martes, 25 de junio de 2019

¡Cómo resplandecer en medio de las tinieblas!



26 de Junio
¡Con la luz de la Verdad!
Por Riqui Ricón*


Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad (Dan 12.3).

Que hermoso es saber que el Plan Perfecto de Dios para tu vida está lleno de la luz de Cristo (el Ungido con Su Unción), para que vivas una vida Plena y Abundante. Aquellos que entienden el mensaje del Evangelio y lo reciben resplandecen con la luz de Jesucristo, como las estrellas a perpetua eternidad.

En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella (Jn 1.4-5).

¡Jesús mismo es la luz y la Vida Eterna que alumbran tu corazón!

El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia (Jn 10.10).

Esta Luz y la Vida Eterna son un regalo de Amor para ti de parte de Dios, quien sólo desea que Vivas la Vida Eterna de una forma Plena y Abundante.

Sin importar las circunstancias que el día de hoy estés enfrentando, debes saber, y sobre todo creer, que Dios no te ha dejado, ni te dejará. Siempre ha estado en Su corazón el deseo de llamarte de las tinieblas a Su luz admirable para trasladarte al reino de Su amado Hijo, Jesús, en quien tienes redención por su sangre, el perdón de pecados (Col 1.14).

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él (Jn 3.16-17).

Dios te ama tanto que prefirió entregar a Su propio Hijo, para pagar todos tus pecados, antes que perderte a ti. Y aunque, ciertamente, has sido justificado(a) y perdonado(a) en la Sangre de Jesús, lo realmente asombroso es que, por Su resurrección, ahora eres, efectivamente, un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo.

Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo (Ro8.15-17a).

Esto significa que tienes los mismos derechos que Cristo Jesús tiene y puedes, por lo tanto, vivir una vida libre de temor y llena de la plenitud de Dios, Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia (Jn 1.16).

Es por el Gran Amor que Dios siente por ti que diseñó este Plan Perfecto para hacer de ti, legítimamente, Su propio(a) Hijo(a).

¡Fíjense qué gran amor nos ha dado el Padre,  que se nos llame hijos de Dios!  ¡Y lo somos!  El mundo no nos conoce,  precisamente porque no lo conoció a él (1 Jn 3.1 NVI).

Es interesante notar que en las lecturas del día de hoy, mientras Jesús les advertía sobre la levadura de los fariseos, sus discípulos discutían acerca de haber olvidado traer pan para comer. ¡Qué ironía! Estar cara a cara con Jesús y no tener entendimiento.

Y entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Qué discutís, porque no tenéis pan? ¿No entendéis ni comprendéis? ¿Aún tenéis endurecido vuestro corazón? (Mar 8.17).

Así que, ya es tiempo que tú entiendas que, gracias al precio que Jesús pagó en esa cruz, ahora realmente eres un(a) legítimo(a) Hijo(a) de Dios y lo que esto significa.

Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia (1 P 1.3-4).

¡Tú ya no eres de este mundo! (Jn 17.16). Y todas y cada una de las promesas hechas en la Palabra de Dios te pertenecen por completo. Dios las prometió para que tú entendieras que ahora eres Su Hijo(a) amado(a) y que participas de la naturaleza divina.

para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo (Fil 2.15).

Sin lugar a dudas, tú eres un(a) entendido(a) Hijo(a) de Dios y resplandeces como el resplandor del firmamento y como las estrellas a perpetua eternidad. Lo eres porque Dios lo dice así en Su Palabra y no por lo que haces, piensas o sientes acerca de ti mismo(a).

Pero ustedes no son así porque son un pueblo elegido. Son sacerdotes del Rey, una nación santa, posesión exclusiva de Dios. Por eso pueden mostrar a otros la bondad de Dios, pues él los ha llamado a salir de la oscuridad y entrar en su luz maravillosa (1 P 2.9 NTV).

El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán (Luc 21.33).

