávate, y serás limpio? 14El entonces descendió, y se zambulló siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del varón de Dios; y su carne se volvió como la carne de un niño, y quedó limpio.
15Y volvió al varón de Dios, él y toda su compañía, y se puso delante de él, y dijo: He aquí ahora conozco que no hay Dios en toda la tierra, sino en Israel. Te ruego que recibas algún presente de tu siervo. 16Mas él dijo: Vive Jehová, en cuya presencia estoy, que no lo aceptaré. Y le instaba que aceptara alguna cosa, pero él no quiso. 17Entonces Naamán dijo: Te ruego, pues, ¿de esta tierra no se dará a tu siervo la carga de un par de mulas? Porque de aquí en adelante tu siervo no sacrificará holocausto ni ofrecerá sacrificio a otros dioses, sino a Jehová. 18En esto perdone Jehová a tu siervo: que cuando mi señor el rey entrare en el templo de Rimón para adorar en él, y se apoyare sobre mi brazo, si yo también me inclinare en el templo de Rimón; cuando haga tal, Jehová perdone en esto a tu siervo. 19Y él le dijo: Ve en paz. Se fue, pues, y caminó como media legua de tierra.
20Entonces Giezi, criado de Eliseo el varón de Dios, dijo entre sí: He aquí mi señor estorbó a este sirio Naamán, no tomando de su mano las cosas que había traído. Vive Jehová, que correré yo tras él y tomaré de él alguna cosa. 21Y siguió Giezi a Naamán; y cuando vio Naamán que venía corriendo tras él, se bajó del carro para recibirle, y dijo: ¿Va todo bien? 22Y él dijo: Bien. Mi señor me envía a decirte: He aquí vinieron a mí en esta hora del monte de Efraín dos jóvenes de los hijos de los profetas; te ruego que les des un talento de plata, y dos vestidos nuevos. 23Dijo Naamán: Te ruego que tomes dos talentos. Y le insistió, y ató dos talentos de plata en dos bolsas, y dos vestidos nuevos, y lo puso todo a cuestas a dos de sus criados para que lo llevasen delante de él. 24Y así que llegó a un lugar secreto, él lo tomó de mano de ellos, y lo guardó en la casa; luego mandó a los hombres que se fuesen. 25Y él entró, y se puso delante de su señor. Y Eliseo le dijo: ¿De dónde vienes, Giezi? Y él dijo: Tu siervo no ha ido a ninguna parte. 26El entonces le dijo: ¿No estaba también allí mi corazón, cuando el hombre volvió de su carro a recibirte? ¿Es tiempo de tomar plata, y de tomar vestidos, olivares, viñas, ovejas, bueyes, siervos y siervas? 27Por tanto, la lepra de Naamán se te pegará a ti y a tu descendencia para siempre. Y salió de delante de él leproso, blanco como la nieve. [2]
Abdías
La humillación de Edom
1
1Visión de Abdías.
Jehová el Señor ha dicho así en cuanto a Edom:a Hemos oído el pregón de Jehová, y mensajero ha sido enviado a las naciones. Levantaos, y levantémonos contra este pueblo en batalla. 2He aquí, pequeño te he hecho entre las naciones; estás abatido en gran manera. 3La soberbia de tu corazón te ha engañado, tú que moras en las hendiduras de las peñas, en tu altísima morada; que dices en tu corazón: ¿Quién me derribará a tierra? 4Si te remontares como águila, y aunque entre las estrellas pusieres tu nido, de ahí te derribaré, dice Jehová.
5Si ladrones vinieran a ti, o robadores de noche (¡cómo has sido destruido!), ¿no hurtarían lo que les bastase? Si entraran a ti vendimiadores, ¿no dejarían algún rebusco? 6¡Cómo fueron escudriñadas las cosas de Esaú! Sus tesoros escondidos fueron buscados. 7Todos tus aliados te han engañado; hasta los confines te hicieron llegar; los que estaban en paz contigo prevalecieron contra ti; los que comían tu pan pusieron lazo debajo de ti; no hay en ello entendimiento. 8¿No haré que perezcan en aquel día, dice Jehová, los sabios de Edom, y la prudencia del monte de Esaú? 9Y tus valientes, oh Temán, serán amedrentados; porque todo hombre será cortado del monte de Esaú por el estrago. 10Por la injuria a tu hermano Jacob te cubrirá vergüenza, y serás cortado para siempre. 11El día que estando tú delante, llevaban extraños cautivo su ejército, y extraños entraban por sus puertas, y echaban suertes sobre Jerusalén, tú también eras como uno de ellos. 12Pues no debiste tú haber estado mirando en el día de tu hermano, en el día de su infortunio; no debiste haberte alegrado de los hijos de Judá en el día en que se perdieron, ni debiste haberte jactado en el día de la angustia. 13No debiste haber entrado por la puerta de mi pueblo en el día de su quebrantamiento; no, no debiste haber mirado su mal en el día de su quebranto, ni haber echado mano a sus bienes en el día de su calamidad. 14Tampoco debiste haberte parado en las encrucijadas para matar a los que de ellos escapasen; ni debiste haber entregado a los que quedaban en el día de angustia.
La exaltación de Israel
15Porque cercano está el día de Jehová sobre todas las naciones; como tú hiciste se hará contigo; tu recompensa volverá sobre tu cabeza. 16De la manera que vosotros bebisteis en mi santo monte, beberán continuamente todas las naciones; beberán, y engullirán, y serán como si no hubieran sido. 17Mas en el monte de Sion habrá un remanente que se salve; y será santo, y la casa de Jacob recuperará sus posesiones. 18La casa de Jacob será fuego, y la casa de José será llama, y la casa de Esaú estopa, y los quemarán y los consumirán; ni aun resto quedará de la casa de Esaú, porque Jehová lo ha dicho. 19Y los del Neguev poseerán el monte de Esaú, y los de la Sefela a los filisteos; poseerán también los campos de Efraín, y los campos de Samaria; y Benjamín a Galaad. 20Y los cautivos de este ejército de los hijos de Israel poseerán lo de los cananeos hasta Sarepta; y los cautivos de Jerusalén que están en Sefarad poseerán las ciudades del Neguev. 21Y subirán salvadores al monte de Sion para juzgar al monte de Esaú; y el reino será de Jehová. [3]
d
d d 11.25: Jer. 31.31–34.
e
e e 11.25: Ex. 24.6–8.
[1]
[1]Reina Valera Revisada (1960). 1998 (1 Co 11.16-34). Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas.
a
a a 5.1–14: Lc. 4.27.
[2]
[2]Reina Valera Revisada (1960). 1998 (2 Re 4.44-5.27). Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas.
a
a a 1 -14: Is. 34.5–17; 63.1–6; Jer. 49.7–22; Ez. 25.12–14; 35.1–15; Am. 1.11–12; Mal. 1.2–5.
[3]
[3]Reina Valera Revisada (1960). 1998 (Am 9.15-Abd 21). Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¿Qué piensas al respecto?