martes, 12 de mayo de 2015

¡Cómo evitas el fracaso!

 

9  de Mayo

¡Con tu Amigo el Espíritu Santo!

Por Riqui Ricón*

Y el Espíritu de Jehová vino sobre Jefté (Jue 11.29a).

Ya en la época de los jueces, en el Antiguo Testamento, hace más de 1500 años, el Espíritu de Dios, el Espíritu Santo, se manifestaba en la vida de las personas trayendo cambios drásticos y asombrosos en la personalidad de aquellos sobre los que venía.

Puedes ver que cuando faraón escuchó a José interpretar su sueño y la recomendación que hacía exclamó: ¿Acaso hallaremos a otro hombre como éste, en quien esté el espíritu de Dios? (Gen 41. 38)

Con Saúl, Sansón, Jefté, Balam, José y cientos de ellos, el Espíritu Santo realizó en sus personas cambios maravillosos para que estos pudieran realizar obras extraordinarias para Dios.

Lamentablemente, esos cambios en su personalidad no siempre fueron permanentes: Jefté terminó por sacrificar a su propia hija y hacer un efod de oro detrás del cual se prostituyó Israel; Sansón rindió su fuerza ante una mujer filistea llamada Dalila; Saúl desobedeció para morir a manos de sus enemigos; Balam sucumbió ante la codicia por los regalos de los moabitas.

¿Cómo puedes tú evitar sendos fracasos como estos?

Aconteció que entre tanto que Apolos estaba en Corinto, Pablo, después de recorrer las regiones superiores, vino a Efeso, y hallando a ciertos discípulos, les dijo: ¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Y ellos le dijeron: Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo (Hch 19. 1-2).

¡Qué diferente es ahora tu situación bajo el Nuevo Pacto! Una de las cosas que Dios estableció que haría en ti por medio de la Sangre de Jesús, que es la Sangre del Nuevo Pacto, fue que pondría dentro de ti Su Espíritu Santo. No es que vendría sobre ti con el riesgo de poder alejarlo de tu vida como les sucedió a muchos bajo el Antiguo Pacto.

»Se acerca el día —dice el SEÑOR—, en que haré un nuevo pacto con el pueblo de Israel y de Judá. Este pacto no será como el que hice con sus antepasados cuando los tomé de la mano y los saqué de la tierra de Egipto. Ellos rompieron ese pacto, a pesar de que los amé como un hombre ama a su esposa», dice el SEÑOR. «Pero este es el nuevo pacto que haré con el pueblo de Israel en ese día —dice el SEÑOR—. Pondré mis instrucciones en lo más profundo de ellos y las escribiré en su corazón. Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Y no habrá necesidad de enseñar a sus vecinos ni habrá necesidad de enseñar a sus parientes diciendo: “Deberías conocer al SEÑOR”. Pues todos ya me conocerán, desde el más pequeño hasta el más grande —dice el SEÑOR—. Perdonaré sus maldades y nunca más me acordaré de sus pecados» (Jer 31.31-34 NTV).

Ahora, por la muerte y resurrección de Jesús, todos tus pecados fueron pagados, la justicia está satisfecha y tú has sido hecho(a) justo(a). Por el gran Amor con que Dios te ha amado, Él ya perdonó todos tus pecados, pasados, presentes y futuros, para así, hacerte espíritu totalmente nuevo, darte un nuevo corazón, poner al Espíritu santo dentro de ti y contigo; y de esta manera, y por todo esto, hacer de ti un(a) auténtico(a) y legítimo(a) Hijo de Dios.

Les daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de ustedes. Les quitaré ese terco corazón de piedra y les daré un corazón tierno y receptivo.* Pondré mi Espíritu en ustedes para que sigan mis decretos y se aseguren de obedecer mis ordenanzas (Eze 36.26-27 NTV).

De acuerdo a lo que enseña la Biblia, ¡El Espíritu Santo llegó a tu vida para quedarse!

Dado que Jesús sabía perfectamente bien acerca de nuestra naturaleza caída, que tú y yo estábamos vendidos al pecado como esclavos y destinados a la muerte eterna y sin posibilidad alguna si acaso Él no intervenía, entonces decidió pagar con Su propia Vida, y así cumplir con la justicia de Dios.

Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios (1 Jn 5. 1a).

Con el propósito de comprarte para sí, tú moriste con Él y entonces te hizo de nuevo, dotándote de una nueva naturaleza. Te hizo una nueva especie de Ser que no existía antes. Pues al darte Su propio Espíritu, el Espíritu Santo, te hizo un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo.

siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre (1 P 1.23).

Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él (1 Jn 3.1).

Tú, amado(a), que has creído en Cristo Jesús y le has recibido como Señor y Salvador de tu vida has nacido de Dios. Eres llamado(a) por Dios: Hijo(a). Y has Nacido de Nuevo no de una simiente corruptible sino de la incorruptible semilla que es la Palabra de Dios que vive y permanece para siempre.

Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu,  espíritu es (Jn 3. 3-6).

Sólo alguien concebido por el espíritu Santo como Nueva Creatura puede ver y entrar al reino de Dios. ¡Ese alguien eres tú!

El problema que enfrenta la iglesia es que aún hay cristianos que se encuentran en la misma condición que los discípulos de Efeso, que no saben que el Espíritu Santo ya les ha sido otorgado por Dios como las arras, como el sello y la garantía, de la Nueva Naturaleza en Cristo Jesús que Él había prometido como el Nuevo Pacto.

pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra (Hch 1.8).

Por el Amor que Dios siente por ti y por la obra redentora de Jesucristo, hoy el Espíritu Santo está en ti y contigo como tu ayudador y mejor amigo.

Oremos en voz audible:

Amado Padre celestial, te agradezco el gran Amor con que me has amado y en este día declaro que sí recibo ese sello de garantía sobre mi Nueva Naturaleza que eres Tú, Espíritu Santo. Yo soy nacido(a) del Espíritu. Soy espíritu creado de nuevo para ser Tu Hijo(a). ¡Gracias Señor! Tú en mí y yo en Ti. ¡Gracias Jesús por lo que hiciste por mí en esa cruz! Gracias por morir y resucitar para darme esta Nueva Vida lleno(a) del Espíritu Santo. Ahora sé que todo lo puedo y que, efectivamente, en todas las cosas soy más que vencedor(a) por medio de Ti, Señor Jesús. Nada ni nadie me pueden hacer frente todos los días de mi vida pues Tú, Espíritu Santo, estás conmigo, y si Tú estás conmigo, ¿quién contra mí? Por lo tanto, creo, declaro y recibo mi victoria. ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy dichoso(a)! ¡Soy un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo! En el nombre de Jesús. ¡Amen!

 Nota Importante:

¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el Todopoderoso?

Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:

Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.

*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2012

 


Lectura y Meditación de la Palabra de Dios

Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.

Mayo 9               Hch 19. 1-22  /  Jue 10.1-11.33  /  Job 39

 



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