Así que, ten ánimo y pon toda tu confianza en Dios; créele a Él, creyendo Su Palabra, porque sin importar problema, circunstancia o enfermedad, de todo saldrás más que vencedor(a) por medio de Aquel que te amó, Cristo Jesús.

Y tú irás hasta el fin, y reposarás, y te levantarás para recibir tu heredad al fin de los días (Dan 12.13).

El Espíritu Santo le asegura a tu espíritu que eres un(a) Hijo(a) de Dios. Y si eres Hijo(a), entonces eres heredero(a); heredero(a) de Dios y coheredero(a) con Cristo Jesús, pues si ahora sufres con Él, también tendrás parte con Él en su gloria (Ro 8.16-17).

»¡Levántate y resplandece, que tu luz ha llegado! ¡La gloria del SEÑOR brilla sobre ti! (Isa 60.1 NVI).

Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, tú has establecido en Tu Palabra que los justos resplandeceremos en Tu Reino. Gracias porque yo soy ese(a) justo(a). Gracias por el gran Amor con que me has amado, que estando yo muerto(a) en delitos y pecados, me diste vida juntamente con Cristo. Es por Tu Gracia que yo soy salvo(a). Señor Jesús, muchas gracias por no haber tenido tu condición de ser igual a Dios como algo a que aferrarte y te despojaste a Ti mismo haciéndote obediente hasta la muerte por amor a mí. Por esto, ahora yo soy un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo. Gracias, Señor Jesús, porque no sólo proveíste para mí el perdón de mis pecados sino que me hiciste justicia de Dios en Ti y me reconciliaste con Dios haciéndome hermano(a) Tuyo(a) e Hijo(a) del Padre. Por Ti, mi amado Jesús, he Nacido de Nuevo y ahora Dios, el Todopoderoso, es Abba, Padre, mi Papá. Leer de esto en Tu Palabra, la Biblia, me hace conocer la Verdad y la Verdad me hace libre. ¡Tengo entendimiento y resplandezco como el resplandor del firmamento! Soy libre para recibir, por medio de la fe en Ti, Jesucristo, esta Nueva Vida. Soy libre para recibir, por medio de la fe en Tu Palabra, esta identidad de Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo, siendo renacido(a), no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre. Por lo tanto, amado Padre celestial, todas y cada una de las Promesas que están en Tu Palabra son mías y para mí. Hoy puedo orar a Ti con la certeza de que me escuchas y me respondes. Tengo gozo y paz en mi corazón pues puedo pedir y recibir. Por lo tanto, en el nombre poderoso de Cristo Jesús, declaró que soy sano(a) y libre de toda enfermedad o dolencia; creo y recibo la voluntad expresa de mi Padre, Dios Todopoderoso, para ser y vivir prosperado(a) en todas las cosas. Echo fuera de mi vida todo pensamiento de temor y duda resistiendo todo engaño y mentira acerca de mí. Yo soy lo que la Biblia dice que soy. Un(a) Hijo(a) amado(a) de Dios; especial tesoro de mi Padre; todo lo puedo en Cristo que me fortalece y en todas las cosas, absolutamente todas las cosas, soy más que vencedor(a) por medio del Amor de Cristo Jesús, mi Rey, Señor y Salvador. Señor Jesús, hoy me alegro en el gozo y la paz que brindan el ser la persona que Tú dices que soy. Amén.
 Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2011



Lectura y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.

Junio 26               Mar 8.1-21  /  2 Sam 19  /  Dan 12


Marcos 8.1-21
Alimentación de los cuatro mil
(Mt. 15.32–39)
8
1En aquellos días, como había una gran multitud, y no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos, y les dijo: 2Tengo compasión de la gente, porque ya hace tres días que están conmigo, y no tienen qué comer; 3y si los enviare en ayunas a sus casas, se desmayarán en el camino, pues algunos de ellos han venido de lejos. 4Sus discípulos le respondieron: ¿De dónde podrá alguien saciar de pan a éstos aquí en el desierto? 5El les preguntó: ¿Cuántos panes tenéis? Ellos dijeron: Siete. 6Entonces mandó a la multitud que se recostase en tierra; y tomando los siete panes, habiendo dado gracias, los partió, y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante; y los pusieron delante de la multitud. 7Tenían también unos pocos pececillos; y los bendijo, y mandó que también los pusiesen delante. 8Y comieron, y se saciaron; y recogieron de los pedazos que habían sobrado, siete canastas. 9Eran los que comieron, como cuatro mil; y los despidió. 10Y luego entrando en la barca con sus discípulos, vino a la región de Dalmanuta.

La demanda de una señal
(Mt. 16.1–4; Lc. 12.54–56)
11Vinieron entonces los fariseos y comenzaron a discutir con él, pidiéndole señal del cielo, para tentarle. 12Y gimiendo en su espíritu, dijo: ¿Por qué pide señal esta generación? De cierto os digo que no se dará señal a esta generación. 13Y dejándolos, volvió a entrar en la barca, y se fue a la otra ribera.

La levadura de los fariseos
(Mt. 16.5–12)
14Habían olvidado de traer pan, y no tenían sino un pan consigo en la barca. 15Y él les mandó, diciendo: Mirad, guardaos de la levadura de los fariseos, y de la levadura de Herodes. 16Y discutían entre sí, diciendo: Es porque no trajimos pan. 17Y entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Qué discutís, porque no tenéis pan? ¿No entendéis ni comprendéis? ¿Aún tenéis endurecido vuestro corazón? 18¿Teniendo ojos no veis, y teniendo oídos no oís? ¿Y no recordáis? 19Cuando partí los cinco panes entre cinco mil, ¿cuántas cestas llenas de los pedazos recogisteis? Y ellos dijeron: Doce. 20Y cuando los siete panes entre cuatro mil, ¿cuántas canastas llenas de los pedazos recogisteis? Y ellos dijeron: Siete. 21Y les dijo: ¿Cómo aún no entendéis?

2 Samuel 19
 David vuelve a Jerusalén
19
1Dieron aviso a Joab: He aquí el rey llora, y hace duelo por Absalón. 2Y se volvió aquel día la victoria en luto para todo el pueblo; porque oyó decir el pueblo aquel día que el rey tenía dolor por su hijo. 3Y entró el pueblo aquel día en la ciudad escondidamente, como suele entrar a escondidas el pueblo avergonzado que ha huido de la batalla. 4Mas el rey, cubierto el rostro, clamaba en alta voz: ¡Hijo mío Absalón, Absalón, hijo mío, hijo mío! 5Entonces Joab vino al rey en la casa, y dijo: Hoy has avergonzado el rostro de todos tus siervos, que hoy han librado tu vida, y la vida de tus hijos y de tus hijas, y la vida de tus mujeres, y la vida de tus concubinas, 6amando a los que te aborrecen, y aborreciendo a los que te aman; porque hoy has declarado que nada te importan tus príncipes y siervos; pues hoy me has hecho ver claramente que si Absalón viviera, aunque todos nosotros estuviéramos muertos, entonces estarías contento. 7Levántate pues, ahora, y ve afuera y habla bondadosamente a tus siervos; porque juro por Jehová que si no sales, no quedará ni un hombre contigo esta noche; y esto te será peor que todos los males que te han sobrevenido desde tu juventud hasta ahora. 8Entonces se levantó el rey y se sentó a la puerta, y fue dado aviso a todo el pueblo, diciendo: He aquí el rey está sentado a la puerta. Y vino todo el pueblo delante del rey; pero Israel había huido, cada uno a su tienda.
9Y todo el pueblo disputaba en todas las tribus de Israel, diciendo: El rey nos ha librado de mano de nuestros enemigos, y nos ha salvado de mano de los filisteos; y ahora ha huido del país por miedo de Absalón. 10Y Absalón, a quien habíamos ungido sobre nosotros, ha muerto en la batalla. ¿Por qué, pues, estáis callados respecto de hacer volver al rey?
11Y el rey David envió a los sacerdotes Sadoc y Abiatar, diciendo: Hablad a los ancianos de Judá, y decidles: ¿Por qué seréis vosotros los postreros en hacer volver el rey a su casa, cuando la palabra de todo Israel ha venido al rey para hacerle volver a su casa? 12Vosotros sois mis hermanos; mis huesos y mi carne sois. ¿Por qué, pues, seréis vosotros los postreros en hacer volver al rey? 13Asimismo diréis a Amasa: ¿No eres tú también hueso mío y carne mía? Así me haga Dios, y aun me añada, si no fueres general del ejército delante de mí para siempre, en lugar de Joab. 14Así inclinó el corazón de todos los varones de Judá, como el de un solo hombre, para que enviasen a decir al rey: Vuelve tú, y todos tus siervos. 15Volvió, pues, el rey, y vino hasta el Jordán. Y Judá vino a Gilgal para recibir al rey y para hacerle pasar el Jordán.
16Y Simei hijo de Gera, hijo de Benjamín, que era de Bahurim, se dio prisa y descendió con los hombres de Judá a recibir al rey David. 17Con él venían mil hombres de Benjamín; asimismo Siba, criado de la casa de Saúl, con sus quince hijos y sus veinte siervos, los cuales pasaron el Jordán delante del rey. 18Y cruzaron el vado para pasar a la familia del rey, y para hacer lo que a él le pareciera. Entonces Simei hijo de Gera se postró delante del rey cuando él hubo pasado el Jordán, 19y dijo al rey: No me culpe mi señor de iniquidad, ni tengas memoria de los males que tu siervo hizo el día en que mi señor el rey salió de Jerusalén; no los guarde el rey en su corazón. 20Porque yo tu siervo reconozco haber pecado, y he venido hoy el primero de toda la casa de José, para descender a recibir a mi señor el rey. 21Respondió Abisai hijo de Sarvia y dijo: ¿No ha de morir por esto Simei, que maldijo al ungido de Jehová? 22David entonces dijo: ¿Qué tengo yo con vosotros, hijos de Sarvia, para que hoy me seáis adversarios? ¿Ha de morir hoy alguno en Israel? ¿Pues no sé yo que hoy soy rey sobre Israel? 23Y dijo el rey a Simei: No morirás. Y el rey se lo juró.
24También Mefi-boset hijo de Saúl descendió a recibir al rey; no había lavado sus pies, ni había cortado su barba, ni tampoco había lavado sus vestidos, desde el día en que el rey salió hasta el día en que volvió en paz. 25Y luego que vino él a Jerusalén a recibir al rey, el rey le dijo: Mefi-boset, ¿por qué no fuiste conmigo? 26Y él respondió: Rey señor mío, mi siervo me engañó; pues tu siervo había dicho: Enalbárdame un asno, y montaré en él, e iré al rey; porque tu siervo es cojo. 27Pero él ha calumniado a tu siervo delante de mi señor el rey; mas mi señor el rey es como un ángel de Dios; haz, pues, lo que bien te parezca. 28Porque toda la casa de mi padre era digna de muerte delante de mi señor el rey, y tú pusiste a tu siervo entre los convidados a tu mesa. ¿Qué derecho, pues, tengo aún para clamar más al rey? 29Y el rey le dijo: ¿Para qué más palabras? Yo he determinado que tú y Siba os dividáis las tierras. 30Y Mefi-boset dijo al rey: Deja que él las tome todas, pues que mi señor el rey ha vuelto en paz a su casa.
31También Barzilai galaadita descendió de Rogelim, y pasó el Jordán con el rey, para acompañarle al otro lado del Jordán. 32Era Barzilai muy anciano, de ochenta años, y él había dado provisiones al rey cuando estaba en Mahanaim, porque era hombre muy rico. 33Y el rey dijo a Barzilai: Pasa conmigo, y yo te sustentaré conmigo en Jerusalén. 34Mas Barzilai dijo al rey: ¿Cuántos años más habré de vivir, para que yo suba con el rey a Jerusalén? 35De edad de ochenta años soy este día. ¿Podré distinguir entre lo que es agradable y lo que no lo es? ¿Tomará gusto ahora tu siervo en lo que coma o beba? ¿Oiré más la voz de los cantores y de las cantoras? ¿Para qué, pues, ha de ser tu siervo una carga para mi señor el rey? 36Pasará tu siervo un poco más allá del Jordán con el rey; ¿por qué me ha de dar el rey tan grande recompensa? 37Yo te ruego que dejes volver a tu siervo, y que muera en mi ciudad, junto al sepulcro de mi padre y de mi madre. Mas he aquí a tu siervo Quimam; que pase él con mi señor el rey, y haz a él lo que bien te pareciere. 38Y el rey dijo: Pues pase conmigo Quimam, y yo haré con él como bien te parezca; y todo lo que tú pidieres de mí, yo lo haré. 39Y todo el pueblo pasó el Jordán; y luego que el rey hubo también pasado, el rey besó a Barzilai, y lo bendijo; y él se volvió a su casa. 40El rey entonces pasó a Gilgal, y con él pasó Quimam; y todo el pueblo de Judá acompañaba al rey, y también la mitad del pueblo de Israel.
41Y he aquí todos los hombres de Israel vinieron al rey, y le dijeron: ¿Por qué los hombres de Judá, nuestros hermanos, te han llevado, y han hecho pasar el Jordán al rey y a su familia, y a todos los siervos de David con él? 42Y todos los hombres de Judá respondieron a todos los de Israel: Porque el rey es nuestro pariente. Mas ¿por qué os enojáis vosotros de eso? ¿Hemos nosotros comido algo del rey? ¿Hemos recibido de él algún regalo? 43Entonces respondieron los hombres de Israel, y dijeron a los de Judá: Nosotros tenemos en el rey diez partes, y en el mismo David más que vosotros. ¿Por qué, pues, nos habéis tenido en poco? ¿No hablamos nosotros los primeros, respecto de hacer volver a nuestro rey? Y las palabras de los hombres de Judá fueron más violentas que las de los hombres de Israel.

Daniel 12

El tiempo del fin
12
1En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está de parte de los hijos de tu pueblo; y será tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces; pero en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallen escritos en el libro. 2Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua. 3Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad. 4Pero tú, Daniel, cierra las palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin. Muchos correrán de aquí para allá, y la ciencia se aumentará.
5Y yo Daniel miré, y he aquí otros dos que estaban en pie, el uno a este lado del río, y el otro al otro lado del río. 6Y dijo uno al varón vestido de lino, que estaba sobre las aguas del río: ¿Cuándo será el fin de estas maravillas? 7Y oí al varón vestido de lino, que estaba sobre las aguas del río, el cual alzó su diestra y su siniestra al cielo, y juró por el que vive por los siglos, que será por tiempo, tiempos, y la mitad de un tiempo. Y cuando se acabe la dispersión del poder del pueblo santo, todas estas cosas serán cumplidas. 8Y yo oí, mas no entendí. Y dije: Señor mío, ¿cuál será el fin de estas cosas? 9El respondió: Anda, Daniel, pues estas palabras están cerradas y selladas hasta el tiempo del fin. 10Muchos serán limpios, y emblanquecidos y purificados; los impíos procederán impíamente, y ninguno de los impíos entenderá, pero los entendidos comprenderán. 11Y desde el tiempo que sea quitado el continuo sacrificio hasta la abominación desoladora, habrá mil doscientos noventa días. 12Bienaventurado el que espere, y llegue a mil trescientos treinta y cinco días. 13Y tú irás hasta el fin, y reposarás, y te levantarás para recibir tu heredad al fin de los días.

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